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Domingo 01 de abril de 2012

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Revista Dominical

Un asno atado

01 abr 2012

Fuente: La Patria

Por: Bernardino Zanella - Rector del Santuario de la Virgen del Socavón

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Muchas instituciones, incluso las religiosas, con el pasar del tiempo a veces se alejan de la fuerza inspiradora original y se endurecen en la conservación de formas o en la promoción de poder y privilegios para la clase dirigente, que se va identificando con la institución misma.

Algo parecido le ha pasado al pueblo de Israel, que no supo reconocer y acoger la novedad de Jesús, e intentó reconducirlo a viejas ideologías o simplemente lo rechazó.

Leemos en el evangelio de san Marcos 11, 1-10:

“Cuando se aproximaban a Jerusalén, estando ya al pie del monte de los Olivos, cerca de Betfagé y de Betania, Jesús envió a dos de sus discípulos, diciéndoles: “Vayan al pueblo que está enfrente y, al entrar, encontrarán un asno atado, que nadie ha montado todavía. Desátenlo y tráiganlo; y si alguien les pregunta: ‘¿Qué están haciendo?’, respondan: ‘El Señor lo necesita y lo va a devolver en seguida’”.

Ellos fueron y encontraron un asno atado cerca de una puerta, en la calle, y lo desataron. Algunos de los que estaban allí les preguntaron: ‘¿Qué hacen? ¿Por qué desatan ese asno?’. Ellos respondieron como Jesús les había dicho y nadie los molestó. Entonces le llevaron el asno, pusieron sus mantos sobre él y Jesús se montó. Muchos extendían sus mantos sobre el camino; otros, lo cubrían con ramas que cortaban en el campo. Los que iban delante y los que seguían a Jesús, gritaban: ‘¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Bendito sea el Reino que ya viene, el Reino de nuestro padre David! ¡Hosanna en las alturas!’”.

La entrada de Jesús en Jerusalén está llena de grandes contrastes. El pueblo grita de alegría: “¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Bendito sea el Reino que ya viene, el Reino de nuestro padre David!”. Con motivo de la Pascua mucha gente iba a Jerusalén, y era una buena oportunidad para despertar el sueño de un mesías nacionalista, libertador poderoso. Así acogen a Jesús: “Muchos extendían sus mantos sobre el camino; otros, lo cubrían con ramas que cortaban en el campo”: son signos de homenaje y de sumisión.

Jesús parece prestarse a esta expectativa, pero manifiesta la diversidad de su mesianismo. Envía a dos de sus discípulos para que traigan del “pueblo que está enfrente”, “un asno atado cerca de una puerta, en la calle”. No busca un caballo, para entrar en la ciudad como un triunfador. El asno, en ese tiempo, era símbolo de vida, es el compañero de trabajo del hombre, vive en la misma casa y lo ayuda en todas sus actividades. La imagen de Jesús montado en un burro recuerda la profecía de Zacarías (9, 9): Grita de alegría, Jerusalén, que viene tu rey, justo y victorioso, humilde y montado en un asno”. Pero no es sólo humildad la de Jesús. Es la indicación de un camino diferente. Los detalles del relato del evangelio de san Marcos son muy significativos. El asno que los discípulos van a traer estaba atado: “nadie ha montado todavía”. Es decir, ningún jefe había entrado a Jerusalén como Jesús. Nadie había optado por un camino de humildad y de servicio a la vida, como Jesús que va a ofrecer su vida. Las autoridades religiosas conocían sólo el camino del interés, del poder, de la dominación y explotación del pueblo, de la violencia. Por eso Jesús no quedará en la capital. Será expulsado y llevado a morir fuera de la ciudad, colgado en la cruz.

Fuente: La Patria
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