Esta columna se inicia con una interrogación: ¿cuál es la causa de observar la preocupación latente por la seguridad en las viviendas de las grandes ciudades, cuyos habitantes se atrincheran tras puertas cerradas con doble llave, con cámaras de televisión y con servicios privados de policía que les protege contra la creciente inseguridad en la calles?, la respuesta arroja un matiz económico debido a que los grupos de ciudadanos que disfrutan de mejor condición económica están en situación favorable de protegerse contra la inseguridad y levantar barreras que producen discriminaciones de hecho y, que hacen más difíciles, los esfuerzos dedicados a la integración social y al fomento de una noción más justa de los derechos del ciudadano.
El primer párrafo discurre en una situación rutinaria en nuestra idiosincrasia, empero, ahora con la inesperada pandemia la situación asume un cariz diferente y dramático, pues el aislamiento es obligatorio y la seguridad se centra a evitar el contagio.
Es muy preocupante que este encierro haya detonado otras consecuencias que son que consternan profundamente como la estadística que, numerosas personas han muerto, no por el contagio del corona virus, sino de soledad y pena por no recibir la visitas acostumbradas de sus familiares y amigos cercanos; esto está sucediendo con las personas de la tercera edad que viven en casas de reposo; lo relatado está y sigue sucediendo hoy incrementándose el número de decesos de personas que podrían vivir muchos años más.
Parece que la expresión "junglas de asfalto" se transforma en una figura retórica, por el contrario, la fuerza y la violencia serán necesarias para sobrevivir y, peor, surgirá la tendencia de organizarse en grupos antagónicos con la preocupación ilusoria por asegurar nuestra seguridad. No es absurdo el temor que nuestras poblaciones urbanas que crecen sin contención, promuevan la erección de verdaderos fortines protegidos electrónicamente para ofrecer a sus ocupantes todas las ventajas de un consumo de lujo, sin aventurarse por senderos peligrosos.
Este párrafo precedente es válido de igual manera para tiempos rutinarios y sin una crisis como la actual; hoy, por lo contrario, se ha exacerbado la solidaridad y la cooperación, los vecinos universalmente se preocupan por su estado y provisión de alimentación y elementos necesarios mutuamente y utilizan para ello el teléfono y el internet sin importar los costes para auxiliarse. Pronóstico de un mundo mejor cuando esta pandemia sea superada.
Lo precitado no es otra cosa, sin eufemismos, un llamado a las autoridades que deberían asegurar el orden público por los medios tradicionales y asentir que se está fallando en la aplicación de las técnicas modernas de crear seguridad a las poblaciones y no obligar a éstas a someterse a instrumentos aterradores de vigilancia.
Con toda esta parafernalia de oferta de instrumentos de seguridad y ante la evidencia de la existencia de una seguridad que no suscita credibilidad en los ciudadanos, es obligación constitucional del Estado encomendar con determinación y los medios esta vital función a la Policía, para que con la máxima diligencia, capacidad y responsabilidad, la cumpla.
En esta pandemia las poblaciones se conciencian que se está depauperando la libertad de acción y movilidad que son características inalienables de las sociedades democráticas, consecuentemente amenazadas, debiendo preservarse las adquisiciones más valiosas de nuestra civilización como es la vida privada en paz que podría disolverse y desaparecer, pues con la evidencia de la negligencia de no generar máxima seguridad por los estamentos designados por la constitución se está agraviando a la sociedad.
(*) Es abogado, posgrados en Interculturalidad y Educación Superior (UMSA), Arbitraje y Conciliación(Especialidad), Alta Gerencia para abogados(UCB-Harvard) Derecho Aeronáutico( Instituto Iberoamericano de Derecho Aeronáutico, del Espacio y de Aviación Comercial, Madrid) Filosofía y Ciencia Política (Cides-UMSA, maestn), doctor honoris causa en HUMANIDADES con tesis aprobada (IWA-Cambridge University, USA)
Fuente: Por: Dr. Raúl Pino-Ichazo Terrazas (*)
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