Oruro, Carnaval y el coronavirus

Aunque es cierto que Oruro es más que sólo el Carnaval, no en vano esta fiesta devocional y religiosa fue nombrada Obra Maestra del Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad, y los orureños la extrañan, además están ansiosos de volver a la normalidad para continuar bailando por la Virgen del Socavón y recibiendo a miles de visitantes para mostrar la fastuosidad de esta celebración por la madre de Jesucristo.

Si no fuera por la pandemia del coronavirus, que llegó a Bolivia en marzo del pasado año, siendo Oruro la primera ciudad en reportar un caso, ahora estaríamos en plena fiesta, se hubiera celebrado el jueves de Comadres la jiska Anata, para dar paso a la ch’alla del viernes, en las diferentes oficinas, aunque en algunas sí se llevó a efecto, pero la mayoría seguía trabajando cual si fuera cualquier día.

Anoche la ciudad estaba en silencio, en alguno que otro lugar aún se escuchaba el sonido de los cohetillos, como anunciando que quienes challaron continuaban de fiesta; en cambio si no hubiese sido por el virus que puso de cabeza al mundo, se escucharía la música folklórica de diferentes grupos que amenizaban la verbena realizada la noche antes del Sábado de Peregrinación, con gente conocida y extraña inundando las calles más céntricas a la espera de la entrada devocional.

Hoy es Sábado de Peregrinación, las autoridades tuvieron que suspender la fastuosa fiesta y llevar la fe a las redes sociales, mediante las cuales se podrá presenciar las misas preparadas para recordar con amor y devoción a la protectora de los orureños, a la Virgen María, que en su advocación de la Candelaria es conocida en Oruro como la Mamita del Socavón.

El Carnaval de Oruro, tuvo muchos contratiempos que entristecieron a sus organizadores y a los devotos, tuvo obstáculos que vencer para poder recibir a los visitantes de otros departamentos y del exterior, pero era impensado que un día llegaría un microorganismo para acallar la música del folklore boliviano, que obligaría a miles de danzantes a guardar sus maravillosos trajes y a los bordadores hacerles cambiar de rubro para dedicarse a la venta de alimentos y otros insumos de almacén.

Pero tampoco veremos lo negativo que traía la algarabía de quienes festejaban el Carnaval, más aún durante el Domingo de Corso, y eso negativo era el alto consumo de bebidas alcohólicas, con sus obvias consecuencias y las calles sucias por la inconsciencia de la gente.

Este tiempo en que la celebración del Carnaval será diferente, debe convertirse en instantes para la reflexión, los que verdaderamente son devotos, más allá de la figuración, seguramente asistirán a la eucaristía virtual organizada por los sacerdotes del Socavón. Además, se debe pensar en cómo se puede cambiar lo negativo por algo mejor, para que cuando exista la posibilidad Oruro vuelva a mostrar, al mundo, la majestuosidad de esta fiesta de fe y devoción.