Necesidad de un estado diligente

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Es una verdad indiscutible que la familia no agota las aptitudes esenciales de mujeres y hombres para acometer la vida social, tampoco está en condiciones de solventar todas las necesidades humanas. Por estas dos específicas razones, la acción de unirse con el objetivo de constituir una comunidad, no alcanza su fin con la familia; tampoco las comunidades libres cuyo origen es la libre voluntad.

Este primer párrafo ya infiere a lectoras y lectores la carencia de una ampliación y un acabado de la mancomunidad que garantice que la disposición esencial de mujeres y hombres para vivir en sociedad encontrando su completa satisfacción y no quedará insatisfecha ninguna de las necesidades que la familia es incapaz de atender. Esta mancomunidad terminal es una sociedad natural porque emerge infatigable por la misma naturaleza humana.

De ahí que el columnista elige el título del epígrafe pues constituir parte de un Estado en la administración del mismo requiere un conocimiento de su gran alcance, ya que el concepto profundo deviene de la antigua Grecia, debido a que la comunidad pública era la ciudad, que a su vez da origen al término política.

Los políticos con decisión que administran un Estado deben ser individuos formados para ello, sumiéndose hasta el hartazgo en el concepto de servidor público, además corporizar con acciones la connotación de apostolado cuando se sirve al ciudadano, ambos conceptos excluirían la corrupción y la endémica creencia de los partidos políticos que pugnan febrilmente por administrar un Estado para enriquecerse.

Un Estado diligente debe cuidar inflexiblemente que se cumplan estos nobles postulados y dejar de pensar, aunque exista un ordenamiento jurídico vigente en democracia, que disponen de jurisdicción ilimitada en todos los aspectos, rechazando cualquier vinculación con los demás o con la comunidad situada por encima de ellos, lo cual es una aberración conceptual ya que el pueblo siempre estará por encima de un Estado pues es su núcleo constituyente y su quididad.

Lo expresado fundamenta que es el pueblo el elemento esencial de un Estado o el conjunto de quienes lo integran. El territorio es la base espacial de un Estado y su organización está acabada con los órganos de poder que son portadores del poder estatal. En todo caso es preceptivo comprender que el poder estatal no es el poder sobre el Estado, sino poder del Estado sobre la población, empero, esto se extiende hasta donde es preciso por razón del bien común, sin rebasar este límite.

Cuando un Estado en su integridad piensa y actúa así frente a la población es un Estado diligente que, en sus connotaciones más importantes significa: cuidado, celo, solicitud, esmero, desvelo en la ejecución de la administración de un Estado, en el desempeño de una función cualquiera que sea, en la relación con los ciudadanos; también prontitud, rapidez, agilidad que valorizan la laboriosidad en el trámite administrativo y judicial.

(*) Es abogado, posgrados en Filosofía y Ciencia Política

(CIDES-UMSA,maestrn), Interculturalidad y Educación Superior (UMSA), Alta Gerencia para abogados (UCB-Harvard), Arbitraje y Conciliación (Especialidad), Derecho Aeronáutico (Instituto Iberoamericano de Derecho Aeronáutico, del Espacio y de la Aviación Comercial, Madrid), doctor honoris causa en HUMANIDADES con tesis aprobada (IWA-Cambridge University, USA).

Fuente: Por: Dr. Raúl Pino-Ichazo Terrazas (*)