No pretendo sea este un artículo de tipo científico; por el contrario, un espacio para compartir experiencias acerca de este tema tan ansiado y esperanzador para los bolivianos: el litio. Allá por los años ochenta, se puso en tapete la necesidad de explotar este material en beneficio de la economía boliviana. En ese entonces, la idea fue la de entregar el recurso natural referido a la voracidad de las transnacionales y como siempre, queden migajas para el esmirriado pueblo boliviano. A esos intentos se opusieron tenazmente algunos ciudadanos a quienes debemos agradecer su tiempo y esfuerzo, dedicados a este propósito. Sin embargo, no se avanzó en lo más mínimo en la generación de tecnología que permita el uso sostenible del preciado material. Así llegamos al siglo XXI, mientras Chile y Argentina avanzaron en este campo tecnológico, nos quedamos donde mismo y con la incógnita latente acerca del futuro del país. Una vez instalada la actual gestión gubernamental, la decisión fue industrializar el litio, aspecto que merece destacarse; pero, sin tomar en cuenta que carecemos de conocimientos para tan noble fin.
Desde entonces, se intentó sin éxito interesar a potenciales socios estratégicos, poseedores de tecnología especializada y hasta el presente, no se tiene nada claro al respecto. En este marco, me pregunté muchas veces ¿por qué, Japón no luchaba a brazo partido para ser el socio estratégico boliviano, si se supone, que el litio es un material estratégico para la industria automovilística? Industria en la cual Japón, es nomás una autoridad de talla mundial, La respuesta creo la obtuve hace no mucho tiempo de un amigo del citado país, quién manifestó que abandonaron la batalla por el litio, porque estaban abocados a desarrollar la tecnología del magnesio; debido a la inestabilidad demostrada del litio en sus aplicaciones, especialmente en su forma de baterías. Fue una sorpresa y quedé pasmado al escuchar la versión citada, pero al mismo tiempo encontré inmediatamente la explicación del porqué de aquel comportamiento.
En primer lugar, para quien conoce la ingeniería de los materiales no es extraño llegar a la conclusión que el magnesio es uno de los elementos más abundantes en la corteza terrestre así como en el mar, de donde Japón podría obtenerlo fácilmente; sin depender prácticamente de nadie en la toma de sus decisiones. Segundo, según la versión casualmente obtenida, el magnesio no muestra la inestabilidad del litio en sus aplicaciones; razones por las cuales es más ventajoso desarrollar la tecnología del magnesio. En esta perspectiva, una vez más seremos testigos de otra revolución en el campo de la Ciencia e Ingeniería de los materiales, que desmarcará hasta a los más avezados hombres de ciencia occidentales que siguen en los senderos tradicionales de la investigación denominada científica y sensiblemente muy apartada del interés de sus pueblos. Pero, ¿cuál será el horizonte que ahora deberá perfilar Bolivia, para explotar el preciado litio en beneficio de sus pobladores?
Sostengo, la experiencia reciente enseña que mientras no avancemos en el aspecto tecnológico, siempre llevaremos las de perder. Con estos antecedentes, el país debe comprender que el camino para explotar sus recursos naturales, entre ellos el litio, es implementar centros de enseñanza de altísimo nivel que difieren en mucho de los tradicionalmente conocidos. Para este cometido, es importante detallar que en el mundo industrializado existen dos tipos de universidades, aquellas reconocidas como tradicionales o convencionales y las dedicadas a la ciencia aplicada. Entre las primeras se encuentran por ejemplo la Universidad de Harvard, la Universidad de Tokio, la Universidad Nacional Autónoma de México y a ese segmento de centros de enseñanza superior, responden todas las universidades del sistema universitario boliviano; creadas con el propósito fundamental de desarrollar ciencia pura.
El otro tipo de universidades, tienen el objetivo de aplicar la ciencia pura y además, desarrollar ciencia especializada con fines de lograr aplicaciones industriales. Ejemplo de estas universidades son: Instituto Tecnológico de Massachusetts y el Instituto Tecnológico de Tokio; en el plano latinoamericano existen intentos que no terminan de posicionarse como el Instituto Politécnico Nacional, en México. El porqué no prosperan estas universidades en el contexto latino, se debe a las taras que nos dejó la invasión española; así estamos convencidos que el nombre y título hacen a las personas; no obstante que en los institutos tecnológicos citados, es posible llegar al doctorado como parte de su oferta educativa; pero para el latino común el solo hecho de escuchar el nombre de instituto hace que prefiera optar por una unidad educativa con el nombre de “universidad” y como resultado tenemos muchos profesionales egresados de estas instituciones desarrollando actividades diferentes para las cuales fueron capacitados, por pertenecer a especialidades convencionales y con el mercado profesional saturado. Pero, por concepción es preferible ser parte del ejército de desocupados, antes que estudiar en un instituto tecnológico.
He ahí la razón del atraso tecnológico latinoamericano, aunque en el caso de Bolivia, sensiblemente no existe la oferta requerida para industrializar el país. Por eso es importante trabajar en este aspecto y en el futuro inmediato implementar estas universidades de ciencia aplicada, que daría por resultado el desarrollo de ciencia especializada para el uso competitivo y sostenible de los grandiosos recursos naturales concedidos por la madre naturaleza. Si a esta propuesta se la entiende como parte de una afrenta y competencia a las universidades del sistema boliviano, debo reconocer que así es y es preciso recalcar, sino se implementan estas instituciones de grado universitario, así como ahora se escucha implorar al presidente Evo Morales, por la presencia de profesionales con competencias suficientes para responder al desafío del litio, los próximos presidentes seguirán con esta cantaleta y nadie podrá responder a sus llamados.
Olvidando todo tenemos una muy buena noticia, si de magnesio se trata, poseemos ingentes cantidades también en nuestros salares; pero una vez más, carecemos de personal competente para su tratamiento.
(*) MSc. Ing. Maestría en Ciencias de la Ingeniería del Instituto Tecnológico de Kyushu (Japón)
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