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Lunes 03 de agosto de 2020

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A cuatro generaciones de la Reforma Agraria todavía está pendiente la transformación del agro en el altiplano
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Editorial y opiniones

A cuatro generaciones de la Reforma Agraria todavía está pendiente la transformación del agro en el altiplano

03 ago 2020

Fuente: Por: Limber Sánchez

Han pasado 67 años, prácticamente cuatro generaciones, desde que Bolivia dictó la Reforma Agraria el 02 de agosto de 1953 con el propósito de terminar con el latifundio, especialmente en el altiplano y valles, y promover el reparto de tierras para quienes la trabajan. La idea era lograr con la Reforma Agraria la transformación económica y justicia social del sector.

En casi siete décadas, transcurrieron muchos gobiernos, se gastaron millones de dólares, se implementaron nuevas políticas de tierras, trabajaron miles de funcionarios públicos, participaron centenares de dirigentes campesinos, empresarios, políticos y otros actores del sector. La dinámica de esta reforma fue muy oscilante, algunas gestiones más meritorias que otras, algunas con más indicios de corrupción y cultura del privilegio que otras y, algunas descuidaron tanto el proceso que parecía desamparado.

De una u otra forma, en todo el país se sanearon miles de hectáreas de tierra y se entregaron otros miles de títulos de propiedad a campesinos, indígenas y empresarios, a este año se estima que el 80% de la tierra está saneada y tiene título. Al parecer el objetivo siempre fue entendido de modo cuantitativo, pues las desigualdades sociales que vivieron nuestros bisabuelos y sus esperanzas de transformación económica no han dejado de ser anhelos heredados de generación en generación, por lo menos en lo que al altiplano central respecta (Oruro).

Una mirada cualitativa a los resultados de la Reforma Agraria permite percatarse que las tierras de mejor calidad están ocupadas desde hace más de 40 años por empresas agroindustriales (generalmente del oriente) cuyo saneamiento ya estaría terminado y; los campesinos e indígenas (particularmente del altiplano y valle) han accedido a la tierra bajo un confuso modelo de propiedad colectiva e individual, cuya calidad y viabilidad económica son preocupantes y su fraccionamiento está al borde del colapso.

¿Qué pasó con la transformación económica y justicia social del agro altiplánico comprometida en 1953, 1996 y 2006? En este largo tiempo, el altiplano ha sufrido profundos cambios en el tamaño de la propiedad de la tierra y consecuentemente cambios en el sistema productivo y social, cambios distintos a los que se esperaban. La verdad es que muchas propiedades agrarias del altiplano ya no se miden en hectáreas sino en metros cuadrados (surcofundio) y su frágil fertilidad está siendo sometida a una fuerte presión por el uso excesivo y la falta de descanso, que las tierras comunales ya fueron fragmentadas en pequeñas unidades familiares utilizando complejos acuerdos locales, que la baja productividad de la tierra está generando más pobreza e inseguridad alimentaria impulsado una fuerte migración de los jóvenes que abandonan las pequeñas tierras heredadas de sus padres, que existen una nueva categoría de propietarios denominados “residentes” cuya cultura fuertemente citadina les permite ejercer poder en sus comunidades y dejar de lado el viejo precepto de que la tierra es de quien la trabaja.

Se nota que las políticas de tenencia de tierra de alguna forma perdieron de vista el contexto social, histórico y político de nuestra región, pues el saneamiento, distribución y titulación de tierras carecen de sentido sino están armonizadas con objetivos fundamentales de mejora de la productividad agropecuaria y del incremento de los ingresos de los productores.

No hay que olvidar que la tierra influye profundamente sobre los ingresos y las estructuras sociales y políticas de las sociedades rurales porque son el principal patrimonio y fuente de riqueza, inclusive de estatus social. Cuando la tenencia de la tierra no está convenientemente establecida los productores no se sienten estimulados para planificar su producción más allá del corto plazo, no les interesa la sostenibilidad ambiental y los conflictos sociales son una bomba de tiempo.

No se puede volver hacia atrás y mucho menos desconocer los avances logrados, tampoco se puede padecer de miopía y perder la brújula del desarrollo. La Reforma Agraria no ha concluido porque sus objetivos fundamentales no se han conseguido aún, es tiempo de llevar a la Reforma Agraria a un nuevo nivel más sensible con la realidad altiplánica, avanzar en mecanismos alternos de acceso a la tierra, promover el rol del municipio en la gestión de política de tierras, desarrollar formar inteligentes de sucesión hereditaria y reagrupación de los minifundios, establecer un mercado de tierras apropiado; en fin, hacer lo necesario para que nuestros agricultores cumplan con el anhelo de sus bisabuelos, desarrollen su bienestar y patrimonio más allá de la tenencia de la tierra, consigan justicia social que tanta falta hace y, nos proporcionen el alimento nuestro de cada día.

Fuente: Por: Limber Sánchez
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