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Domingo 22 de marzo de 2020

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Revista Dominical

Coronavirus: La peste del siglo XXI

22 mar 2020

Fuente: Por: Márcia Batista Ramos - Escritora

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El significado de la palabra latina "pestis" es peste, calamidad o ruina. Aún hoy, cuando se quiere hacer referencia a algo malo, o que puede ocasionar un daño grave, se suele decir que es una peste. Referencias históricas a esta palabra existen muchas, sin embargo, hay sin dudas una que siempre aparece en la lista: la epidemia de la peste negra que asoló Europa, Asia Menor, Oriente Medio y el Norte de África a mediados del siglo XIV de nuestra era.

La humanidad, siempre estuvo sujeta a sufrir epidemias que diezmaron la población en diferentes momentos de su desarrollo. Las epidemias, traen consigo además de la muerte, muchos problemas: de salud, económicos y de desarrollo.

Cuando en el siglo XIV, se dio el brote de la peste negra, que no era el primer brote epidemiológico de la historia de la humanidad, nadie disponía de información mínima sobre la naturaleza o el mecanismo de difusión de la enfermedad, lo que hacía improbable que se plantearan acciones de prevención. Esta epidemia de peste negra fue la más devastadora de la historia.

Realmente fue una calamidad de grandes proporciones que en un lapso de 15 años arrebató la vida de, según distintas fuentes, un tercio de los habitantes de Europa.

Como la ignorancia, es la madre de todas las miserias, y en el siglo XIV, las personas solían atribuir el mal a combinaciones astrológicas desfavorables; también a aires o vapores pútridos, entre otras especulaciones sin base científica.

Aquellos que tenían la posibilidad huían a los campos, y los que quedaban en las ciudades vivían en constante temor. Por la mañana era común escuchar el pregón: "Sacad a vuestros muertos", y los cadáveres eran amontonados en carros y sepultados en fosas comunes. Grupos de flagelantes recorrían las ciudades flagelándose salvajemente como: expiación de los pecados que habían provocado la peste.

En el siglo XIV, apareció la peste hacia el año 1320 en el desierto de Gobi y en 1331-1334 llegó a China, después de arrasar en 1330 Birmania, llegando a India en 1342 y algunas regiones de la actual Rusia en 1338 y a Europa en 1346. Según crónicas de 1353, desde 1331 murió un tercio de la población china; en efecto, entre esa fecha y 1393 su población cayó de 125 a 90 millones. En el año 1348, empezó la epidemia de peste en Europa; introducida por la rata negra, que se trasladaban en los barcos, dispersándose a lo largo de las costas y ríos navegables.

Muchos murieron, pero la mayoría sobrevivió. Cabe recordar que la peste negra causó la muerte de la tercera parte de la población del mundo de entonces. Coincidentemente fue introducida en Italia, desde China, por los barcos genoveses y venecianos en 1347; y, para el año siguiente, ya había llegado a Francia, vía Marsella, extendiéndose hasta el Norte de África. Al mismo tiempo que alcanza Roma y Florencia, aparece en París en junio de 1348; más tarde, se traslada a Inglaterra a través del Canal de la Mancha y pasa a Escocia e Irlanda, asimismo a Noruega; luego cubre Suecia, Dinamarca, Prusia e Islandia. También Groenlandia; alcanza a Rusia. Luego a Suiza y extendiéndose hasta Hungría. En 1349, la peste arriba a Flandes y los Países Bajos.

A finales del siglo XIX ocurrió otra pandemia de peste negra en China. Desde entonces, la propagación de la enfermedad y su incidencia ha disminuido, sobre todo, debido al mejoramiento de las condiciones de higiene de las ciudades, el desarrollo de los antibióticos y el conocimiento científico acerca de la epidemiología de la enfermedad.

Hoy, el conocimiento científico existente, permite saber que se trataba de una enfermedad infecciosa causada por la bacteria Yersinia pestis. Las bacterias causantes de la enfermedad afectan a ciertos roedores y a sus parásitos, en especial a la rata negra que abundaba en Europa por esas épocas y a la pulga que albergaba. La rata enferma, infectaba a la pulga que se alimenta de su sangre y esta pulga, en determinadas condiciones, transmite la enfermedad a los seres humanos.

La peste negra no fue la primera ni la última epidemia que vivió la humanidad.

Hoy la peste del siglo XXI es el coronavirus: ¿Una tercera guerra mundial? ¿Una guerra biológica? ¿Grandes intereses económicos detrás de la pandemia?

En América Latina se vive un escenario cada vez más incierto, a pesar de que no ha registrado casos de contagiados por coronavirus al nivel de Europa, pero ya se está en máxima alerta. La incertidumbre es total, en países de economía cada vez más frágil donde el malestar social al interior de todos los países es creciente, el coronavirus viene a incrementar la crisis. Sumado a la debilidad de los sistemas de salud, con un presupuesto por habitante muy por debajo de los países más industrializados.

En el caso de nuestro país, existe el antecedente de que, en la última década, se construyó más infraestructura deportiva que de salud, dejando un déficit gigantesco en el sistema sanitario, que debilita al Estado en el momento de enfrentar semejante pandemia.

El drama que se avecina en la región tendrá consecuencias graves; son muchas las medidas que se requieren para enfrentar la pandemia a nivel mundial; tornándose difícil dar una respuesta positiva debido a la desigualdad que se incrementó en los últimos años.

El coronavirus ha paralizado en cierta medida Sudamérica, donde la mayoría de países ha decidido cerrar sus fronteras, con una magnitud sin precedentes.

El reto que afronta América Latina en lo político, en lo económico y en lo social es grande. Los sistemas de salud de la región son débiles o muy frágiles. A la vista de lo ocurrido en Europa ni Brasil ni México, los dos gigantes de la región, están suficientemente preparados para abordar una crisis sanitaria como la que se prevé o se proyecta.

Hoy, en el mundo globalizado, cuando aparece una peste ya se trata de una pandemia. Siempre se espera que existan muchas herramientas para combatirla, pero no se puede reducirla a una ciudad o a un país, de hecho, que su escenario es el mundo.

Hoy, somos ciudadanos que vivimos en un planeta que está siendo atacado por una peste: el coronavirus. Estamos preocupados, porque la cuarentena nos saca de nuestra rutina y nos devuelve el espejo donde nuestra sociedad nunca quiso mirarse: pues a nadie interesa el hambre que mata más que la peste; a nadie le interesa las bombas que estallan en otras latitudes del planeta, dejando más heridos que no pueden acceder a hospitales que el coronavirus; a nadie interesa la biodiversidad del planeta, que se está extinguiendo sin que se haga una cuarentena para frenar tal atrocidad.

Vimos una ciudad en tensión: nuestro Oruro, de repente estaba bloqueado, para que los posibles enfermos no ingresen al hospital. Una expresión de barbarie en pleno siglo XXI, de cara a la pantalla, de cara al mundo, sin vergüenza de expresar lo peor que se lleva adentro como persona.

Y como si fuera poco, en otros lugares del país se repitió la afrenta a la vida. No sé qué nos pasa.

Hoy, en el mundo globalizado que habitamos, estamos a la par de las tecnologías, tenemos acceso a la información, pero persiste la condición humana con sus miserias y miedos, tal vez, por eso el coronavirus hizo emerger, en nuestro medio, sentimientos mezquinos y primitivos como de "no permitir que los afectados ingresen a los hospitales"; o pelearse para abastecerse; o expresar que "se debe quemar a los enfermos".

Esas actitudes tan elementales de falta de educación, conocimiento y solidaridad, muestran que no somos mejores personas que las que habitaron el planeta hace miles de años. Muestran que somos primitivos entrenados para utilizar un celular con

acceso a internet.

Y la peste que ya estaba catalogada desde la década de 1960, apareció en una nueva versión. ¡Sorpresa!

De pronto, apareció la peste en el siglo XXI (coronavirus). Lo mejor y lo peor de la sociedad se empieza a manifestar. Mientras la peste nos pone a prueba, se nos va la vida.

En muchos casos, tal vez, la peste logra sacar una mejor versión de nosotros mismos al permitir pensar y reflexionar como persona, familia y sociedad.

En otros casos (por suerte, los menos) la peste viene a despertar el monstruo ignorante y bruto que estaba durmiendo.

Como diría Camus, la peste no se va nunca, puede ocultarse, pude quedar suspendida, agazapada, acechando, pero siempre está y en algún momento regresa. Y nos pone a prueba. De pronto la seguridad, las certezas, parecen esfumarse.

Fuente: Por: Márcia Batista Ramos - Escritora
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