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Lunes 25 de mayo de 2020

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Editorial y opiniones

Cultivos transgénicos: ¿oportunidad o amenaza?

25 may 2020

Fuente: Por: Limber Sánchez miranda

Los transgénicos son la expresión reciente del desarrollo agrícola que nació hace 10 mil años cuando el homo sapiens comenzó a domesticar plantas para alimentarse. Fue el comienzo de la revolución agrícola que gradualmente se extendió por milenios promoviendo el rápido crecimiento de la población mundial y de áreas de cultivo con especies selectas destinadas a la alimentación de las poblaciones, fue el primer gran paso en el progreso de la humanidad.

A un ritmo intenso y sin pausa el desarrollo agrícola dio otro gigantesco paso con la revolución verde que, en la segunda mitad del siglo XX, aumentó significativamente el rendimiento de los cultivos mediante la producción de semillas de calidad e insumos agrícolas (fertilizantes, plaguicidas y herbicidas) y promovió la mecanización del agro, logrando mejorar la seguridad alimentaria, el nivel de vida y el crecimiento económico de muchos pueblos.

Casi al estilo de la ciencia ficción, para inicios del siglo XXI la agricultura ya era el actor principal de la revolución genética, la ciencia había logrado manipular el genoma de los seres vivos mediante la ingeniería genética, técnica capaz de transferir genes de una especie a otra diferente y producir organismos genéticamente modificados (OGM`s) que, en el ámbito de la agricultura, se llaman cultivos transgénicos cuyas características serían superiores respecto los cultivos convencionales. Si se observa bien, la humanidad se ha basado permanentemente en técnicas de mejora genética para conseguir cultivos superiores, al principio los seleccionó, luego obtuvo híbridos y ahora dispone de transgénicos.

En pocos años los transgénicos han transformado profundamente el concepto de producción y oferta de alimentos, piensos (alimentos para animales) y materia prima para la industria. Sólo algunos ejemplos para darse cuenta de aquello: el maíz con beta caroteno, la soya RR resistente a herbicidas, el algodón Bt resistente a plagas, el "protato" o papa fortificada con proteína de amaranto, el arroz dorado con beta caroteno, las manzanas "Arctic" que no se oxidan, las piñas rosadas con licopeno para protegerse del cáncer y muchos en desarrollo como el trigo bajo en gluten o el tomate como vacuna comestible contra el Covid-19.

Estos cultivos se integraron significativamente a la agricultura mundial, para 2016 la soya, el maíz, el algodón y la canola transgénicos se cultivaron en al menos 200 millones de hectáreas. El primer productor es EE.UU., le siguen Argentina, Canadá, Brasil, China y al menos 25 países, muchos de ellos en vías de desarrollo.

Bolivia no es indiferente a esta realidad, en 1998 hizo sus primeras pruebas con la soya RR resistente al herbicida glifosato y para 2007 ya estaba produciendo miles de hectáreas de acuerdo a algunos informes. En 2019 aprobó el uso de la soya HB4 resistente a sequia con fines de producir biodiesel y este año aprobó el uso de semillas genéticamente modificadas de maíz, caña de azúcar, algodón, trigo y soya, mediante evaluación abreviada, con el fin de fortalecer el abastecimiento del consumo interno y comercialización externa.

Este tema es bastante polemizado respecto sus beneficios y riesgos. Unos aseguran que los transgénicos aportan significativamente a la medicina, la seguridad alimentaria, la eficiencia productiva de cultivos que rinden más y pueden resistir plagas, enfermedades, sequías, heladas y otros factores del cambio climático, la economía de los agricultores y el medio ambiente porque reducen el uso de recursos (tierra, deforestación, insumos químicos, agua, etc.). Otros los reprueban, afirmando que los transgénicos son altamente nocivos para la salud porque contienen alérgenos, toxinas y otros componentes dañinos, son agresivos con el medio ambiente porque podrían degradar la biodiversidad contaminando la genética de las especies nativas y, sus beneficios económicos están concentrados en pocas empresas transnacionales que controlan el mercado mundial de agroquímicos y biotecnología donde los agricultores, especialmente pequeños, están fuera.

Incorporar transgénicos al desarrollo agrícola no pasa por una norma orillada por la emergencia, requiere construir una política pública de largo plazo con la participación activa del sector público y privado "con toda su pluralidad" que permita tomar decisiones legítimas y coherentes para beneficio de la sociedad y particularmente para mejorar el nivel de vida de los agricultores y comunidades rurales. Es imperativo comprobar nuestras capacidades en biotecnología, control de inocuidad, regulaciones específicas, derechos de propiedad, manejo de recursos genéticos y todos aquellos aspectos vinculados a la gestión de esta temática. Es imperativo también discutir los verdaderos efectos de los transgénicos en las limitaciones agroproductivas (plagas, sequias, riqueza nutricional, etc.), el medio ambiente, la pobreza rural, el mercado, etc. Sólo así se podría conseguir una estrategia sostenible económica, social, fiscal y ambientalmente, sólo así se deberían promover leyes, asignar recursos y conseguir participación social.

Los transgénicos no son un fin, son sólo una herramienta que, en la medida que se conozca de ella, se podrían generar muchas oportunidades o al menos evitar amenazas que una equivocada decisión podría causar.

Fuente: Por: Limber Sánchez miranda
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