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Oruro entre 1920 y 2020: ¿Fuimos capaces de controlar nuestro destino?
01 sep 2020
Fuente: Por: Limber Sánchez
Hace un siglo Oruro era uno de los centros económicos más importantes en Bolivia, quizás el primero, gracias a la minería del estaño que le otorgó aires de modernidad y tendencia cosmopolita. En la capital, miles de ciudadanos, al ritmo de la economía de la época, circulaban por las calles Gobierno, Hospicio, Libertad, “1595”, Alianza y otras que hoy tienen nombres y aires distintos. En aquella época se establecieron en Oruro oficinas públicas importantes, varias representaciones consulares, bancos, grandes tiendas comerciales, periódicos, lujosos hoteles, el más importante sistema de ferrocarriles del país, emergieron muchas industrias y creció el comercio, etc. Su condición de ciudad cosmopolita le permitía compararse con las grandes urbes latinoamericanas de principios del siglo XX, el desarrollo fue tal que en Oruro se utilizó el pavimento antes que en otras ciudades de Bolivia y fue una de las primeras con energía eléctrica y servicios de telefonía.
Mientras Oruro ostentaba sus casi frívolos aires cosmopolitas, su bonanza estannífera costeaba, en buena medida y por muchos años (casi hasta 1950), el funcionamiento del aparato del Estado, la guerra del Chaco, las inversiones en el desarrollo de la agricultura y el petróleo en la región oriental y sur del país e inclusive subvenciones a tesoros departamentales deficitarios y la pesada deuda externa. La política centralista de la época, y probablemente la insolvencia de quienes nos representaron, no permitió aprovechar tal bonanza para un verdadero desarrollo de Oruro; al contrario, se produjo un crecimiento empobrecedor que nunca vio la necesidad de invertir en la diversificación e industrialización de nuestra economía, menos en un verdadero mejoramiento de capital humano.
Resulta que desde finales del siglo XIX y hasta muy entrado el siglo XX todas las exportaciones mineras fueron consideradas ingresos nacionales, con mayor razón cuando el estaño orureño y potosino significaron más de dos tercios de dichos ingresos, al menos hasta 1930. Obviamente no generaron recursos significativos para los tesoros departamentales ni para los departamentos productores. Algunas inversiones del Estado Central nos mantuvieron contentos, como la construcción del ferrocarril del occidente cuyo propósito mayor fue vincular las minas con el Pacífico (no tanto el desarrollo regional) ya que en algún momento Bolivia constituyó el 20% de toda la oferta mundial de estaño.
Después de la guerra del Chaco, emergió la producción petrolera y tuvo un tratamiento distinto al minero, más del 10% del valor de su producción terminaba en los tesoros de los departamentos productores lo que significó un impulso verdaderamente grande para esas regiones. En adición, los nuevos préstamos del país reforzaron en buena medida estas nuevas iniciativas económicas y regionales. Los que teníamos más comenzamos a tener menos y la tendencia no se detuvo.
En los 60’s y 70’s la minería volvió a repuntar, además del estaño, el antimonio, cobre y zinc fueron importantes, la producción estaba en manos públicas por efecto de la nacionalización de las minas de 1952 y la mirada central del Estado apuntaba al desarrollo de otros sectores de la economía con cargo a los ingresos mineros y deuda externa, especialmente la manufactura y la agropecuaria. ¿Recibimos recursos? Claro que sí, pero no los suficientes sino los necesarios para contentar la limitada visión estratégica de quienes nos conducían. Para este periodo, Oruro no pasaba de ser la sexta economía de Bolivia.
En los 80’s la minería volvió a caer y con ella las esperanzas del desarrollo orureño, varias de las otras regiones ya habían desarrollado lo suyo. Oruro tuvo crecimiento, suficiente para algunas miradas conformistas, pero la verdad es que de desarrollo tuvo poco.
A partir de 2003, y por más de 10 años, América Latina tuvo un auge económico sin precedentes, todos los países crecieron, obviamente Bolivia, gracias al comportamiento favorable de los precios de las materias primas en el mundo, dentro ellas los minerales. ¿Nos pusimos contentos? Claro que sí, parecía que la bonanza de 1920 se repetía, intentamos crecer, pero otra vez le pusimos poco empeño al desarrollo, ¿diversificamos e industrializamos? casi nada, ¿mejoramos el capital humano? muy poco. Como muchos ya sabíamos, llegó la nueva debacle económica y con ella una pandemia mundial que, al menos en lo que respecta a los orureños, nos encontró
en calzoncillos.
Está claro que no fuimos capaces de controlar nuestro destino porque nunca tuvimos conciencia colectiva para construir un proyecto de departamento, de región, de territorio; no invertimos seriamente para mejorar nuestro capital humano y cuidar nuestros recursos naturales, no defendimos ante el Estado central nuestros anhelos y necesidades, no pusimos las semillas para un desarrollo sostenido porque siempre fuimos dóciles ante el egoísmo centralista y la poca gratitud de quienes recibieron por años el apoyo de esta tierra.
Fuente: Por: Limber Sánchez
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