Jueves 29 de octubre de 2020
ver hoy
El MAS no pudo esperar hasta el cambio de gobierno y desató sus demonios más temprano de lo esperado.
Utilizando maniobras ilegales e ilegítimas, el partido de Evo Morales modificó los reglamentos parlamentarios que imponían aprobar decisiones por dos tercios de votos. La medida tiene el obvio propósito de permitir que esa organización política continúe aprobando decisiones, sin buscar consensos, mediante el porcentaje que obtuvo en las últimas elecciones.
Tiene mayoría, pero no recuperó sus dos tercios, así que apeló a una medida de último momento, y por lo mismo desesperada, para imponer su voluntad en la próxima legislatura. Así, demuestra que su vocación democrática es de dientes para afuera.
Esta maniobra es abusiva pero, pese a ello, no sorprende ya que el abuso fue una característica de los 14 años del gobierno de Morales. Aunque ahora hay otro rostro en la cabeza del Poder Ejecutivo, es obvio que el expresidente no iba a aceptar el papel de observador que el nuevo jefe de Estado quería asignarle.
Aguantó unos días pero, como si se le hubiera quitado un bozal que apenas contenía su mandíbula, comenzó a espetar ni bien se sintió con cierta libertad para hacerlo. No fue diplomático, porque la diplomacia no figura en su cosmovisión, y su único límite fue el lenguaje indirecto. No dijo las cosas de frente, pero fue suficientemente claro. Para empezar, dijo que hay que “sentarle la mano” al secretario general de la OEA, Luis Almagro, por haber confirmado el fraude electoral del año pasado. ¿Cómo es que se puede amenazar, tan campante, al representante de un organismo internacional que, al no vivir en Bolivia, está lejos del alcance del que amenaza?
Fuente: Por: Juan José Toro Montoya (*)