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Domingo 15 de marzo de 2020

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Revista Dominical

La novela La Llave de Piedra de Vicente González-Aramayo Zuleta

15 mar 2020

Fuente: Por: Márcia Batista Ramos - Escritora

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Es un honor el de tener entre nosotros un excelente escritor de la lengua de Cervantes, Vicente González-Aramayo Zuleta, el poeta jurisconsulto. Además, artista plástico, cineasta e historiador que obtuvo muchos reconocimientos que resaltaron su trayectoria intelectual.

El impresionante entorno natural altiplánico, lagos, extensas planicies y montañas marcaron para siempre el imaginario poético de Vicente, que echó raíces en la ciudad de Oruro; para él, allí era donde tenía sentido fantasear historias, investigar, crear guiones, escribir poemas, dibujar, pintar y componer. En fin, era el lugar en el mundo donde el hombre de ley, varón de justicia, se entregó a las artes, su pasión vital. Y donde se casó con Teresa Deheza y tuvieron cinco hijos: Vicente, Antonio, Juan Diego, Carmen y Ernesto.

El literato, aunque haya dedicado gran parte de su vida, a dar forma a las ideas y las vivencias que surgen de su imaginación, siempre fue una persona de temperamento enciclopédico, es novelista, crítico, economista, hombre de leyes, historiador, cineasta y artista plástico.

El cine, fue un arte que le llamó demasiado la atención y se tornó en una de sus conocidas pasiones en su larga trayectoria como intelectual. Con su espíritu inquieto, aún en la juventud, empezó a elaborar guiones de cine y filmó varias películas documentales y de ficción. Dictó diversas conferencias sobre cine, televisión y guion cinematográfico. Hizo muchos aportes en las materias de producción de videos y cine, compartiendo, con nuevas generaciones, la trayectoria que tiene como profesional en el campo de las artes audiovisuales y del séptimo arte.

Vicente González-Aramayo Zuleta, uno de los escritores más prolíficos que tiene Oruro, gracias a su sensibilidad y clarividencia intelectual, descubrió que la palabra es mágica y que la literatura es mágica y produjo una consistente obra literaria. Sus novelas, están bien construidas, hay un armonioso ajuste de fondo y forma en sus producciones, demostrando siempre la misma cuidadosa preparación que de sus trabajos históricos o pedagógicos.

Escribió las novelas: "Juan de los Indios", sobre Juan Wallparrimachi; "El ocaso de Awancay", sobre la conquista del Perú"; La Llave de Piedra", sobre la revolución de Oruro de 10 de febrero de 1781; y "Memorias de un Juez del Menor". Libros académicos: "Breve historia de la industria orureña"; "Historia del Derecho y Derecho Romano"; "Apuntes de la Historia de la Cultura"; "Derecho Social del Trabajo"; "Historia Económica"; "Sociología, ensayo político"; "El Guion cinematográfico"; "Ciencia Política".

Eximio conferencista nutrido de ideas, hechos y planteamientos en torno a diversos temas culturales, folclóricos, históricos y académicos, participó de innúmeros eventos a nivel local, nacional e internacional.

Escribió cuentos, novelas y poesías que se publicaron en diarios y revistas del país y del exterior; más de 200 artículos de prensa en diferentes medios de comunicación. Su obra poética ha sido reproducida en varias antologías.

Con más de medio siglo de trabajo el abogado, escritor, historiador, ex catedrático de la UTO, miembro de número de la Academia de Ciencias Jurídicas de Bolivia, miembro de la UNPE, miembro de la Sociedad Geográfica y de Historia de Oruro, cineasta. Fundador de la Biblioteca Cultural Itinerante "Luis Ramiro Beltrán Salmón", es uno de nuestros principales intelectuales, que supo dejar su marca personal al aportar y engrandecer al departamento de Oruro.

Estoy segura de que la memoria se conserva con la palabra escrita y por todo su gran aporte literario, sé que permanecerá en nuestro recuerdo Vicente González-Aramayo Zuleta el poeta jurisconsulto, autor de la novela histórica nacional que hoy se presenta en segunda edición: La Llave de Piedra.

En la búsqueda de la calidad estética, la literatura puede representar una realidad y su imaginario. Ese es el caso de la novela histórica nacional, La Llave de Piedra, una novela cuidadosamente trabajada, que consigue combinar, de forma atractiva, las fuentes clásicas con la ficción en un marco espaciotemporal bien delimitado.

Una lectura adictiva, muy entretenida y bien elaborada, que se mueve en el fascinante territorio fronterizo entre dos vocablos escurridizos: la ficción y la realidad, donde el autor construye su narrativa incorporando el pasado colectivo al imaginario individual a través de una perspectiva decantada en el tiempo.

Vicente González-Aramayo Zuleta, como historiador y literato, dejando antever un claro impulso de rescate de nuestra historia, restituye la complejidad de la vida en el pasado al revisitar el momento especifico del pretérito nacional, posiblemente, con el deseo de comprender los males del tiempo pasado para corregir ciertos vicios del presente, o tal vez, para desacralizar algún punto de las llamadas versiones oficiales que entraña un deseo de recuperación y de rescate de nuestro pasado histórico, y pone a consideración del lector esta obra.

La novela en sí, es una obra de ficción, que logra recrear el importante período histórico de 1781, en que la historia es hábilmente narrada, por el autor, que escribe con una estructura textual, una trama narrativa y elementos dramáticos, vinculados al contexto histórico; crea personajes: a partir de su imaginación y logra fusionar un ser inexistente a elementos de la realidad histórica. Tal vez, se proyecte él mismo, resaltando elementos de su consciencia y de sus vivencias, su cultura y su mundo. Tal vez�

Pero, lo que importa es que el autor preserva académicamente el sentido histórico de los hechos, con sus peculiaridades, dejando en relieve que lo hace desde el conocimiento erudito, destacando el gran trabajo previo, que sirvió de marco real y honesto a su obra; al tiempo que utiliza estrategias propias de la novela, en la que forman parte de la trama en algunas veces personajes ficticios y reales, en otras situaciones ficticias encarnadas en personajes reales, en un contexto histórico reconocible; logrando, muy hábilmente, en cualquier caso, el debido equilibrio entre información y narración; logrando la construcción de un relato que resultará emblemático como lugar de memoria histórica.

Es una obra que exigió del autor al mismo tiempo una gran preparación documental e ilustrada, que se sumó a su gran habilidad narrativa y creativa. Al presentar al lector, una época pretérita, partiendo de la rememoración, reflexiona sobre las acciones de los sujetos en el pasado, pues, el autor narrada con un inusitado vigor y logra imprimir un marcado sentido histórico, al reconstruir con esmero, la época en que sitúa la acción de su novela; además de humanizar a sus personajes y sacarlos del encasillamiento histórico; ya que logra hundir su texto, como si de raíces se tratara, en la experiencia humana, para luego transformarla en buena literatura.

Vicente, convoca un infinito campo de posibilidades imaginarias que, paradójicamente, se nutre de nuestro pasado; explora las implicaciones del conocimiento y las transforma en un elemento narrativo; donde la ambientación histórica es, sobre todo, un buen telón de fondo; y la historia de la vida cotidiana, que se interesa por las relaciones más básicas entre las personas, las prácticas, los hábitos, la rutina, sus rupturas, en fin, los usos y costumbres de una época que fue crucial por gestar la libertad que gozamos hoy.

Sabemos que es imposible conocer la Historia en sus mínimos detalles, con sus suspiros y gritos, sencillamente, porque los hechos se han ido, ya no existen; lo único que nos queda es la representación, de lo que suponemos ser su resonancia en el presente. Pues, la verdad histórica no la conoce nadie con exactitud. Siendo así, la verdad histórica no es un concepto absoluto y único; a lo mejor no sea un concepto bipolar, donde lo que no es verdad, es mentira. Sobre todo, porque nos toca formar nuestra percepción de lo que es verdad o mentira basados en lo que nos cuentan, en lo que sabemos, en lo que vemos. Y nunca nos cuentan todo, nunca sabemos todo, nunca vemos todo.

Por tal razón, en la novela La Llave de Piedra, se ofrece una lectura del pasado desde la ficción narrativa a la luz de una obra clave de la literatura nacional contemporánea, que aborda imaginariamente la coyuntura genética de la cultura y la identidad orureña, expresadas en el crucial episodio de la Revolución del 10 de febrero de 1781. Como en la vida real, cada personaje vive su mundo, y en él su realidad, y cuenta por lo tanto su cara de la verdad. Cada lector, seguramente, sentirá esta novela de manera diferente.

Normalmente, la falta de vinculación que existe entre la investigación histórica y la enseñanza de la historia, se presenta como punto de partida de múltiples problemas. Y la novela La Llave de Piedra, al ser un arqueo de los días que precedieron al primer grito libertario de nuestra América, invita a repensar la tarea que desempeña la enseñanza de la historia en la construcción de una conciencia histórica y a repensar el papel de la historia, su enseñanza en los colegios y en la construcción de la sociedad orureña y, por ende, boliviana.

En la novela de Gonzales Aramayo Zuleta, se revelan interesantes planteamientos sobre la interacción del pasado y el presente como forma de integración del ser. Por tanto, el mestizaje como tema implícito se ve reflejado en la composición estética de la obra en los diferentes niveles de la expresividad literaria. También se puede evidenciar, las nuevas hibridaciones y combinaciones culturales que tuvieron como escenario al Nuevo Mundo.

Conjuntamente, refleja las primicias de la república, en ese espacio territorial que alcanzó su independencia, política y administrativa de la Corona española emprendiendo fórmulas políticas, sociales y culturales, con las que intentaron definir los atributos de los nuevos territorios, hoy soberanos e independientes.

Está claro que este cometido se hizo en estrecha confrontación con la España monárquica. No se trató de una realidad devenida inevitablemente. La opción por la patria, el territorio y la nación fue la que se hizo hegemónica en el periodo independentista.

Al romper lazos administrativos y políticos con la monarquía absoluta, el requerimiento narrativo navegó por las procelosas aguas de la construcción del pueblo y una nueva ciudadanía. Aunque el reconocimiento del ejercicio ciudadano para todos, tardaría casi dos siglos para agregarse a la vida nacional y superar el conjunto de relaciones culturales arraigadas desde los tiempos coloniales.

Relaciones en las que la negación del otro, del indígena, de cierta forma del mestizo, marcaron el destino del excluido, jurídica y culturalmente justificadas, en los tiempos de la modernización de la Hispanoamérica decimonónica.

En esta novela se vislumbra la constitución de un discurso crítico americanista que busca liberarse del colonialismo español. Y es ahí, entre la invención y el contexto, que el autor logra atraparnos en la interesante lectura, ambientada en Oruro en los luctuosos días del 10 de febrero de 1781.

Es menester entender, que la relación de la obra con el contexto se da en distintos niveles y no es directa, sino simbólica. Se trata de una novela histórica nacional, y como tal, una mezcla de realidad con ficción, de rigor histórico con momentos y situaciones inventadas; hay que resaltar que, sin embargo, Vicente González-Aramayo es bastante cuidadoso en no confundir la fina línea que separa la realidad de la ficción. Por ello, todas las situaciones y referencias históricas son reales y verídicas reflejadas con fuerza y vigor, y la parte de invención está basada, en muchos casos, en personajes reales y situaciones que pudieron haber sucedido, ya que el autor, narra de forma que aparezca una cosmovisión realista, ya que el ambiente que se describe en la novela es verosímil y acorde con la mentalidad de la período descrito; e incluso costumbrista de un sistema de valores y creencias de la época determinada, adquiriendo el valor de reconstitución, añadidura y completamiento de lo ocurrido.

Así, la Novela La Llave de Piedra, se presenta bien construida, dotada de una trama que obliga al lector a pasar las páginas cada vez con más curiosidad. Dejando entrever una investigación exhaustiva; el uso solvente del lenguaje al elaborar diálogos, que aportan humanidad y sentimientos a los hechos transcurridos en la Villa de San Flipe de Austria.

Vicente González-Aramayo Zuleta, con su forma de ver y contar el pasado, deja en claro que su secreto en la hibridación genérica, reside en hacer una alquimia perfecta: dónde él sabe combinar, de forma bastante equilibrada, el rigor histórico con el rigor narrativo; sumando la invención con la documentación, la enseñanza con el regocijo y, por supuesto, la recreación histórica con la creatividad literaria; a través de la superposición entre literatura y hecho histórico, siendo ese el principal aporte del presente libro, que nos obliga a reconocer la imposible ruptura entre política, trascendencia, historia y relato. En un excelente ejercicio literario.

He ahí, el éxito de Vicente González-Aramayo Zuleta con la novela La Llave de Piedra.

Fuente: Por: Márcia Batista Ramos - Escritora
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