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Domingo 01 de abril de 2012

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Cultural El Duende

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01 abr 2012

Fuente: La Patria

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Con Rocha en “Potosí 1600”

Ramón Rocha se ha convertido en los últimos años, en un apasionado investigador de la historia boliviana. No menos apasionada es su novelística a partir de la historia: “Potosí, 1600”, “Qué solos se quedan los muertos”, son un ejemplos de esa trasmigración permanente de la historia a la literatura.

Nos quedamos con “Potosí 1600”.

Admiramos su detenimiento en sucesos narrados por Arzans y Vela, recontados con la garra y audacia que le caracteriza.

El Viejo, extraordinario personaje narrador, que es el mismo Cerro Porko de Potosí, a momentos, testimonia los sucesos acaecidos sobre sí mismo, pero también sueña, recuerda, monologa. La Ñatita, una manera singular de llamar a la Muerte, es a su vez otra voz narrativa que dialoga con la anterior voz del viejo o monologa. Ambos personajes míticos determinan que el realismo de los sucesos históricos se conviertan en maravillosos, mágicos.

Si bien aparecen muchísimos personajes viviendo la historia colonial de Potosí, lo que más ha construido Rocha Monroy es la vida cotidiana, las costumbres, el lenguaje, los sucesos misteriosos, los amores imposibles de los Romeos y Julietas potosinos, las comidas. Sobre todo, las comidas, en total concordancia con uno de los territorios en que también Rocha Monroy campea con pasión.

Sin duda para escribir esta novela Rocha Monroy ha investigado en numerosos textos coloniales, lo que garantiza la validez de los datos, escenas, personas que se mueven en el libro. Pero, más allá de lo histórico, es admirable en tratamiento de algunos elementos como por ejemplo el acercamiento de los Autos Sacramentales –género teatral religioso medieval– que merece en la obra, una dimensión sui géneris. Los actores del Auto sacramental son, extrañamente, la Virgen, los Santos, pero no los que están en las iglesias como venerables estaturas o cuadros, sino como personas auténticas representando su papel actoral en el auto sacramental.

No podríamos imaginar la celebración de la fiesta de Corpus Cristi en Potosí del 1600, solemne, suntuosa, con un detalle descriptivo impresionante, si no fuese el resultado de una ardua investigación. Igualmente sucede con las ropas de la época, los instrumentos musicales. Se trata de la recreación de una atmósfera completa de museo vivo.

Las audacias narrativas del autor llegan a niveles insospechados e interesantes. Así el pintor Melchor Pérez de Olguín pinta a dos personajes fundamentales, que son los narradores de innumerables pasajes de la obra: el Viejo o el Cerro de Potosí y la Virgen. Se trata de dar otra naturaleza al cuadro real que conocemos y que está en un museo. En la novela, son personajes vivos que salen del cuadro para narrar, pero al mismo tiempo están siendo pintados por Pérez de Olguín. Otro pasaje de esta naturaleza: La “Virgen de la leche”, hace el amor con Melchor Pérez de Olguín, su propio pintor. Como en el caso anterior, el autor va más allá de la lógica cotidiana. Ése es Ramón Rocha, escribe a su manera una novela colonial histórica, laberíntica, altamente ficcional.

Invitación a la “Función privada”

de Constanza Roca

Acostumbrados como estamos a leer a nuestros escritores bolivianos sumergidos en cuentos costumbristas y localistas, el libro de Constanza Roca, “Función privada” de entrada nos aleja de Bolivia. Y aunque el cuento “La Víbora” –premiado en Bolivia, en Potosí en el Festival de Cultura del año 200– sea un cuento muy camba que usa lenguaje del oriente del país– el resto del libro es cosmopolita, donde tiempos y espacios se dan en cualquier reloj y lugar del mundo, no obstante de que la autora suele disfrazarlos con nombres de calles de Cochabamba.

La lectura detenida de los cuentos de Constanza Roca, muestra algunas recurrencias significativas: la primera, la muerte. Un 95 por ciento de los cuentos tienen estrecha conexión con la muerte. Los finales de los cuentos quedan frecuentemente en el territorio de la inesperada, agresiva o acechante muerte. Pero ninguna muerte es acompañada de dolor ni tragedia. Los sufrimientos ante la muerte, se quedaron fuera de los cuentos. Son muertes como si se tratara de naturales compañeras, como si no hubieran llegado, existen en un territorio de las nieblas, los sueños, en espacio de lo inasible.

Un segundo aspecto narrativo que empieza a construirse como percepción a medida que leemos los cuentos de Constanza es la presencia de lo insólito, lo extraño, el sentimiento de persecución, las mutaciones, la locura. Vemos sobre todo en los cuentos brevísimos de apenas uno o dos párrafos como “Involución”, “Despertar”, en los cuales hay un proceso de condensación de lo insólito.

La extrañeza es otro componente. Es decir, los relatos se mueven en territorio inicialmente reales, pero que de pronto adquieren otra naturaleza, distinta, extraña. Algo así como la duplicidad, la multiplicidad, la simultaneidad de componentes del ser o de situaciones que de pronto se instalan. La omnipresencia de la ambigüedad, el sueño, la duermevela, lo oscuro, tiñe las situaciones del relato. Por ejemplo en “Pétalos”, donde Belisario muerto, vive a su manera, oye, reflexiona, ve, come y sólo al final descubrimos su estado real de muerto.

Otra constante evidente en la narrativa de Constanza Roca es que pide una segunda lectura. Construye sus cuentos dejando palabras, sentidos, huellas que sólo cuentan al terminarse en relato. Es decir, que existe una especie de juego de palabras significantes que se conectan entre sí en la trama del relato, que se explican, se complementan. Pequeños indicios semánticos que cobran sentido en una segunda y tercera lectura. Un cuento clave es “Ajuste de Cuentas”, que induce al lector a crear hipótesis que las va comprobando o descartando a lo largo del relato. El lenguaje para Constanza Roca, es un espacio del juego semántico. Las letras y las palabras se tornan en abracadabras que hay que descifrar frecuentemente.

Gaby Vallejo Canedo. Académica de la Lengua

Fuente: La Patria
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