Las fichas en el tablero político

Puede que en el tiempo presente con la pandemia posesionada en muchos países y también en el nuestro, se haga necesario un ajuste particular en la disposición de las fichas en el tablero político, entendiendo que a mayor tiempo sin actividad práctica, muchas instancias de un proceso electoral pueden quedar simplemente inútiles para ser renovadas cuando las circunstancias así lo determinen y el juego sea restablecido.

Hay que recordar que a principios de año, se desató una competencia inusitada de encuestas, en función de candidatos ya definidos, incluyendo en esa alternativa a la Presidente Jeanine Áñez, por otra parte los dirigentes cívicos, en Santa Cruz y Potosí, ratificando la presencia del candidato "occidental" Carlos Mesa y la posibilidad de otro ex-mandatario, Jorge Tuto Quiroga, entre los más sobresalientes. Las encuestas marcaron porcentajes, calificados como "muy entusiastas", pero también considerados como moderados en tiempo y espacio.

Los partidos tradicionales, los que cuentan con registro electoral, renovado y activo, han estado moviendo algunas fichas en el tablero, derecha o izquierda, dejando de lado en algunos casos, elementos expresamente ideológicos que marcaban su ubicación partidaria. Se abrió el comercio de partidos y siglas, el tránsito de candidatos afanosos en reubicar sus planteamientos y hacerlo en las mejores condiciones que admitan militantes originales, nuevos incorporados y hasta elementos renovadoras. En esas circunstancias es que actualmente están definidos algunos partidos, agrupaciones ciudadanas y saldos "sociales" de ciertos movimientos desubicados.

Las encuestas pueden o no ser confiables, el hecho que valora sus cifras, es nada más, ni nada menos que la lealtad ideológica y partidaria, el respeto institucional y el frio análisis de condiciones en que se desempeñan los candidatos, de ahí que, valdría más un debate, que encuestas muy trabajadas en busca de segmentos sociales para "apoyar" algunas candidaturas.

La decisión del Gobierno de Transición es elementalmente de cumplimiento de un encargo de la colectividad y que se trasunta en nuevas elecciones, bajo normas de respeto a la Constitución y las leyes, pero en condiciones que sean plenamente favorables para alcanzar esas metas, sin que ni virus alguno o políticos altaneros, sean factores para forzar, un proceso y un acto final que sea el resultado de la voluntad popular.

El asunto es cuestión de tiempo, quizá muy adecuado para permitir que los políticos, sus candidatos y seguidores, ajusten sus fichas en un sólido tablero que garantice el movimiento seguro de un proceso electivo, sin la menor posibilidad de que una fraudulenta acción, sacuda el tablero de la democracia.