Era el mes de la primavera a principios de la década de los setenta del siglo pasado, donde nació "Trocante de maní", un niño inocente que llegó a la vida del vientre de su madre, una mujer bastante humilde y sencilla que sustentaba su hogar con la venta de gelatinas y otros productos de consumo diario, Inocencia nombre de la madre que tenía una trenza larga, una blusa con botones desalineados, una falda negra arrugada por el trajín del trabajo; le acompañaba un niño de unos seis años con cabellos negros y cortos, tez morena y una mirada alegre y feliz al lado de su señora madre, con quien compartía largas horas del día, excepto para ir a la escuela del barrio con un pantalón azul arrugado y descuidado, un guardapolvo blanco que parecía más beige por los años de servicio, un morral de saquillo "bedoya" que era acondicionado para llevar el cuaderno de cincuenta hojas y los lápices de colores que servían para hacer las tareas encomendadas
El ingreso de la estación del tren, por donde transitaban locomotoras y vagones que llegaban del interior de nuestro país, hermosos recuerdos que no borrarán de la memoria de quienes trajinaron por las calles empedradas de la calle Bolívar y 6 de Agosto, el sector de las floristas, recordar a quienes vendían chiflarías en las adyacentes de esta zona populosa, es recordar y hablar del "Trocante de maní", el niño que vivió por corto tiempo con su madre quien le enseñó a vender diferentes productos desde gelatinas en copas retornables, los exquisitos chantilines, batido de leche y limón, además de los trocantes de maní, maní aprisionado y mezclado con dulce que por cierto era bien conocido en el medio de los casuales transeúntes de la urbe orureña.
Un niño que tuvo su propio sentimiento por un equipo de fútbol, San José de Oruro, del que se enamoró cuando iba a vender los trocantes de maní en el templo del fútbol, el estadio Jesús Bermúdez Tórrez, testigo de la hazaña de un hincha que sólo sabía de sus goles y los colores de su San José.
Cuando "Trocantes de maní "preparaba su arsenal para vender, iba vestido de los colores de San José, su arlequín azul y blanco, su cajón de cartón que llevaba dos cuerdas cruzadas a la espalda para sostener sus productos de golosina, estaba decorado por los recortes de periódicos que tenían las figuras de sus ídolos de la época.
Corría el mes de noviembre de 1980, era una mañana nublada, la historia marcaría la muerte de la madre de "trocantes de maní", dejando un vacío inmenso y lleno de obscuridad, un niño de diez años aproximadamente solo sin la madre que le enseñó a trabajar para sobrevivir, sin hermanos, ni padre ni perro que le ladre.
"Trocantes de maní" se preguntó con frecuencia: ¿Causé yo la muerte? ¿Quién me va a cuidar? donde empieza a estructurar su propio mundo, como el de la protesta, donde "Trocante de maní" añora amargamente a su madre fallecida y suplica que vuelva; empieza a perder la esperanza que vuelva, llora intermitentemente y se vuelve apático, en fin, quedan secuelas que le marcaron la vida de peregrino.
La psicóloga Silvia Álava, autora de libro Queremos hijos felices (JDEJ editores, 2014), menciona que los niños no entienden el concepto de no retorno, en el que explica pasos elementales como coadyuvar a niños y niñas que pasan por esta crítica situación de perder a uno de sus progenitores.
Volviendo a lo nuestro, "Trocantes de maní", no asimiló la muerte de su madre; a medida que transcurrían los años se fue convirtiendo en una persona aislada y apática, en la que miraba el ocaso del día y se perdía en el tiempo como queriendo encontrar una explicación a su desdicha.
Un trastorno mental o del comportamiento se caracteriza por una perturbación de la actividad intelectual, el estado de ánimo o el comportamiento que no se ajusta a las creencias y las normas culturales, va acompañado de angustia e interferencia con las funciones personales, se caracteriza por dolores, trastorno del sueño, tristeza, miedo, ansiedad, dificultad para pensar con claridad, creencias anormales, alteraciones de la memoria, conducta agresiva, incapacidad para realizar las tareas corrientes de la vida diaria, percepción visual o auditiva de cosas que otras personas no ven u oyen, lo cual provoca un sufrimiento de estas almas que quedaron dementes.
Van más de tres décadas que "trocantes de maní" vive en un paraíso, donde su Edén es la calle y las esquinas de los basurales su techo decorado con nubes de esperanza límpido y estrellas que le dan una esperanza de un minuto más de vida. Haraposo y sucio, cubierto con un una sábana que por el tiempo esta descolorida, lleva un sombrero de paja que tiene visera para que entren los rayos solares, el saco y abrigo que le regaló un buen amigo, un pantalón largo que parece corto por el desgaste del caminar por las calles de nuestro Oruro, cargado de bolsas, agarrado con cuerda a la espalda que le recuerdan cuando vendía golosinas; el cuerpo corroído por el tiempo, el rostro con una capa de escama de suciedad, así vive "trocantes de maní", hasta que Dios le recoja para vivir feliz y eternamente al lado de quien le dio la vida, su madrecita Inocencia.
Vivimos tiempos difíciles, con la enfermedad del coronavirus, época de cuarentena y las personas en situación de calle en Oruro; así como "trocantes de maní", cuantas personas están en situación lamentable en esta pandemia sobreviviendo en Oruro.
Los mendigos e indigentes no son vagos ni maleantes, si no personas dignas de comprensión. La mayoría de ellos han sido personas de vida normal hasta que una desgracia sobrevenida les ha sacado de su vida anterior, nadie nace mendigo. El problema de la mendicidad y la indigencia tiene que ver con el funcionamiento de nuestra sociedad.
La Constitución Política del Estado, en su título II, Art.13, inc. I. señala: Los derechos fundamentales por esta Constitución son inviolables, independientes, indivisibles y progresivos. El Estado tiene el deber de promoverlos, protegerlos y respetarlos.
Respaldados en esta norma Suprema debería trabajarse en un Proyecto Ley de Protección a personas de Vulnerabilidad Social e Indigencia, ¿no les parece?
Una Cámara Nacional de Diputados que no trabajaron en esta normativa, una Asamblea Legislativa Departamental de Oruro que no encontró la brújula como comenzar con una norma departamental ni qué decir de los concejales del Gobierno Autónomo Municipal de Oruro, que más se ocuparon en esta gestión de su mandato, en arrebatar el curul del ejecutivo municipal, dejando dormir iniciativas que deberían emerger de la Secretaría de Desarrollo Humano, con su brazo operativo de la Dirección de Igualdad de Oportunidades.
En fin, en esta época de la enfermedad del Covid 19,se pone de manifiesto de una mala voluntad política para trabajar en beneficio de los más desprotegidos, dejemos de lado falsos discursos, acciones mediáticas de solidaridad y apoyo a las personas en situación de calle cuando en el fondo las autoridades llamadas por ley, no levantaron la pluma para redactar un proyecto de Ley que proteja a los desprotegidos; estoy convencido de la caridad humana del pueblo orureño para ayudar con un pedazo de pan y algo de agua al peregrino que pasa por su casa en nombre del Señor Padre todo poderoso.
El hombre es por naturaleza, mendigo del amor, necesita del amor para ser y para convivir juntos con los demás y en su corazón está inscrito ese amor creado por Dios.
Atte.
(*) Es Comunicador Social, Periodista
Fuente: Por: Román Eddy Ramírez Rocha (*)
