Warning: inet_pton(): Unrecognized address in /home/lapatri2/public_html/wp-content/plugins/wordfence/vendor/wordfence/wf-waf/src/lib/utils.php on line 28

Warning: session_start(): Cannot start session when headers already sent in /home/lapatri2/public_html/impresa/index.php on line 8
Bolívar, el gigante de talla baja - Periódico La Patria (Oruro - Bolivia)
Loading...
Invitado


Jueves 23 de julio de 2020

Portada Principal
Revista Dominical

Bolívar, el gigante de talla baja

23 jul 2020

Fuente: Textos: Juan José Toro Montoya (*) Fotos: Archivo SIHP

¿Fotos en alta resolución?, cámbiate a Premium...

Militar y estadista, guerrero y poeta, estratega y desenfrenado… Simón Bolívar, el libertador de seis naciones, tiene muchas facetas y cada una es digna de estudio. Por ello, es un personaje que fascina y no termina de sorprender cuando se lo estudia.

Bolivia no solo lleva su nombre sino que, en gran medida, fue forjada por él, ya que le dotó de sus primeras instituciones, incluidas las educativas, y le dio una Constitución que, en lugar de ser la base para el crecimiento del nuevo país, se convirtió en uno de los mayores pretextos para atacarlo.

En muchos aspectos, fue un gigante, aunque ese adjetivo esté en la antípoda de su apariencia física.

Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar Ponte y Palacios Blanco era un hombre común y hasta podría decirse que era físicamente disminuido. Además de su maestro Simón Rodríguez, sus primeros biógrafos fueron sus oficiales, aquellos que combatieron junto a él y lo acompañaron en varias de sus campañas, pero estos, al momento de escribir sus memorias, se cuidaron de no ofenderlo.

Uno de sus exedecanes, Daniel Florencio O’Leary, fue lo suficientemente ecuánime como para resaltar tanto sus virtudes físicas como sus defectos.

Así, mientras por una parte dice que Bolívar “tenía la nariz larga y perfecta” y “los dientes blancos, uniformes y bellísimos”, por otra afirma que “la boca (era) fea y los labios algo gruesos”. En cuanto a su estatura, ninguno se atrevió a decir que era alto así que lo más probable es que el retrato que se exhibe en el salón principal de la Casa de la Libertad, pintado en Lima por Gil de Castro, no es precisamente el de “la más grande exactitud y semejanza”

El cuadro lleva la inscripción “En Lima, por Gil” y es obra de José Gil de Castro, el célebre artista que ha pasado a la historia como “pintor de libertadores”. Fue enviado por el Libertador como un regalo al general Robert Thomas Wilson con una carta que decía “Me tomo la libertad de dirigir a Ud. un retrato mío hecho en Lima con la más grande exactitud y semejanza”. En 1840, El hijo del militar inglés, Belford Hinton Wilson, lo envió de regalo a Bolivia y actualmente ocupa el lugar principal del salón de deliberaciones de la Casa de la Libertad. La investigadora argentina Laura Malosetti analizó la pintura y opinó que “resulta plausible, entonces, que en el marco de la instrumentación del culto a su imagen, Bolívar haya tenido una activa participación en las decisiones del pintor respecto a cada uno de los detalles de estos retratos” así que no se puede descartar la posibilidad de que haya influenciado en Gil de Castro para que modifique ciertos detalles, incluido el de la estatura.

Fundamentalmente por respeto, la mayoría de quienes lo describen dicen que era de estatura mediana y contextura delgada. “El general Bolívar es delgado y algo menos de regular estatura” apuntó el general Guillermo Miller mientras que otro exedecán, Luis Perú de Lacroix, escribió que “su estatura es mediana, el cuerpo delgado y flaco”. Citado por Carlos A. Villanueva en “La monarquía de América”, el capitán Alfonso Moyer señala que “el general Bolívar representa unos 45 años de edad: estatura mediana, cuerpo excesivamente flaco” en tanto que Eugéne Ney narra que “cuando yo conocí a Bolívar tenía él treinta y cinco años; no era alto pero bien proporcionado y flaco”. “Bolívar era de estatura mediana; de un cuerpo seco y descarnado”, afirmó José Manuel Restrepo en su “Historia de la revolución de la República de Colombia” coincidiendo con Felipe Larrazábal quien publicó que “el Libertador era de una talla regular”. Pese a sus diferencias, el general José Antonio Páez fue bastante respetuoso al señalar que “su estatura, sin ser prócera, era; no obstante, suficiente elevada para que no lo desdeñase el escultor que quisiera representar a un héroe” pero otros como John Potter Hamilton fueron más directos al señalar que “personalmente, Bolívar es pequeño, pero musculoso, bien formado y capaz de soportar grandes fatigas”. En cambio, Robert Proctor, autor de “Narrative of a journey across the Cordillera of the Andes and of a residence in Lima and other parts of Perú, in the years 1823 and 1824”, reconoce la apostura de Bolívar pero su sentencia sobre su estatura es aplastante porque afirma que “es un hombre de talla bastante pequeña”. Dos personas se atreven a

proporcionar medidas: Gustavus Matthias Hippisley y Daniel Florencio O’Leary que, como quedó dicho líneas arriba, prefiere mantenerse equilibrado. Ambos coinciden al señalar que la estatura del Libertador era de cinco pies o seis pulgadas inglesas. La conversión de esas dos medidas arrojan una estatura de 1 metro con 52 centímetros en el sistema métrico decimal, pero un autor tan serio como Eduardo Lozano Torres ha impugnado el cálculo por considerar que los pies y pulgadas inglesas del siglo XIX no son los mismos de la actualidad. Él considera que un cálculo que tome en cuenta el sistema de medición de aquellos años arroja una estatura aproximada de 1,62.

PEQUEÑA TALLA, GRAN DETERMINACIÓN

Entonces, Bolívar podía considerarse un hombre de estatura mediana si se valida la versión de que la altura promedio de los españoles del siglo XIX era de 1,62 pero, comparado con los ingleses (1,66) e irlandeses (1,68) de su ejército, hay que admitir que era pequeño.

Sin embargo, su estatura nunca fue óbice para él, ni siquiera cuando estaba en campaña y debía mandar sobre oficiales que le miraban desde arriba. José Ignacio García Hamilton refiere esta anécdota, que habría ocurrido en 1817, durante el sitio de Angostura:

“Una mañana Simón advirtió desde su tienda que uno de sus edecanes, exaltado por el ambiente de relinchos y corcoveos, olor a bosta fresca y transpiración de ijares, había apostado a sus camaradas que brincaría a su caballo desde la cola, lo pasaría libremente y caería más delante de su cabeza. Así lo hizo el oficial y Bolívar, acercándose, le expresó que eso no era ninguna hazaña y se propuso imitarlo. Tomó espacio, saltó y cayó sobre el pescuezo del animal, pegándose un fuerte porrazo. En un segundo intento llegó hasta las orejas y volvió a golpearse. Picado en su amor propio brincó nuevamente, esta vez con éxito, y se retiró satisfecho sintiendo que se había ganado el respeto de sus hombres”.

Frente a esa y otras anécdotas, hay que rendirse ante la evidencia de que Simón Bolívar no solo era un hombre terco sino, sobre todo, decidido a conseguir lo que se propusiera. ¿Dónde radicaba su fuerza de voluntad? Mi respuesta está en el dolor que sintió cuando perdió a su esposa, María Teresa Rodríguez del Toro, el 22 de enero de 1803. Para entonces, Bolívar apenas tenía 19 años y perder a su amada, con la que solo llevaba ocho meses de casado, debió ser un golpe demasiado fuerte. Habrá que recordar que el futuro Libertador quedó huérfano tempranamente así que creció ávido de un cariño que sus hermanos nunca pudieron llenar. Eso lo convirtió en un niño rebelde e indomable al que solo la tragedia pudo doblegar. Ante la tumba de su esposa juró que no se volvería a casar y llenó sus vacíos con las lecturas e instrucción de su maestro Simón Rodríguez. No es exagerado decir que, si María Teresa no hubiera muerto, Bolívar jamás se habría convertido en el Libertador.

Lleno de energía y con la guía de Rodríguez, se dedicó de lleno a la causa libertaria y no es desconocido para nadie que llegó a desdeñar a la muerte.

(*) Es presidente de la Sociedad de Investigación Histórica de Potosí (SIHP).

…y también fue periodista

Una faceta poco conocida del Libertador es la de periodista, que fue ampliamente estudiada por el boliviano Luis Ramiro Beltrán Salmón.

Desde luego, su propósito fue más táctico que informativo ya que utilizó la imprenta como un arma más y llegó a decir que esta era “tan útil como los pertrechos”. Por eso, no es raro ver que su nombre esté asociado a la mayoría de los impresos de los años de la guerra.

“A principios de 1816, con el auxilio de su protector haitiano Petion, Bolívar consigue, junto con armas, una imprenta pero ella se pierde en la derrota de Ocumare que lo obliga a refugiarse en Haití a mediados de aquel año”, refiere Beltrán quien añade que “solo en octubre de 1817 podrá el Estado revolucionario venezolano importar otra imprenta, entregando para ello al vendedor 25 mulas como adelanto. Con ella pudo al fin Bolívar, en junio de 1818, fundar en Angostura el primer periódico propio del gobierno de la revolución: el Correo del Orinoco, cuya dirección encomendó a Francisco Antonio Zea. En adelante iría a ser muy rara la ocasión en que, a lo largo de su campaña emancipadora, Bolívar no contara con una imprenta a la mano”.

Las imprentas, entonces, eran parte del arsenal de los ejércitos en la Guerra de la Independencia y una, la que fue capturada en Tumusla, se utilizó para el primer periódico gubernamental boliviano, El Cóndor de Bolivia.

Bolívar creía que “el principal y más premioso” de los objetivos de la prensa era “forjar en la colectividad el sentimiento real de patriotismo, sin el cual la emancipación de España solo podía resultar precaria” así que, además de la propaganda, utilizaba y mandaba a utilizar los periódicos que fundaba para la instrucción cívica.

Fuente: Textos: Juan José Toro Montoya (*) Fotos: Archivo SIHP
Para tus amigos: