No importa lo que diga el Diccionario de la Lengua Española, en Bolivia, la burocracia es la intrincada telaraña administrativa que los políticos han tejido por dentro y por fuera del aparato estatal con el propósito de cubrir sus huellas, si es que se les ocurre echar mano de los recursos fiscales.
Por ello, todo trámite en las reparticiones estatales lleva tiempo porque pasa por varios escritorios antes de llegar al de la Máxima Autoridad Ejecutiva (MAE) que le pone la firma cuando sus asesores le dicen que es seguro hacerlo.
Yo me encontré cara a cara con la burocracia cuando me metí a editor de libros con recursos municipales. Para cada uno tuve que hacer proyectos y, como no tuve paciencia para llenar formularios, una asistente lo hacía por mí. De todas maneras, igual tenía que peregrinar por escritorios cuando recogía los ejemplares porque los de la división "Bienes" debían verificar cantidades y si se apegaban a las especificaciones del proyecto. "Peor sería si no hubiera Secretaría", me decían los funcionarios municipales que me acompañaban en mis afanes. Así fue como supe la importancia que tienen las reparticiones públicas cuando tienen cierta independencia.
En un gobierno municipal, las secretarías, que antes eran oficialías, son como los ministerios del gobierno central. Cada una tiene un presupuesto y lo maneja independientemente en el sentido de que, con excepción del sometimiento a la ley, no necesita más autorizaciones "de arriba" para usar ese dinero.
En el caso de la Secretaría con la que yo hice imprimir los libros, los recursos tardaron, pero salieron. Si la Secretaría no hubiera existido, y sería una jefatura más de otra, los recursos tardarían porque habría que esperar las autorizaciones (léase paso por más escritorios) "de los de arriba".
En el gobierno central, cada ministerio tiene su presupuesto y lo maneja independientemente, Eso ayuda a que se tramite más rápido y, lo más importante: que se asigne recursos directamente cuando se elabora el Presupuesto General del Estado. Por eso es tan importante tener un ministerio.
Los artistas y gestores culturales, que son los que sufren para arrancarle recursos al Estado, saben lo difícil que es eso y por eso se movilizaron por un ministerio. Ese es el que el gobierno de la presidenta Áñez se los quitó sin más ni más, dizque para ahorrar.
Ahora, para tramitar recursos destinados a la cultura, habrá que pasar por más escritorios, los del Ministerio de Educación, y, como el gobierno se quedó sin aquella, que es la que determina nuestra formación, no tendremos que tragarnos a la burocracia, sino algo peor: la burrocracia.
(*) Es Premio Nacional en Historia del Periodismo
Fuente: Por: Juan José Toro Montoya (*)
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