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Miercoles 03 de marzo de 2021

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Editorial y opiniones

EDITORIAL

Tentando al destino

03 mar 2021

La muerte de esas personas no debe ser en vano, se debe extraer de esa experiencia una enseñanza y quizás la más acertada es la de no tentar al destino, poniendo en riesgo la integridad de las personas, ni convocando a actividades que supongan concentración de gente en tiempos de distanciamiento social, ni forzando las estructuras que terminan por ceder, ocasionando tragedias

La noticia del día de ayer fue el fallecimiento de siete jóvenes estudiantes de la Universidad Pública de El Alto, UPEA, luego de la rotura de una baranda que se encontraba en el quinto piso, donde los afectados se encontraban en medio de la aglomeración de compañeros que asistían a una asamblea convocada por el Centro de Estudiantes para elegir a nuevos dirigentes.

El hecho consternó al país entero, más aún cuando comenzó a circular por las redes sociales un video en el que se ve el instante mismo en que se rompe la valla y los estudiantes caen de 16 metros de alto, aunque previamente intentaron sostenerse de algo o de alguien, asimismo, se ve cómo llegaron al piso de la casa de estudios superiores para perder la vida en el instante.

La tristeza, la confusión y la desesperación del momento se convirtieron en duros cuestionamientos sobre la convocatoria a la reunión, pues se obligó a los alumnos de la UPEA a asistir a ese acto de concentración masiva en plena pandemia del coronavirus, cuando lo que se exige es más bien el distanciamiento social y evitar las aglomeraciones.

Está en investigación el origen de la convocatoria, se busca a los estudiantes que llamaron a dicha asamblea y pusieron en peligro a los estudiantes de la facultad de Ciencias Financieras y Económicas, al propiciar la aglomeración de personas, seguramente para sancionar la irresponsable acción de convocar a una asamblea en tiempo de pandemia.

No obstante, más allá de las sanciones que puedan emitir contra las personas que convocaron a los estudiantes, si no hubiera ocurrido el accidente, quizás nadie habría sancionado nada, pues día a día somos testigos de acontecimientos en los que se aglomera a gran cantidad de personas, sin ir lejos en las campañas políticas rumbo a las subnacionales.

Aunque ese es tema de otro editorial, también la concentración masiva de personas en las campañas políticas supone peligros para quienes asisten a esos festejos, por un lado, está el riesgo de contagio del Covid-19, pero también hay peligros de otra índole, como las gasificaciones y ataques violentos que sufrieron algunos grupos que daban a conocer sus planes de gobierno.

Los alumnos pasan clases virtuales, pero para elegir a sus líderes y representantes se aglomeran en la casa de estudios superiores, ¿habrán autorizado dicha asamblea las autoridades de la universidad? De todos modos, una sanción no devolverá a la vida a aquellos estudiantes.

Ante la muerte ya nada se puede hacer, quienes abandonan este mundo para trascender no pueden regresar, queda en los vivos el sentimiento de impotencia, de dolor y melancolía por aquellos que partieron al lado del Señor, emociones y sentimientos que cada individuo superará más temprano o más tarde, de acuerdo a sus vivencias y creencias.

Sin embargo, la muerte de esas personas no debe ser en vano, se debe extraer de esa experiencia una enseñanza y quizás la más acertada es la de no tentar al destino, poniendo en riesgo la integridad de las personas, ni convocando a actividades que supongan concentración de gente en tiempos de distanciamiento social, ni forzando las estructuras que terminan por ceder, ocasionando tragedias.

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