Miercoles 23 de diciembre de 2020

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Esta Navidad, un recuerdo más del nacimiento de N.S. Jesucristo en un humilde pesebre de Belén, tiene la particularidad de encontrar a la humanidad en una especie de océano de problemas, dificultades, enfermedades, crisis económicas y el azote del coronavirus que ha causado millones de víctimas en todo el mundo si se toma en cuenta que no solamente se trata de quienes han muerto, están contagiados o tienen familiares y amigos que sufren por quienes amaron y esperan lo incierto: no saber qué pasará, cuándo terminará el drama y cuál será el precio en vidas que haya aún que sufrir y pagar.
El mensaje de Dios Padre, al nacer Su Hijo Jesús, fue pleno de amor y deseo de paz y concordia a todos los hombres; pero, sensiblemente, no siempre pudo cumplirse porque los hombres no supieron cumplir consigo mismos y muchas veces se vieron contrariados por su soberbia que dejó imposibilitadas sus ansias de amor, paz y unidad entre todos; las diferencias con el pasado son abismales porque ahora pueden tener primacía las esperanzas que todos abrigamos para que termine el drama causado por el virus, mal común contra todos, y por las diversas diferencias que cada hombre debe combatir y enfrentar.