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Domingo 25 de marzo de 2012

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Revista Dominical

Anamnesis colectiva para la reivindicación marítima de Bolivia

25 mar 2012

Fuente: La Patria

Por: Henry Ríos Alborta

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Ciento veintisiete años y once meses han transcurrido desde que se celebrara el Pacto de Tregua de 4 de abril de 1884, entre la República de Bolivia y la de Chile. Acuerdo que ponía, formalmente, fin a las hostilidades bélicas que iniciaran en febrero de 1879, pues bien, hostilidades Chile tuvo para Bolivia luengos años atrás de éste.

Discutible es, en tanto no se conozca y comprenda la situación histórica de la relación boliviano chilena, la legitimidad y aún la ética de una reclamación para devolver al país mutilado, su próspera costa del Pacífico. He iniciado esta nota con la evocación al Pacto de Tregua, precisamente, para aclarar esta eventual ambigüedad.

Írrito sería, ciertamente, aun cuando asista el derecho, demandar la restitución de un patrimonio o de un bien, en este caso natural, cuando se lo ha perdido en lucha justa, leal. El vencido ninguna restitución podría exigir, en cuanto tenga ética. El único terreno en que podría intentar reivindicarse, sería en el mismo en que sufrió la pérdida, en este caso, en el de la guerra.

Tal no es, para ventura de sus hijos, el caso de Bolivia en su reivindicación marítima. No lo es y la Historia lo sabe. No lo es por la legitimidad de cultura que esta nación tiene en los territorios usurpados. No lo es porque ha dado sangre de sus moradores, vidas de sus gentes y riqueza de su tierra, en la colonia, paradójicamente en el territorio más relacionado que tenía y tiene con el océano: Potosí y Oruro. No lo es porque las inconmensurables piñas de plata del cerro mítico y de los socavones de Oruro, se exportaban por los puertos hoy detentados, para engrandecer una corona (la española) y para cegar no pocas vidas de una cultura (la kolla). En efecto, sangre, vidas y riqueza material ha dado este pueblo al mundo, como ninguno en el planeta, en el afán de extraer de la tierra, sus pródigas materias. Todo esto, compréndase bien, era exportado a la península, por una de esas paradojas del destino, precisamente por el puerto de Cobija, como correspondía, boliviano después, y por Arica. Todos dos ahora conquistados. Ninguno con Bolivia.

No lo es, decía, o sea, no es la aspiración de Bolivia carente de ética, amén de los motivos expuestos y tantos otros que pueden escribirse, por la esencia de la misma guerra. Aquí bien cabe un brevísimo recuerdo. Se ha dado en creer que Bolivia ha sido y es una suerte de país famélico, endeble y asaz débil, que debe su mantenimiento como nación a la indulgencia de sus vecinos. No tal. Cierto no es. Chile lo sabe. Distinto es que Bolivia, como manera de hacer política internacional, jamás ha codiciado usurpaciones indignas, tal era su riqueza; ha podido ejercer, más bien, y para gloria de su historia, actos de elevada filosofía en su política. Es así que habiendo derrotado el Protector Santa Cruz, en Paucarpata, al ejército chileno, en 1837, y cuando podía destruirlo, decide –tal era su magnanimidad− una vez derrotados, permitirles retornar a sus lares, con sus armas, y aun proveerles de la caballada para realizar su camino de retorno (1). Fue entonces que firma el tratado de Paucarpata, sin anexarse un centímetro de territorio.

El tema aquí es la legitimidad, ética. Referí al principio de esta nota, el Pacto de Tregua de 1884, el que acordaba el cese de hostilidades entre Bolivia y Chile, precisamente porque en aquel acuerdo, o sea, al negociar la tregua, sucedía lo que sigue, referido por una persona autorizada, don Luis Barros Borgoño, ministro de Relaciones Exteriores de Chile cuando la celebración del Tratado Especial sobre Transferencia de Territorios (1895). Dice el ex ministro:

“Esa aspiración fue netamente formulada desde los primeros días de las negociaciones de 1884, y en aquellos momentos en que las tropas chilenas habían recorrido el interior del Perú y acercándose a la frontera del Titicaca y en que el ruido de las armas podía ya percibirse desde la capital de Bolivia, no vacilaban, sin embargo, sus negociadores en colocar esa condición de un puerto en el Pacífico, como base indeclinable de la celebración de la paz.

Y al hacerlo estaban seguros de que sus esfuerzos patrióticos eran justamente apreciados por los gobernantes de Chile, y que, a haber estado esos momentos en sus manos, no habrían trepidado en satisfacer esa exigencia de la vida nacional de Bolivia y de la propia tranquilidad.

Todos estos antecedentes que sería fácil explayar, concurren con perfecta uniformidad a establecer que la concesión de un puerto a Bolivia ha sido considerada en toda ocasión como la base fundamental de todo ajuste definitivo de paz entre las dos naciones”.

Sucedió a 1884 un período de negociaciones diplomáticas bastante proficuo y discutido. Sobreviene el Tratado Especial sobre Transferencia de Territorios, suscrito en Santiago de Chile el 18 de mayo de 1895 entre los Plenipotenciarios Luis Barros Borgoño, ministro de Relaciones Exteriores de Chile y Heriberto Gutiérrez, Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario de Bolivia en Chile. En el preámbulo de este tratado se establece:

“La República de Chile y la República de Bolivia, en el propósito de estrechar cada vez más los vínculos de amistad que unen a los dos países, y de acuerdo en que una necesidad superior, el futuro desarrollo y prosperidad comercial de Bolivia requieren su libre y natural acceso al mar, han determinado ajustar un Tratado especial sobre transferencia de territorio…”.

A este acuerdo siguió el Protocolo de 9 de diciembre de 1895, suscrito en Sucre por Juan G. Matta, Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario de Chile y Emeterio Cano, Ministro de Relaciones Exteriores y del Culto de Bolivia. Protocolo que, en su artículo segundo, expresa:

“Que la cesión definitiva del Litoral de Bolivia a favor de Chile quedaría sin efecto si Chile no entregase a Bolivia, dentro de un término de dos años el puerto en la costa del Pacífico, de que habla el Tratado de Transferencia”.

Artículo tercero:

“Que el Gobierno de Chile queda obligado a emplear todo recurso legal dentro del Pacto de Ancón, o por negociación directa, para adquirir el puerto y territorios de Arica y Tacna, con el propósito ineludible de entregarlos a Bolivia, en la extensión que determina el Pacto de Transferencia”.

Artículo cuarto:

“Que si, a pesar de todo empeño de su parte no pudiere Chile obtener dicho puerto y territorios, y llegase el caso de cumplir las otras previsiones del Pacto, entregando Vítor u otra caleta análoga, no se dará por llenada dicha obligación de parte de Chile, sino cuando entregue un puerto y zona que satisfagan ampliamente las necesidades presentes y futuras del comercio e industrias de Bolivia”.

En efecto, el hecho justo por donde se lo vea, de respetar la condición de Bolivia como Estado con soberanía en el Pacífico, estuvo presente en las negociaciones y en los tratados y protocolos celebrados entre Bolivia y Chile. Incluso uno de ellos, el tratado especial sobre transferencia de territorios, que asimismo contempla la necesidad y la intención por parte de Chile de que Bolivia conserve ribera en el Pacífico, fue elevado a Ley de la República de Chile.

Existen, bases sólidas en el campo histórico, político y diplomático conducentes a restituir a la nación boliviana, su calidad de país con salida propia al mar Pacífico y, por ende, al mundo.

Estos antecedentes, que necesario es ampliar y profundizar, así como hacer conocer y si posible, comprender a los bolivianos y su gobierno, a los chilenos y al suyo, y también al mundo entero; sumados a una seria observación al Tratado de 1904, publicado por el autor de esta nota en el periódico “LA PATRIA” de 11 de diciembre, 2011, muestra con plenitud de prueba, que la vindicación de Bolivia depende del carácter de las negociaciones políticas y diplomáticas que se profundicen con la República de Chile.

(1) Frontaura Argandoña, Manuel. “El Tratado de 1904” (Tesis de ingreso a la Academia Boliviana de la Historia). Presentación de Don Rodolfo Salamanca Lafuente, respuesta de Don Federico Nielsen Reyes. Publicación del Banco del Estado. La Paz, 1973.

(2) Cit. por Eduardo Diez de Medina. “La Cuestión del Pacífico”. La Paz, 1923.

Fuente: La Patria
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