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Warning: session_start(): Cannot start session when headers already sent in /home/lapatri2/public_html/impresa/index.php on line 8 Bloom for me and you - Periódico La Patria (Oruro - Bolivia)
Jorge miraba desconcertado lo que sucedía. Viejo loco, repetía aburrido y empezó a tocar la bocina a fin de que alguno reaccione.
El conductor se avalanzó sobre los muchachos extendiendo los brazos para un abrazo sincero en cuanto Pato sacaba del bolsillo el pedazo de vidrio y lo giraba en su mano buscando la punta. Aceptando el abrazo, Pato se lo clavó en el estómago. Esto es mío, le dijo mientras le quitaba el aparato.
Aún abrazado, cerro los ojos despacio, dejando que la vida se le vaya.
Subieron el cuerpo al camión y Jorge, al percibir que ya se había cargado la basura, accionó la compresora de desechos.
Escena 2
Van colgados del camión. Entre bromas y empujones saltan del vehículo aún en movimiento para recoger los tachos de basura y voltearlos en la parte trasera. La precisión de sus movimientos hace que les alcance el tiempo para identificar, con una mirada amplia y veloz, posibles objetos de valor antes que la maquinaria empiece a comprimirla.
Ese afán físico y bien humorado, típico de la juventud, también les permite esquivar las torpezas del amargado y abusivo conductor que, tan atento como ellos, está pendiente de cualquier hallazgo de tesoros ajenos. Si el descubridor del tesoro no es lo suficientemente rápido para esconderlo, será él quien se los quede.
Y así, en esa guerra diaria, con la mirada puesta en el retrovisor, el conductor acelera y frena de golpe, solo por el gusto de fastidiar la despreocupada complicidad de los jóvenes recolectores.
Escena 3
Al entrar a la calle Magnolias, los recolectores y el conductor cambian de expresión. Les espera una calle sucia, oscura y a veces violenta. Sin embargo, los jóvenes “surfean” colgados del camión con el fin de llamar la atención de los travestis y reparten gestos obscenos que son respondidos en la misma proporción. El viejo conductor se siente incómodo, molesto y refunfuña con el cigarro colgando de la esquina de los labios.
Esta calle es en la única que el camión atraviesa despacio, por la cantidad de desperdicios que hay que recoger. Extraños personajes, gente deambulante, mujeres de miradas homicidas, poetas de ojos vacíos y muchos objetos, sombras desperdigadas a lo largo del camino y, apoyadas en las puertas entreabiertas, a tono de invitación a un teatro burlesco, o expectantes en los balcones y las aceras, están ellas, o más bien “las chicas-chicos”, como dicen los tres recolectores.
Entre ambos, “chicas-chicos y chicos”, el ritual está resuelto: las chicas-chicos les sonríen, ellos las molestan o vice-versa, dependiendo del grado de vulgaridad del día. Aun así, en opinión de los jóvenes, las chicas-chicos, no son de “su tipo”, si bien no pueden disimular -ni evitar- el intercambio de miradas obscenas e intuir todos los placeres y vicios que su precaria juventud aún no les permitió saborear.
Escena 4
Pato fue el más veloz en reconocer, sobresaliendo del contenedor de basura, algo pequeño, rectangular y blanco. Sacó el aparato junto a unos audífonos enroscados en un pedazo de vidrio. Dando rápidamente la espalda al camión y a sus compañeros, guardó el pedazo de vidrio en el bolsillo del overol, se puso los audífonos y comenzó a manipular el aparato tratando de que algo suceda y sucedió. Al apretar en el círculo del centro, el aparato se activó:
“I see trees of green, red roses too
I see them bloom for me and you
And I think to myself what a wonderful world…”
Extasiado por la música que invadía sus oídos, aun sin entender las metálicas palabras pronunciadas con vehemencia por el cantante, levantó la mirada al cielo y percibió lo hermoso que estaba y luego, en calma, contempló la larga calle llena de gente, con nostalgia de la de su infancia y, encantado, vio los balcones con hermosas mujeres apoyadas en las barandas que le enviaban besos voladores y otras señoritas que desde la acera le guiñaban con timidez pueril. El cielo azul, impregnado de aves y el aroma a tarde de primavera…
Escena 5
Pato sintió el empujón y perdió uno de los audífonos. Bastó eso para que la calle regrese a la oscuridad y los travestis. Luchito percibió que algo sucedía, y para proteger el secreto, se puso también a escuchar:
“The colors of the rainbow, so pretty in the sky
Also on the faces of people going by
I see friends shaking hands, saying how do you do
They´re only saying I love you...”
Ambos se miraron y en el encantamiento sonrieron agradecidos por su amistad. Un sentimiento profundo les invadió el cuerpo y por unos instantes entendieron el sentido de la vida, de sus vidas y se atrevieron a soñar con el futuro. Las mágicas palabras se deslizaban suavemente por sus pensamientos. Fueron felices.
Escena 6
Pero la felicidad dura poco. No percibieron que el conductor se había bajado y marchaba decidido hacia ellos para averiguar el por qué de la tardanza. Jorge, obediente, había asumido la conducción del camión.
Al acercarse vio a los extasiados muchachos compartiendo audífonos. Sin comprender lo que ocurría, los empujó violentamente y les quitó el aparato. Un par de insultos bien dichos y los mandó regresar inmediatamente al camión. Obedecieron caminando de espaldas, observando atentos qué hacía él con el mágico aparato. ¿Pasaría lo mismo de siempre? ¿Se quedaría con el hallazgo? Pato y Luchito se miraron desconsolados ante la pérdida y cruzaron una mirada cómplice.
Escena 7
El conductor examinó con cuidado el aparato y se puso los audífonos. No sucedió nada. Lo apretó y sacudió y nada. Miraba intrigado a los muchachos intentando descubrir qué habían encontrado ellos que los había dejado con esa mirada tan extraña. Estaba a punto de desistir cuando, sin saber por qué, la música empezó:
“I hear babies crying, I watch them grow
They’ll learn much more, than I’ll never know
And I think to myself, what a wonderful world
Yes, I think to myself, what a wonderful world”
Y entonces recordó a su madre, los abrazos que recibía al llegar del colegio y el calor de las tardes sentado junto a su abuela mientras tejía. Recordó su pueblo que hace tanto no visitaba y pensó en una mujer, aquella que amó en su juventud. Pensó en el tiempo, tanto tiempo. Se miró las manos, ásperas y sucias y sus ojos se llenaron de lagrimas que no se esforzó en contener. Se preguntó ¿Cuándo se había convertido en el monstruo? Vio a los muchachos mirándolo a lo lejos al lado del camión y sonrió. Caminó despacio con ganas de abrazarlos.
Fuente: Roxana Sdenka Moyano
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