Loading...
Invitado


Viernes 05 de junio de 2020

Portada Principal
Revista Dominical

¿Quién vigila a los vigilantes? Justicia, apartheid y gobernanza en tiempos de George Floyd

05 jun 2020

Fuente: Por: Erick Fajardo

¿Fotos en alta resolución?, cámbiate a Premium...

Los ocho minutos y 45 segundos de registro en video del oficial Derek Chauvin de la Policía de Minneapolis asfixiando con su rodilla al afroamericano George Floyd hasta producirle la muerte, ha tenido el efecto de un cerillo en un tanque de octano; un detonador accionado en medio de una sociedad al extremo de la cordura tras noventa días de cuarentena y dos siglos de velado pero eficaz Apartheid.

La actuación de Chauvin, más allá de lo criminal, fue un mensaje político de cinismo y desprecio por la comunidad negra, pero también una siniestra metáfora sobre el orden social en el país de residencia de la más grande y diversa diáspora del planeta.

Durante toda la semana estudiantes inmigrantes que asisten al colegio comunitario de Norte de Virginia cubrieron a diario las diez millas que separan la ciudad de Alexandria de la capital, para sumarse a las protestas contra el racismo estructural y represión policial, apoyada por el gobierno de Donald Trump.

Directivos de condado en las vecinas Virginia y Maryland hicieron público su apoyo a las manifestaciones contra el doble-estándar en la aplicación de la ley, mientras profesores de las capitalinas George Washington University y Georgetown hospedaron foros virtuales para deliberar un malestar crónico en la cultura americana: el ejercicio de la soberanía vía la normalización del estado de excepción; el exceso matizado en el uso de la fuerza pública como mecanismo de reafirmación de un Apartheid invisible pero implacable.

Que los Estados Unidos es un estado panóptico quedó claro con la etnografía de Ruth Gilmore Wilson sobre el Gulag de Oro, la industria de la criminalización de "negros y cafés" (Gilmore dixit), atraídos a California en los 1970 por empleo en la industria bélica y cesados tras el fin de Vietnam y la era de las intervenciones. Su tesis: una sociedad en que la segregación pasó de ser el guion social de una minoría a ser política pública no explícita; una arquitectura jurídico-social encubierta que produjo la "Ley de 3 strikes" para alimentar con minorías el sistema penitenciario y reducir las cifras de desempleo, mientras creaba empleo sostenible y seguro para la minoría blanca.

Si, vivimos en un país en que una raza literalmente "vigila y castiga" a las demás.

Ser celador o policía, en general la industria de la seguridad pública, ha sido desde el siglo XIX una de las ocupaciones por defecto de las minorías caucásico-americanas semi-educadas, mientras que una carrera como prosecutor o juez es un nicho natural de esa elite blanca instruida que imagina América "moderadamente inclusiva" pero monocromática en esencia.

Morir en custodia policial no es un suceso aislado, porque la institución de la seguridad pública es todavía el reducto de una minoría cuyo credo es su supremacía.

La tercera temporada del podcast "Serial" de la socióloga Sarah Koenig, desglosa en once episodios cada fibra de la colusión racial de jueces y policías en Cleveland para justificar la ejecución del adolescente afroamericano Tamir Rice. Koenig da cifras y estudios de caso espeluznantes sobre el monopolio institucional del blanco en estados negros, y sobre un sistema segregado de justicia en el que "nunca ayuda ser negro y nunca perjudica ser blanco".

Pero Minnesota, California u Ohio no son excepciones, ni la violencia estructural se limita a un grupo racial. Los Estados Unidos es un país de inmigrantes, en que la complejidad del proceso de naturalización, combinado con la proscripción de los extranjeros, ha sido la lógica para limitar el derecho a la participación política a la gran mayoría de los nuevos americanos.

América vive la paradoja de una vasta clase trabajadora, que produce, tributa y observa la ley, pero que jamás accederá a la ciudadanía. Rige una ingeniería jurídico-social en que las verdaderas mayorías jamás eligen o son elegidas pues permanecen proscritas como "ilegales" desde su llegada a los EE.UU.

La rodilla en el cuello de Floyd es apenas una metáfora de la cínica impunidad con el que una minoría étnica ha gobernado un país diverso bajo un complejo y entrampado andamiaje de procedimientos policiales y esquemas legales que judicializan el origen y no los delitos.

Las enardecidas protestas y la réplica de indiferencia gubernamental me devuelven a Koenig hablando del "desencuentro de lenguajes" entre la sociedad civil y el estado tras la ejecución policial del muchacho Rice en 2014: Ciudadanos que demandan debatir la violencia de forma "histórica, cultural y estructural" y policías - o en este caso un estado - que insiste en simplificar el problema a lo "específico, personal y procedimental".

No nos vamos a entender hasta que el estado asuma que su política de seguridad interna no está concebida para actuar contra individuos, sino para penalizar, detener y recluir sistemáticamente a comunidades, muchas veces con desenlaces fatales, que son siempre "aceptables" en tanto reafirman la condición de poder de la minoría blanca.

Hemos transitado la lúgubre senda entre el sueño americano y el universo paralelo de Alan Moore y entonces urge preguntarnos ¿Y quién vigila a los vigilantes? Como apuntó el legendario jugador de baloncesto Kareem Addul-Jabbar, una América que las elites y sus clientes no quieren ver; una América invisibilizada por un sistema de exclusión disfrazado de justicia, le ha respondido a esas elites desde las calles de Minnesota y Washington DC: "¿Ahora nos ven?".

Fuente: Por: Erick Fajardo
Para tus amigos: