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Warning: session_start(): Cannot start session when headers already sent in /home/lapatri2/public_html/impresa/index.php on line 8 Locura de la Cruz - Periódico La Patria (Oruro - Bolivia)
Pareciera que existen demasiados locos en nuestro mundo, con ideas destructoras, vidas desordenadas, ambiciones inasequibles, víctimas del alcohol y de la droga que no se controlan a sí mismos, y una gama de mezclas de muchas clases de locura.
El Padre Lebret, escribió en su libro “Civilización”, una oración titulada “Se necesitan locos”. Quien la escribió se hallaba por cierto lejos de toda locura o irracionalidad, ya que tenía bien ajustadas las cuerdas de su espíritu. Dejémoslo exponer su proyecto y probablemente nos adhiramos a su plegaria:
“¡Dios mío! Envíanos algunos locos, de aquellos que se comprometen a fondo, de aquellos que se olvidan de sí mismos, de aquellos que saben amar con obras y no con palabras, de aquellos que se entregan verdaderamente hasta el fin. Nos hacen falta locos, desatinados, apasionados, personas capaces de dar el salto en el vacío inseguro, desconocido y cada día más profundo de la pobreza; aquellos que saben aceptar la masa anónima, sin deseo de utilizarla como cascabel; aquellos que no utilizan para su servicio al prójimo.
Nos hacen falta locos... ¡Dios mío! Locos en el presente, enamorados de una forma de vida sencilla, libertadores del pobre, amantes de la paz, libres de compromisos, decididos a no hacer nunca traición, despreciando su propia comodidad, o su vida, plenamente decididos por la abnegación, capaces de aceptar toda clase de tareas, de partir dondequiera que sea por disciplina, al mismo tiempo libres y obedientes, espontáneos y tenaces, alegres, dulces y fuertes. ¡Danos de esa clase de locos Señor!”
La sabiduría del mundo se apoya en el egoísmo y termina en el egoísmo. Es una prudencia que no permite realizar esfuerzo alguno que despeine la cabeza bien cuidada. Es una serenidad que consiste en dejar al Cristo sufriente para ocultarse en el seno de los deleites.
En su Carta a los Amigos de la Cruz, San Luis María de Montfort, lo expresa de esta manera: “Ahí están los dos bandos con los que a diario nos encontramos: el de Jesucristo y el del mundo”. El de Jesucristo, pequeño rebaño, va por una senda angosta, conducido por el Maestro “descalzo, la cabeza coronada de espinas, el cuerpo completamente ensangrentado, y cargado con una pesada Cruz”. “Sólo sabe de lágrimas y penitencias, oraciones y desprecios del mundo”.
En el lado contrario se encuentra el bando del mundo o del demonio, que es mayor en número, aparentemente espléndido y brillante. “Allí corre todo lo más selecto del mundo. Se apretujan, y eso que los caminos son anchos, y que están más ensanchados que nunca por la muchedumbre que, como un torrente, los recorre”.
Bien sabía ese “loco del Evangelio” lo que escribía, porque no existe ningún otro camino para ser santo que el camino de la Cruz. “La locura de Dios es más sabia que la sabiduría de los hombres” (1Cor 1, 25), por eso el cristianismo es una “locura de la Cruz”.
El Jueves Santo conmemoramos la institución de los grandes sacramentos del Sacerdocio Católico y de la Eucaristía. San Ignacio de Antioquía, mártir, escribió que “el sacerdocio es la cumbre de todas las dignidades que puedan existir en este mundo”, y Tomás de Kempis en la “Imitación de Cristo”: “El sacerdote vestido de las sagradas vestiduras hace las veces de Cristo para rogar humilde y devotamente a Dios por sí y por todo el pueblo. Tiene en el pecho y la espalda la señal de la Cruz para que recuerde constantemente la Pasión. Lleva ante sí, en la casulla, la Cruz, para que considere diligentemente las huellas de Cristo y se esfuerce valerosamente por seguirle. Va señalado con la Cruz en la espalda a fin de que por Dios sufra todas las contrariedades que otros le hicieren”.
“¡El profeta es un necio, un loco el hombre del espíritu!” (Oseas 9, 7). “Muchos de ellos decían: ‘Tiene un demonio y está loco. ¿Por qué le escuchan?’” (Juan 10, 20).
El sacerdote no sólo hace las veces de Cristo, es alter Christus, otro Cristo. El auténtico sacerdote es un enamorado de la Cruz, que nos ofrece cada día su propia vida, porque “la única puerta de entrada legítima al ministerio del sacerdocio es la Cruz de Cristo” (Benedicto XVI). Seducido por la Cruz, volcó las espaldas al egoísmo, para asociarse íntimamente al misterio de la muerte y resurrección del Señor, y completar en su carne “lo que falta a los sufrimientos de Cristo” (Col 1, 24) por su Cuerpo que es la Iglesia. La Cruz es la nueva forma de evangelizar.
El gran arzobispo y Siervo de Dios Fulton Sheen en julio de 1969, en Irlanda, dijo: “Cuando el Señor estaba suspendido en la Cruz, sus enemigos vinieron a Él y le dijeron: ‘Baja, baja de la cruz y creeremos’. Después de esto, ellos estaban dispuestos a creer algo. De igual modo, si alguno les dijera: ‘Baja de tus tradiciones, baja de tus normas, de tu práctica, de tu celo, de tu oración, de tu dedicación, de tus sacrificios. Baja creeremos en ti’, recuerden que nuestro Señor no bajó. Es humano bajar. Es divino estar colgado allí. Sí, hay momentos en que es duro, ciertamente muy duro… pero mirando al crucifijo, es más duro estar suspendido allí”.
Hacen falta locos espirituales, que nos despierten de nuestro maléfico sueño, y, que con su conducta nos recuerden las palabras fundamentales de Jesús: “El que quiera ser mi discípulo, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame” (Mt 16, 24), que es la auténtica invitación de la locura, santa locura.
(*) Director Nacional Pioneros de Abstinencia Total
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