La pandemia propugnó conciliar el egotismo con el interés social

Todos, mujeres y hombres estamos sujetos a las reglas de conducta, las cuales tienen su sustrato en la sindéresis y pueden fragmentarse en moral personal, moral de grupo o de comunidad más cercana y la moral de la sociedad. Empero, como personas individuales confrontamos una serie de modalidades que se sobreponen y se aplican según las circunstancias que afrontamos, y el cuestionamiento reposa en que no siempre están de acuerdo con lo convencional y surgen conflictos.

Así, la moral tradicional ingresa innumerables veces en pugna con la moral constituida bajo de acción de la evolución de la propia moral y las nuevas teorías.

Aquí es importante una digresión jurídica que me permito esbozarla pues la ley con su majestad coactiva, las costumbres y la opinión pública mantienen una especie de moral media que representa el necesario equilibrio de nuestras fuerzas individuales y sociales. A todo este conglomerado de conflictividad se añaden la intensa fuerza de las pasiones y de los sentimientos; de ahí la vital importancia del equilibrio.

La vida cotidiana y los conflictos morales no revisten la importancia del anterior párrafo; la vida empuja a mujeres y hombres a seguir la vida actuando sin excesiva reflexión, salvo en una pandemia mundial como la actual que paradójicamente sirve para exaltar los sentimientos de solidaridad y los valores, acortando, por lo menos temporalmente, la distancia entre el egotismo y el interés social.

Escribíamos que el único conflicto moral que se encuentra en la existencia es la contradicción que existe entre el interés individual y el interés social. Esta gran distancia que ha creado la demencial riqueza acumulada por unos pocos y su manifiesta insensibilidad con los desprotegidos, olvidados y discriminados y, esa barrera hasta no se equilibre por la solidaridad no podremos conocer el grado de estabilidad de una nación y menos prever su destino pues se engendra un polvorín.

Es una verdad incontestable que los intereses colectivos de un país están siempre presentes en la mente de la mayoría de la población que precisamente son el estrato poblacional que ostenta menos recursos, y decanta otra verdad incontrastable que los países deben ser siempre gobernados por la mayoría, único estadio donde los intereses individuales y colectivos se fusionan y conceden a los pueblos una extraordinaria fuerza.

La causa de este egotismo es que el individuo no posee, evidentemente, más que razones o sentimientos lejanos y, consecuentemente poco activas, que le inspiren a consagrarse al interés general, empero, una sociedad no tendrá duración posible más que por la identificación de estos dos intereses.

(*) Es abogado, posgrados en Filosofía y Ciencia Política (Maestría, CIDES-UMSA), Alta Gerencia para abogados (UCB-Harvard) Interculturalidad y Educación Superior (UMSA, Posgrado Facultad de Derecho),Arbitraje y Conciliación (Especialidad), Derecho Aeronáutico (Instituto Iberoamericano de Derecho Aeronáutico, del Espacio y de la Aviación Comercial, Madrid) doctor honoris causa en Humanidades (IWA-Cambridge University, USA)

Fuente: Por: Raúl Pino-Ichazo Terrazas (*)