Miercoles 08 de abril de 2020
ver hoy
Como están yendo las cosas, no deja de sorprendernos las caprichosas relaciones entre el gobierno de los EE. UU. y el de Venezuela pues, como si de un enlace mal avenido se tratara discurren, desde hace dos décadas, entre declaraciones de amor y hostiles disputas cercanas al feminicidio, donde inclusive el amante ha sido oficialmente presentado y aceptado por más de 55 amigos y rechazado por los "padrinos" rusos, cubanos, mexicanos, nicaragüenses y capos del narcotráfico internacional, que son los encargados de la marcha de ese connubio.
Estas incestuosas relaciones se remontan al gobierno del expresidente George Bush, cuando éste creó el eje del mal entre Caracas y la Habana. En reciprocidad, su archienemigo, el micomandante Hugo Chávez, lo acusó ante las Naciones Unidas de emanar un olor a azufre y otras múltiples ofensas verbales inferidas al Imperio, que más parecían el libreto de un drama pasional mal resuelto.
En lo que a nosotros atañe, pese a tener la misma línea política venezolana, los hechos mostraron lo contrario. El entonces embajador norteamericano, Philip Goldberg, apareció elogiando la tarea de erradicación de cocales del gobierno de Evo Morales, como una hazaña superior al esfuerzo banzerista de "coca cero"; desmintió que Bolivia hubiese salido de la lista de beneficiarios de la Cuenta del Milenio y anunció el significativo logro de postergaciones en el acuerdo del Atpda. Finalmente, fue tan benigno y solícito con el régimen, que supuso una relación con Evo, aún más estrecha que la que los gringos lograron con Banzer, Goni o Mesa juntos. Sin embargo, su final fue previsible y penoso, al ser expulsado de Bolivia con el consabido rodillazo en la cristalería.
Fuente: Por: Álvaro Riveros Tejada