Viernes 17 de julio de 2020

ver hoy


















Varios personajes prominentes en diversos países se han contagiado con el coronavirus. Está visto que una pandemia no reconoce jerarquías, mientras ahora, en el mundo, hay un acelerado crecimiento de personas contagiadas, especialmente en países, como el nuestro, que sufre carencias por el pasado abandono de la atención de la salud.
Es natural que algunos sientan en carne propia lo que es el sufrimiento de tantos contagiados, lo que también afecta la normalidad institucional. Y es aún peor si se toma en cuenta que aprovechando esta emergencia haya intentos extremistas de soliviantar a la población contra enemigos imaginarios.
En nuestro caso, con el contagio del coronavirus de la primera mandataria, nace la esperanza masista de que, si hay un impedimento duradero, por sucesión, asumiría el mando de la Nación la actual presidente del Senado. Así se cumplirían designios espurios. Está visto que esta pandemia es aprovechada para maniobras partidarias, es decir para intentar aprestos políticos poco sensatos, con afanes de revancha.
Es cierto que un mal generalizado causa angustia. Lo que se debería esperar en estas circunstancias es la unidad de los ciudadanos, en lugar de buscar enfrentamientos y cebarse en el infortunio. Esto es indigno, especialmente, cuando se intenta que sea usado con propósitos políticos. Pero, se escucha decir que, reconociendo que las elecciones convocadas precipitadamente en plena pandemia, causarían más contagiados y muertos, el partido de quien esto afirma, asumirá ese precio, es decir la vida de los bolivianos, para entronizar a su caudillo del que ya se sabe que cree: “Après moi, le déluge” (Después de mí, el diluvio), lo que caracteriza a los mandones.
Fuente: Por: Marcelo Ostria Trigo