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Viernes 05 de junio de 2020

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Revista Dominical

Vivencias funerarias Covid-19

05 jun 2020

Fuente: Por: Marlene Durán Zuleta (*)

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¿Puedes recordar una época tan llena de muertes como la presente?

Sigmud Freud

Todos sabemos acerca de la muerte, presente en cada instante de la vida, ante esta realidad el temor en algunas personas, siempre es cotidiano, sin embargo debemos estar preparadas(os). Finalmente este afán que compartimos en este mundo, es sólo tránsito, narramos emociones, desbordamos silencios y dejamos que nos invada la risa y el llanto.

En estos quehaceres, los pintores han reflejado crueles episodios sobre decesos, la guerra y otras pandemias, la prensa describe la catarsis, los músicos con sutileza enfocan sobre la ausencia del ser querido, los poetas trasladamos el torbellino y la paz para compartir los imaginarios, sobre el mundo de los panteones. Este espacio con descarga de cuerpos tiene acústica, alberga a grandes y chicos, sin miramientos, finalmente todos somos viajeros aquí, después será allá. En el camposanto también está la memoria de mujeres muertas por feminicidio, inermes, viendo el instante que fueron opacadas.

La ronda y la guadaña giran alrededor nuestro, antes cuando se encendía el crepúsculo, instante contundente y natural podíamos escalar interiormente hasta el corazón y rememorábamos a quienes se habían consumido en la muerte, surgían las conjeturas, un accidente, al extremo un derrame o infarto, instantáneo, irreversible y doloroso.

Las plagas se han dado desde la creación de la humanidad y se las ha denominado como epidemias, pestes, pandemias, enfermedades crónicas, amén de otros nombres ligados a estos azotes. La "Peste bubónica" (peste negra o muerte negra), diezmó a los habitantes de Europa y Asia, este brote fue el siglo XIV, posteriormente surgió la "Viruela", nuevas calamidades que no cesaban, parecía volver a encenderse el infortunio. Llegó el "Cólera", pesaba y desbordaba el trance, se advertía que muchos se habían encerrado en el ostracismo e influía en su intimidad.

Otra etapa de defunciones, terrible y horrible. El año 1918 los barbijos fueron imprescindibles, cuando se propagó LA GRIPE ESPAÑOLA, (a meses de firmar el documento de paz de la Primera Guerra Mundial), según datos estadísticos fallecieron cincuenta millones de personas, pandemia que se propagó en Europa y no llegó a Centro ni Sudamérica, así como apareció estrepitosa, del mismo modo desapareció en 1920.

Habían transcurrido 37 años y apareció la GRIPE ASIÁTICA, en febrero de 1957-1958, se había iniciado al norte de China. Por esta influenza asiática se lamentó el deceso de 1.1 millones a nivel mundial.

La GRIPE DE HONG KONG, se dio el año 1968-1970, precisamente el historiador norteamericano Alfred Grosby, escribió "La Pandemia Olvidada" dónde expiraron un millón de personas a nivel mundial.

Después, con perfil bajo se dio el SIDA, igual que las otras pandemias letal y sin tregua, desde ese entonces se lamentó el deceso de personajes del mundo artístico.

Sin aspavientos llegó Covid-19, y está en casi todo el mundo, lapidario, grotesco y sin piedad. Este virus altera los sentidos, la vida y los pensamientos, desde el presente año opacó nuestra manera de vivir. Invisible al infinito de la tierra, parecería que piensa, se detiene cerca de las aguas, escala las montañas, cruza veloz las fronteras y llega a las ciudades, al campo, se reproduce en las aglomeraciones, en el asfalto, tierra, cemento, se pega al cuerpo, a los objetos y, sin ruido e inadvertido, llega a todos los confines. ¡Desconcierta describir a este monstruo!

Vemos su imagen, repetida en la pantalla u otro medio impreso o digital. Ha de ser un punto que se agiganta visto con el microscopio, invade y se descarga contra el humano, indefenso y frágil. No reconoce posturas, sexo, edad, pobre, rico, libre o privado de libertad.

Se ha desbordado y ha mutado hasta este suelo, de verdes y ocres paisajes. La vida ya no es la misma, ha cambiado todo, desde el sueño, el insomnio hasta las más horrendas pesadillas, especialmente de quienes han caído y han tenido que lidiar con este virus. Unos han logrado vencer y, otros no pudieron contra esta pandemia, que ha ocasionado cientos de decesos.

Los galenos con diferentes conocimientos de especialidad, enfermeras y enfermeros, religiosamente han acudido al toque de la alarma. Todos acreditan su misión de salvar vidas, sensiblemente algunos en ese afán de elevar los valores de ayudar y sin temer, se han aproximado al enfermo y han sido invadidos por el virus, unos se han recuperado y otros han dejado de respirar.

Hombres y mujeres con uniforme policial y militar, recorren las calles vacías después que pasa el meridiano, deben cumplir la misión de cuidar y proteger a los habitantes, sin excepción.

No sabemos qué tiempo habrá de pasar para superar el estrés, la ansiedad y la desazón de este confinamiento. Tendrán que pasar años para caminar e intercambiar saludos con besos y abrazos como signo de amistad. Probablemente quienes estén solas o solos, en instantes deben doblar la rodilla, es decir, rendirse ante la soledad. Si bien algunos se valen por sí mismos, otros longevos y con desazón quieran abandonarse, para ir a reunirse con sus seres queridos. Imagino a quienes permanecen en los asilos, han de estar completamente aislados, desamparados, huérfanos, quienes los dejaron seguramente fueron forzados por trabajo, estudios, familia, ausencia, tal vez simplemente por indiferencia o algún imponderable.

En esta cotidianeidad se rompen las reglas, signo de inquietud, son precisamente los muchachos que se impacientan, afecta la cuarentena, se multiplica la tensión, el temor, estrés y ansiedad.

La frialdad de otras personas que hacen alusión al Covid-19, deja perplejos, no tienen sensibilidad. El Presidente de Brasil, subestimó y dijo que "sólo era una gripecita", en un solo día dieron positivo 20.000 personas, por la descripción, todos jóvenes y de condición humilde.

En Colombia, encendieron las quejas, si el enfermo quedó inerte del coronavirus, ¿por qué trasladarlo hasta la morgue?, mejor construir camas-féretros, es decir si el pariente llegara a perder la vida, simplemente cerrar la caja para el entierro correspondiente. La impotencia enceguece a los habitantes.

El Presidente Vladimir Putin, en una de sus últimas declaraciones manifestó duramente, que "todos tenemos que morir, cual es el problema, con contagio o sin contagio da lo mismo".

Los canales televisivos nos hacen partícipes de estas vivencias funerarias por el Covid-19, hay restricción para asistir a los entierros por los protocolos, como sucedió y conmocionó a Rossana Castillo, mamá Carmela murió en la residencia, un espacio geriátrico de Monte Hermoso, Provincia de Cáceres, al este de Madrid, en España. No permitieron verla, después recibió en un cofre las cenizas del ser que le dio vida. Otros sufrimientos, prohibido acompañar en los últimos momentos de quién está a punto de desfallecer, el sobre aviso podría contagiar y multiplicar. A otros decesos por antiguas enfermedades no se puede asistir, es penosa la triste despedida,

sólo acude y participa la familia con mucha reserva, con máximo de 10 personas. En el tiempo de cuarentena sensiblemente no llegamos a enterarnos del fallecimiento de algunas personas que conocimos.

Otro tema que afecta, es no contar con el medio escrito, la restricción de salidas, no permite adquirir a diario.

Covid-19, es crisis sanitaria, consumo de fármacos, insuficiencia respiratoria, desvelo e impotencia de los guardianes de uniforme blanco, convertidos en vigías de la humanidad, él virus ha roto la paz de las familias, exalta a la muerte y a diario acude con virulencia e invidencia total.

Este desastre, arrastra el testimonio minucioso de quienes logran salir de terapia intensiva, describen la realidad, la existencia de esta ponzoña. Advierten de este suceso, que si no hay respeto y disciplina, puede ser fatal. ¡Este virus no es espejismo, invención ni ficción!

Ojalá que la cepa, se vaya opacando y apagando con el prefacio de los días, aunque estamos en otoño, con el invierno que se avecina pueda extinguirse este mal, y no sea ensayo, el fin de la humanidad.

Seguiremos resistiendo a estos crueles momentos, que los conversatorios no se apaguen y sigan llegando por medio del hilo telefónico para no olvidar a las amistades. En algún instante debe y tiene que caer esta desgracia y podamos volver a emprender, cerrando este capítulo, epílogo incompasible, sin dimitir a los sueños.

(*) Es Poeta, escritora, compositora e

investigadora de la cultura orureña

Fuente: Por: Marlene Durán Zuleta (*)
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