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Viernes 09 de abril de 2021

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Editorial y opiniones

Amor a sí mismo doblega a la pandemia

09 abr 2021

Por: Raúl Pino-Ichazo Terrazas (*)

El epígrafe se aplica a la estimación de sí mismo, así como a la voluntad resultante de ella y la tendencia al propio bien. Es el instinto de autoconservación propio de toda persona que aprecia la vida manifestada por el conocimiento y la voluntad.

El amor propio se vuelve contra todo lo que a su entender disminuye o aniquila la propia existencia y demanda o reclama lo que la conserva y fomenta. Con el último párrafo se descarta la violencia que acaba con la vida, la perniciosa y punible instigación a aquélla y una pandemia inesperada.

El amor ordenado a sí mismo se enraíza en el instinto de conservación y tiene como fin inmediato la persona sirviendo mediatamente a la conservación de la especie; es un deber moral porque el fundamento verdadero y más profundo de la autoestimación reside en la condición de ser imagen de Dios. Esta imagen que con su gama de actividades deben las personas conducirla a su mayor perfección, es decir, no quitar la vida al prójimo, con y sin intencionalidad, aunque piense diferente.

Este amor es ordenado cuando siguiendo la correspondiente serie de valores, persigue los bienes a la esencia de las personas y, con esa aspiración no perjudica al prójimo ni a sus derechos, no los avasalla ni los conculca.

El amor a sí mismo ordenado rectamente no puede estar jamás en contradicción con el verdadero bien de sus semejantes (prójimo) antes, por lo contrario, es necesario para éste.

Cuando todos en una población piensan en su perfeccionamiento esencial, el orden y el bien de la comunidad están bien asegurados, siempre y cuando los que disponen de autoridad y capacidad para ejercerla no la utilicen para fines propios y egoístas en la población que tiene criterio en formación.

Precisamente aquí es cuando el amor a sí mismo se torna desordenado porque antepone los bienes inferiores y subalternos a los superiores, y reclamándolo todo indebidamente para sí, sin meditar, y cuando lesiona a la población en su seguridad y derechos inalienables.

En un estrago descomunal como el que vivimos con la pandemia, es la degeneración por egoísmo del amor propio que, además del incumplimiento del deber ético del amor a sí mismo causa daños en las decisiones y en la vida.

Quien por egoísmo deja de hacer esfuerzos para lograr su propio desenvolvimiento y perfección, genera caos y se está generando con las difusas opiniones de los propios médicos sobre la eficacia de las vacunas pues algunos galenos sufren del complejo de Eróstrato que denota hacerse notar ante cualquier estrago aunque se exprese conclusiones sin respaldo científico, con el mercantilismo cruel de las farmacéuticas que producen las vacunas y negocian con el mejor postor, olvidándose de la solidaridad y manteniendo un beneficio adecuado y justo por su producto y finalmente el abuso de la jerarquía para vacunarse sin respetar el rol ni la edad.

(*) Es abogado corporativo, posgrados en Alta Gerencia para abogados (UCB-Harvard), Ciencias Política y Filosofía (Master), Interculturalidad y Educación Superior, Arbitraje y Conciliación Derecho Aeronáutico, doctor en honoris causa en Humanidades (IWA-Cambridge University, USA)

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