La subida se hace penosa, agotada por la sangre derramada en Getsemaní y en la flagelación, y por los malos tratos recibidos, Jesús cae repetidas veces sobre el pesado madero, aplastado, anulado, con el rostro en el polvo y las piedras en el camino. De sus labios no sale un lamento. Los soldados romanos notan que ya no pueden avanzar, que así no llegará vivo hasta la cumbre. Que venía del campo, y le obligan con la cruz. Simón se doblega a la fuerza y, con su ayuda Jesús puede llegar hasta el lugar de su crucifixión: en silencio, como cordero llevado a la muerte.
Subiendo al calvario, Jesús me estimula con su ejemplo a seguir y a llevar lo que me toca de cruz, con paciencia, con amor, no con desgana y como por fuerza. Solo así se adquiere valor penitencial, purificante y meritorio:
"Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, tome su cruz cada día y me siga".
Por qué es necesario (llevar la cruz "cada día". Ninguno puede sustraerse a esta invitación).
Llevarla "cada día" no es hacerlo de vez en cuando. Es llevar un estado, un empeño continuo del que nadie puede dispensarse: el único medio para llegar a la plena madurez espiritual y la vía maestra de la perfección cristiana. No hay otro camino para la pascua de la resurrección en Cristo.
Llevar la cruz quiere decir aceptar las obligaciones, los trabajos, los sacrificios de la vida. Pero no con revelación ni con lamentos, si no repitiendo con Jesús:
"Padre, hágase tu voluntad".
Eso significa no contestar a Dios, ni dudar de el cuándo nos manda o permite sufrimientos físicos, tragedias o cualquier otro género de pruebas. Significa acogerlos con sincera y cordial docilidad, como contributo personal a la obra de la redención, en la seguridad de que Dios - Padre - prueba más a los hijos que más ama.
También a nosotros nos ofrece constantemente en la vida la oportunidad de hacer el oficio de Cirineo con Jesús. Los hombres, mis hermanos, están necesitados de ayuda para llevar bien su cruz. Unas veces será ayuda física, otras económica, las más de las veces moral de amistad, agradecimiento, aprecio de lo que son y hacen, confianza, darles optimismo y aliento: una palabrita, una sonrisa, una visita, una carta o tarjeta postal que les haga ver que les recordamos y apreciamos. Siempre, nuestra oración, sacrificio y buen ejemplo.
En el rostro de cada hombre veremos el rostro de Cristo, y en la cruz de mis hermanos, la de Jesús. Cada vez que ayuda uno a llevar su cruz, ayuda a Cristo.
Porque:
Jesús es aquel hambriento, que debe ser sustentado. Jesús es aquel sediento, que debe ser saciado. Jesús es aquel despojado, que debe ser vestido. Jesús es aquel sin-casa, que debe ser albergado. Jesús es aquel enfermo, que debe ser asistido. Jesús es aquel solo, que debe ser amado. Jesús es aquel despreciado, que debe ser acogido.
Jesús está en el leproso, a quien se debe lavar las heridas. Jesús está en el mendigo, a quien se debe dar una sonrisa. Jesús está en el embriagado, a quien se debe escuchar. Jesús está en el enfermo mental, a quien se debe proteger. Jesús está en el pequeño, a quien se debe abrazar. Jesús está en el ciego, a quien se debe conducir. Jesús está en el mudo, con quien se debe hablar. Jesús está en el paralítico, a quien se debe acompañar. Jesús está en el drogado, a quien se debe dar comprensión. Jesús está en la prostituta, a quien se debe socorrer y comprender. Jesús está en el preso, a quien se debe visitar. Jesús está en el anciano, a quien se debe servir.
Las caídas de Cristo son un ejemplo y un estímulo. También caemos repetidas veces en la vida. Caigo todavía. Pero como Cristo. Me levanto. Lo malo no es caer: es mantenerte caído.
Señor, por tu debilidad camino del Calvario, dame siempre fuerza para levantarme y... seguir subiendo.
Es, pues, necesario que también yo me decida a cargar con la cruz, la que Dios me da o permite, no la que yo quiera, aunque sea más pesada. Con esta sumisión a voluntad y designios de Dios, "mi cruz" se convierte en "cruz de Jesús".
Todo sufrimiento, grande o pequeño, es una reliquia preciosa de su santa cruz, que nos ayuda a completar en nosotros su Pasión, haciéndome una imagen viva del Crucificado.
Si ayudamos a Jesús a llevar su cruz, el nos ayudará a llevar la nuestra, que, aunque a veces nos parece pesada y grande, en realidad es bien poca cosa, en comparación con la suya y con el gozo que me espera.
"Dios te bendiga hoy y siempre".
(*) Email: carlos-albertho@hotmail.es
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