Sábado 25 de abril de 2020

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El hecho de que las fosas nasales del recién nacido sean más estrechas y su sistema inmunológico esté aún inmaduro hace que los bebés sean un blanco perfecto para los resfriados y los catarros. Pero sus defensas se fortalecen en cada encuentro con un nuevo virus, pues aumenta su inmunidad. Aunque no hay que hacerse ilusiones: hay unas 250 clases de rinovirus susceptibles de enfermarle por un período medio de una semana.
Cualquiera puede sufrir un resfriado, incluido un recién nacido. Tal vez el bebé tenga suerte y no coja un solo catarro en su primer año, pues recibe anticuerpos a través de la placenta, y la leche materna también aporta anticuerpos contra las enfermedades y es la mejor vacuna. Pero también puede que pase media docena de catarros, sobre todo si hay algún hermano mayor que traiga los virus de la guardería.
Es normal el desvelo de los padres. Un resfriado ordinario es ya de por sí muy molesto para un bebé. Los adultos podemos sonarnos la nariz y, si es preciso, respirar por la boca; sin embargo, los bebés no pueden limpiarse la nariz y, cuando están chupando del pecho o del biberón, deben respirar a través de ella, o al menos intentarlo. Por cierto, la lactancia no debe interrumpirse porque la madre esté resfriada.
Fuente: Fuente: serpadres.es