Muerte sobre ruedas, exigimos un transporte seguro para Bolivia
17 abr 2021
Lina López Fabra (*)
Hoy asistimos a una histeria colectiva provocada por una famosa pandemia, que ha provocado más de dos millones de muertes en el mundo, sin embargo, lo que ha develado esta caótica situación es nuestra fragilidad como especie; confinados en las grandes y pequeñas ciudades, complejas cajas que demostraron ya no ser los lugares del confort y de la seguridad, como lo fueron en antaño.
El miedo nos ha hecho creer que la distancia con nuestros vecinos y amigos es la mejor forma de protegernos, y en ese entramado de desconfianza hemos desconocido a nuestros verdaderos enemigos: sistemas y políticas de salud deficientes, una gestión de residuos sólidos cavernaria, la tala de árboles nativos, la quema y la destrucción de los bosques, el loteamiento indiscriminado de nuestro máximo pulmón de oxígeno y de agua, El Tunari; la contaminación de nuestros ríos y lagunas que en su desesperación generan algas tóxicas para todo el ecosistema, sistemas de transporte altamente contaminantes, el deficiente sistema educativo, la inequidad en el acceso a la información, la violencia intrafamiliar producto de una sociedad en decadencia y todo esto aunado a la corrupción de los dirigentes y gobernadores elegidos con la infalible arma de la democracia.
Podría seguir enumerando todas las evidencias por las cuales, la pandemia develó nuestra fragilidad, pero hoy me concentraré en uno de los tantos males que afectan a la Llajta; el sistema de transporte público a cargo de la mafia de los sindicatos y con el pasaporte de las autoridades gubernamentales. Este capítulo es el más doloroso de la vida de mi familia, porque el 02 de marzo, murieron 22 personas en la flota Carrasco, que iba en la ruta Cochabamba- Santa Cruz, entre estas víctimas se encontraba mi esposo, un hombre joven, de 37 años de edad, que amaba la academia y confiaba en que las pequeñas acciones podían cambiar el mundo, un idealista tal vez, pero en todo caso un hombre bueno, que cumplía con su trabajo. Muchas personas me han dicho que cuando te llega la hora es imposible escapar de la caraveluda, sin embargo, el cavernario sistema de transporte con el que cuenta Bolivia y en especial Cochabamba, trabaja de la mano con la muerte, seduciéndola en cada minuto, con cada kilómetro recorrido y cada vez que subimos a una flota en este país, entramos en este juego de seducción, muchas veces sin saberlo y cuando pagamos el tiquete y escriben nuestro nombre, ya hemos firmado el nefasto contrato en el que decimos adiós a nuestra existencia. Eso hicieron esas 22 personas que iban esa noche en la flota Carrasco, se embarcaron en un bus antiguo, como los tantos que hay en el país (porque hace 40 años no se renueva el transporte público), además de ser viejo, el bus desde el año 2015 no hacia la inspección técnica vehicular, esquivando a todos los controles y las autoridades se lavaron las manos diciendo que hacen su mayor esfuerzo, cuando los buses transitan a sus anchas mientras se desbaratan, con exceso de carga, con choferes que llevan todo el día conduciendo y con otros sumidos en la ebriedad.
El sindicalismo dentro del transporte público nos asesina, nos estanca en un sistema de transporte incapaz de responder a las necesidades de un país que crece y que busca mejores conexiones, atenta contra el derecho que tenemos los ciudadanos de disfrutar de una movilidad libre y segura, nos condiciona a soportar la violación de nuestros derechos humanos todos el tiempo e internamente vulnera los derechos de los choferes que no hacen parte de la Central Obrera Boliviana (COB), los excluye de los derechos laborales con extenuantes jornadas laborales y les deje como cadáveres al volante, dirigiendo ellos mismos, el destino de nuestras vidas o de nuestros familiares.
Mientras 4 o 5 dirigentes, amasan la fortuna, refugiándose en la supuesta representación de un numeroso grupo de transportistas, la Llajta languidece ella misma en medio de un transporte público arcaico, a la vista de políticas públicas muy lejanas de generar un sistema de transporte amable con el ambiente, con el desarrollo urbanístico y mucho menos amable con los usuarios.
Si usted está de acuerdo conmigo, lo invito a participar este viernes 16 de abril a las 5:00 pm en La Plaza 14 de septiembre, para apoyarme a mí y a las 50 familias que perdieron a un ser querido o tienen una enorme cuenta en el hospital o un pariente que jamás volverá a caminar. Pero lo más importante, ustedes firmaron una petición ciudadana exigiendo un transporte público seguro, una mayor veeduría a los sindicatos de transporte y un mayor respeto a la vida.
Por otra parte, les comunico que el sindicato Carrasco, declara a las familias afectadas, que harán su mayor esfuerzo por “colaborar”, “ayudar” o cualquier sinónimo que se mezcle mejor con la mendicidad para las familias, porque saben que la ley boliviana, les confiere esos actos de piedad descarada, mientras siguen funcionando de la misma manera desde aquella nefasta noche en la que 22 hogares quedaron mutilados.
(*) Es antropóloga
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