Domingo 29 de noviembre de 2020

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La amistad celebrada en todos los tiempos también tiene lamentos registrados cuando la muerte la trunca. El dolor de Aquiles por la pérdida de Patroclo -como cuenta Homero- no solo acabó con la humanidad de Hector, también inauguró en su memoria unos juegos que hoy se conocen por olimpiadas.
El llanto por Ignacio Sanchez Mejias, un torero de cartel, filántropo y poeta quien muere en faena y deja en desconsuelo a su amigo García Lorca que escribe su elegía, cuya primera parte, es el conocido poema de “La cogida y la muerte” con la pompa de una corrida y una tragedia reiteradamente puntual. Con los años, que no son muchos, la escena de esta pena ha cambiado tanto que hasta los aficionados al espectáculo del ruedo no ven como héroe al matador.
Hernandez escribe la Elegía a su amigo Ramón, a la vez su paisano de Orihuela; la diferencia es que de Ramón Sijé sabemos lo imprescindible: fue amigo de Miguel y punto. Esa elegía es un canto de dolor sin el ruido de hazañas más allá de la condición humana del poeta y él; no se trata de Patroclo maestro de los carros de guerra y sus caballos, o de Ignacio el matador ídolo de las masas.