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Domingo 28 de febrero de 2021

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Cultural El Duende

Dos lecturas contemporáneas de la literatura orureña

28 feb 2021

En 2014, la Fundación Cultural del BCB publicó dos antologías de cuento y poesía escritas en Oruro. En el mes de la efeméride departamental, compartimos los prólogos de aquellas publicaciones.

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Descubriendo y redescubriendo

Prólogo a Memoria y mañana. Antología del cuento orureño

Martín Zelaya

Este libro es, a la vez, un redescubrimiento y un descubrimiento. De la inmensa altiplanicie de cultivos y socavones al Oruro urbano, distópico de un futuro probable. De lo rural-costumbrista a lo urbano-individualista y disperso. De la pampa al cemento. De la memoria al mañana.

No sé si se puede decir que la cuentística orureña es incipiente. No es prolija ni alcanzó cimas como la poética, claro está, pero tampoco brilló por su ausencia en diferentes etapas históricas y literarias. Prueba de ello es que en esta compilación están representados casi a cabalidad los diferentes niveles y categorías inherentes a la literatura boliviana, léase tendencias y preferencias estilísticas y temáticas; está, además, el hecho de que la cronología de las fechas de nacimiento de los autores –que da orden y estructura a este libro– abarca prácticamente todas las décadas del siglo pasado y la última del siglo XIX.

Veamos en detalle estos y otros tópicos, a modo de justificar la selección de estas 17 piezas de 17 narradores, cuentistas que nacieron en Oruro o, en algunos pocos casos, vivieron y produjeron gran parte o la totalidadde su obra en esta ciudad.

De los autores

¿Quiénes escribieron y escriben prosa en Oruro? En este punto toca decir que la invitación de la Fundación Cultural del Banco Central de Bolivia para preparar esta compilación dio pie –investigación mediante– a varios descubrimientos y redescubrimientos: hubo que leer y releer decenasde libros, antologías, compilaciones, revistas y suplementos literarios; indagar en anaqueles y estantes de bibliotecas públicas y privadas, y, en algún caso, a falta de las fuentes originales de algunos relatos publicados en ya desaparecidas revistas artesanales, impresas y online, acudiendo directamente a los autores o herederos.

Redescubrimos a consolidados narradores cuya obra, con el paso de los años, se fue perdiendo de vista: Antonio José de Sainz y Rafael Ulises Peláez, por citar dos ejemplos; y “descubrimos” a dos noveles autores cuya aún breve obra augura buenos tiempos para las letras de Oruro: Lourdes Reynaga y Sergio Gareca (este último, reconocido ya como poeta).

En el medio, se encuentran escritores de trayectoria como Carlos Condarco Santillán y Cé Mendizábal, y otros multipremiados y de generación intermedia, tal el caso de Benjamín Chávez.

Del estilo (y su “lugar” en la literatura nacional)

En El toro de Carlos Condarco Santillán y El cuadro, de Cé Mendizábal, se reconoce a dos maestros del estilo: tradicional, con una pluma que recoge lo mejor del romanticismo y el modernismo, el primero; prolijo, fluido, destacado cultor de la prosa contemporánea, diríamos, el segundo.

A partir de ello, cabe señalar que los cuatro o cinco primeros antologados cultivan lo que se vino a llamar lenguaje clásico “cultivado” o “académico” de la primera mitad del siglo pasado; mientras que por la mitad (Calizaya, Mendizábal) ya se empieza a notar la evolución estilística tendiente a una liberación de dogmas formales, lo que da como resultado naturalidad y verosimilitud de diálogos y descripciones (lo que no quiere decir que los anteriores carezcan de estas virtudes).

Ya hacia el final, los autores nacidos en los 70 y 80 destacan por el humor y la simpleza –que no desprolijidad– de su prosa cada vez más mundana.

De los temas y escenarios

Ya hablamos del cómo, hablemos del qué. Un indígena de apariencia frágil y andrajosa, pero socarrón a toda prueba, que porfía hasta el final por ahorrarse unos centavos (Elregateo); un despechado y resignado enamorado que escribe una conmovedora carta para exorcizar su amor no correspondido (Para Blanca Coaquira. Donde quiera esté su reino), y una niña artista destinada a vagabundear con su padre en un Oruro del futuro y casi apocalíptico (La casa Pettenkofer).

Bien pueden estos tres ejemplos marcar tres vertientes o sendas. Siguiendo lo cronológico, una vez más, valga reparar en que el costumbrismo: motivos rurales, mineros y de la Guerra del Chaco u otras lides, marca la primera parte. Poco a poco, gana la dispersión, los temas íntimos o de estricto dominio del narrador y/o protagonista, que generalmente se desenvuelve en la urbe; todo esto, tal cual como discurrió la historia literaria boliviana en general.

De la procedencia

En cuanto al origen de los autores, la gran mayoría, claro está, son orureños de nacimiento, aunque más de uno emigró muy joven y desarrolló su obra en otras regiones (Mendizábal, Vargas); hay un par de casos de autores que, habiendo nacido en otras regiones, pasaron gran parte de sus días en Oruro (Sainz, Urquieta) y dos (Chávez y Vadik Barrón), que coincidentemente reconocen no ser de Oruro “por error” pues, hijos de orureños, llegaron a esta ciudad a pocos meses de nacidos, se formaron y vivieron allí y se identifican públicamente como orureños.

En cuanto a la procedencia de estos relatos hay, lógicamente, cuentos publicados en libros de los autores, otros tomados de antologías premiadas, un par procedentes de compilaciones o anuarios y uno solo que durante el proceso de elaboración de este texto estuvo inédito, pero que fue incluido en razón a méritos estéticos, claro, pero además porque cierra –temática y estilísticamente– el círculo abierto por Sainz y su parábola El diamante. Nos referimosa La casa Pettenkofer de Sergio Gareca, que se publicó en el libro Tradiciones del futuro en abril de 2015.

Si en El diamante prima la impronta antigua de escribir con lenguaje exquisito y subordinar la trama a un mensaje o aporte moral (algo común hasta inicios de 1900), en la pieza de Gareca se abre un espacio aún pendiente de exploración: la literatura fantástica, premonitoria y en la que, sin menospreciar lo estilístico, se enfatiza en la propuesta como conjunto: historia, provocación, posicionamiento.

Los antologados

El diamante. Antonio José de Sainz.Taripaco. Josermo Murillo Vacareza. El regate. Rafael Ulises Peláez. Y las entrañas se horadaban. Jorge Barrón Feraudi. La última llamarada. Alfonso Gamarra Durana. El embrujo del río. Luis Urquieta Molleda. La emboscada. Adolfo Cáceres Romero. Chaucer en los Andes. Hugo Murillo Benich. El toro. Carlos Condarco Santillán. Una corona de rosas para Isabel. ZenobioCalizaya Velásquez. El cuadro. Cé Mendizábal. Para Blanca Coaquira (donde quiera esté su reino). Mabel Vargas M. El encantador de serpientes. Benjamín Chávez. Un gólem. Vadik Barrón. El aburrimiento del Chambi. Daniel Averanga Montiel. Estudio de probabilidades. Artículo de divulgación (en edición). Lourdes Reynaga. La casa Pettenkofer. Sergio Gareca.

La música y el viento

Prólogo a la antología homónima

Benjamín Chávez

Ordenada cronológicamente, la presente selección, que muestra parte de la obra de 20 poetas –todos ellos nacidos en Oruro–, abarca casi la totalidad del siglo XX y los primeros años del XXI. Dos aspectos la delimitan. El primero, el criterio editorial de la colección que concibe una serie de volúmenes, cada cual abocado a un departamento de nuestro país. El segundo, la búsqueda de obras con sello personal de quienes supieron modular voces propias y reconocibles que han ejercido, en mayor o menor medida, influencia entre sus pares. Asimismo, motivos de espacio, constriñen la selección a un determinado número de poetas y poemas.

La selección comienza con Luis Mendizábal Santa Cruz, poeta de signo trágico, tempranamente desaparecido y cuya figura, algo mitificada, resuena en las calles de Oruro como un referente, al menos en cierto imaginario citadino, de una poesía otrora rica e intensa. Un faro de luz extinguida más allá de la sola referencia a su nombre y un puñado de versos de su extenso poema La fundación de Oruro, que suelen citarse mecánicamente. El último, es el joven poeta Sergio Gareca, cuya labor creativa es un referente de la continuidad sostenida de la poesía escrita en Oruro. Entre esos dos nombres, se ubican los 18 restantes, configurando un corpus vigoroso, donde no es raro encontrar alta poesía.

Si bien no existe, ni existió, un afán concomitante, al amparo de escuelas estéticas o gregarios modos de entender la escritura de poesía, el conjunto muestra, por un lado, las marcadas singularidades de tono y concepción, pero, por otro, evidencia también, la presencia subterránea de ciertas líneas de fuerza que, de vez en cuando, emergen y se hacen reconocibles en aspectos tales como ciertas preferencias temáticas y sus modos de nombrarlas.

Una lectura atenta de todo el volumen mostrará zonas de confluencia. El abrevadero a donde acude la más diversa sed, signada por el espacio territorial (la ciudad de Oruro, el altiplano, las minas…), y la atención a ciertos personajes y aspectos consubstanciales a los rasgos identitarios de esos sitios (los mineros, el carnaval, la Virgen del Socavón, el viento, el frío…), sin que esto signifique que esta antología pone énfasis en ello. Esta, lo remarco, buscó leer poemas que aportan a una plenitud expresiva y a una cualidad estética capaz de subvertir el lenguaje y prefigurar –o en algunos casos lograrlo del todo– un universo poético capaz de dialogar y proponer.

Desde el pensar y sentir intensos, expresados en muy sugerentes imágenes de Mendizábal Santa Cruz, pasando por la poética de tono surrealista y notorio compromiso político de Luis Luksic (que en algunas antologías figura como de origen potosino). La obra cada vez más leída y valorada de Hilda Mundy, lúcida autora de una obra transgenérica genial. O Milena Estrada Sainz, cuya escritura fina y delicada es muy estimada aunque poco leída por sus coterráneos. Alcira Cardona Torrico, de voz recia y telúrica. Héctor Borda Leaño, dueño de un discurso fuerte y combativo que, junto a Alberto Guerra Gutiérrez y Jorge Calvimontes urdieron su poética en torno al mundo minero y lo expresaron en toda su crudeza a través de versos no exentos de ternura. Hugo Murillo Benich, explorador de constelaciones y galaxias nuevas que visita con voz singular; Silvia Mercedes Ávila, que canta a lavida y sus pliegues; Eduardo Mitre, prodigioso poeta de obra absolutamente lograda; Carlos Condarco Santillán, poeta de hondo sentir y erudición apabullante; Eduardo Kunstek Montaño, de poesía elegante, culta y sobria; René Antezana Juárez, poeta de variado registro y amplios intereses; Edwin Guzmán Ortiz, de impecable dicción y elucubración rigurosa y que, junto a Adhemar Uyuni Aguirre, conformó una generación de poetas que perseguía la exquisitez en la poesía.

Generacionalmente menores, pero igualmente intensos, Cé Mendizábal y su poesía fina, pulcra y luminosa; Álvaro Antezana Juárez y su poesía de sensibilidad mística; Eduardo Nogales Guzmán y su profunda visión mitológica del Ande con reminiscencias históricas y de tradición oral; y Sergio Gareca, cuya obra, propositiva e irreverente mantiene viva la llama de la poesía en Oruro.

Con todo ello, el lector tiene entre sus manos, un libro que acaso develará paisajes insospechados, auscultará vericuetos y, también, ojalá, confirmará la importancia de los poetas antologados, así como la pervivencia de varios de los poemas cuyo eco sigue resonando y lo hará aún por mucho tiempo.

Finalmente, puesto que Oruro no es una tierra donde falten poetas, menciono (en orden alfabético) algunos nombres que ocuparían un lugar en alguna antología más amplia o cuya propuesta de lectura difiera de la presente. Estos son: Gladys Dávalos, Marlene Durán Zuleta, Jorge Encinas Cladera, Elvira Espejo, Raúl Espinoza, Elba Mejía Arce, Mauricio C. Michel, Hugo Molina Viaña, Miriam Montaño, Rómulo Quintana, Cinthia Sevillano, Guido Orías, Pablo Osorio, Antonio José de Sainz y Jorge Zabala Suárez.

Para tus amigos: