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Susan Sontag: Frases al canto - Periódico La Patria (Oruro - Bolivia)
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Viernes 26 de junio de 2020

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Cultural El Duende

Susan Sontag: Frases al canto

26 jun 2020

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Tuve una infancia completamente desarraigada, viví en muchos lugares distintos: el sur de Arizona, Los Ángeles, Berkeley, Chicago, Harvard, Nueva York, París (la Francia de Valéry y Flaubert). Pero prefiero Nueva York. Hay que crearse un espacio propio con mucho silencio y muchos libros. No tengo lugar alguno donde volver, me he pasado la vida escapando.

Siento que cambio todo el tiempo. Se supone que un escritor es alguien que o bien se dedica a la auto expresión o bien trabaja para convencer a la gente, pero ninguno de los dos modelos funciona para mí. Yo escribo en parte para cambiarme a mí misma, para sacarme ideas de encima.

No creo en ellas después de escribirlas porque ya me he mudado a una nueva concepción de las cosas.

No escribo autobiográficamente: sigo mis fantasías, y mis fantasías son fantasías sobre el mundo, no sobre mí misma haciendo esas cosas.

Si tuviera que elegir entre los Doors o Dostoievski elegiría a Dostoievski. Pero, ¿tengo que elegir?

Me encanta el rock and roll, me cambió literalmente la vida. De niña, en los 40, sólo escuchaba a crooners y de pronto escuché a Johnnie Ray cantando Cry y algo me pasó en la piel.

El rock and roll fue la razón de mi divorcio, dejar el mundo académico y empezar una vida nueva.

Era como el verso de Rilke: Debes cambiar tu vida.

No conocí a nadie que estuviera interesado en las dos (cultura popular y la alta cultura) y yo lo estuve siempre. Parece bastante convincente sostener que el budismo es el momento espiritual más alto de la humanidad y que el rock and roll es el movimiento de música popular más importante que haya existido jamás.

El mundo debería ser un lugar seguro para los marginales, la gente siempre debería tener la posibilidad de sentarse en la vereda de brazos cruzados. Estoy totalmente a favor de los desviados.

Admiro a los que luchan por escribir algo que de algún modo sea irrefutable.

Es una cualidad que encuentro en Beckett, Kafka, Calvino y Borges, y también en un maravilloso escritor húngaro llamado György Konrád (...) Creo que escribir desexualiza mucho.

Yo no como, o como irregularmente y mal, saltándome las comidas, y trato de dormir lo menos posible. Me duele la espalda, me duelen los dedos, tengo dolores de cabeza. Y hasta se me corta el deseo sexual, suelo entrar en un periodo de abstinencia o castidad.

Soy totalmente indisciplinada: escribo por períodos, muy largos, intensos, obsesivos.

Tiendo a escribir los primeros borradores en la cama, acostada. Después, en cuanto tengo algo que mecanografiar, voy al escritorio y me siento en una silla de madera, y a partir de ahí todo pasa por la máquina de escribir (...) Yo siempre uso pantalones vaqueros, un viejo jersey y zapatillas.

Los dos escritores norteamericanos que me fascinan son Elizabeth Hardwick y William Gass; y no puedo imaginar escritores más opuestos a mí.

A lo largo de mi vida adulta tomé una modesta cantidad de drogas psicodélicas. Fumar hierba –algo que hice también con modestia– cambió mi sistema nervioso. Me ayudó a relajarme, por ejemplo. Es tonto, pero es verdad. Fumé por primera vez cuando tenía alrededor de 22 años.

Lo que aprendí de las drogas fue un cierto tipo de pasividad que me hizo bien porque yo era muy nerviosa.

A los ocho o nueve años escribía mucho, furiosamente. No soportaba estar quieta. Y a los 20, cuando empecé a fumar un poco de hierba, una sola calada profunda me permitía tener una idea de lo que era hibernar un poco cada tanto.

Mi sistema nervioso aprendió la lección. Mi habilidad para relajarme mejoró mi vida.

Ya no soy tan nerviosa. No derrocho tanto movimiento, puedo hacer cosas con un poco más de suavidad, aunque quizás hubiera podido recibir la misma lección aprendiendo a jugar al billar y no fumando hierba [risas]. Fue algo que me resultó muy útil. Pero no cambió mi estilo. Por eso digo que creo que escribir viene de algo más poderoso.

El libro que me hizo que quisiera ser escritora fue Martín Eden, de Jack London, ¡y terminaba en suicidio! Lo leí a los 13 años”. “empecé a leer los tres. Y la primera novela que me afectó fue Los miserables, que me hizo llorar, gemir y suspirar.

A los 13 eran Mann, y Joyce, y Eliot, y Kafka, y Gide (...) Tuve la suerte de tener un hijo y casarme siendo muy joven y elegí no volver a casarme y vivir una vida independiente, que implica un montón de inseguridades, molestias, ansiedad, frustración y largos periodos de castidad”. “Quería tener varias vidas y es muy duro tener varias vidas y un marido (...) Hay que elegir entre la obra y la vida.

Por tomar un ejemplo de un escritor al que admiro: Jean Cocteau. Coctau tendría alrededor de 20 años cuando fue a ver a Proust, que ya estaba en su habitación forrada de corcho, y le dijo: ‘Puedes ser un gran escritor, pero tienes que tener cuidado con la sociedad. Sal un poco, pero no dejes que eso ocupe una parte importante de tu vida.

Me gusta la intimidad, soy algo inhibida, de modo que me gusta estar rodeada.

Fragmentos de la entrevista que Jonathan Cott hizo a Susan Sontag en 1978 para la revista Rolling Stones.

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