El incremento de la violencia y la delincuencia en el país resultan ser las principales causas de la inseguridad ciudadana que a su vez son producto del excesivo consumo de alcohol y drogas, situación que alarma a organismos internacionales que recomiendan establecer formas adecuadas para reducir esos índices.
La alerta lanzada por la Oficina de las Naciones Unidas contra las Drogas y el Delito (Onudd) debería preocupar a las autoridades nacionales, para asumir con responsabilidad la formación de niños, adolescentes y jóvenes, puesto que debemos preparar y capacitar a los estudiantes con normas morales y éticas para que sepan discernir entre lo bueno y lo malo, para no caer en las garras de la narcodelincuencia.
Lo que sucede en las principales capitales del eje central del país, en las ciudades de La Paz, Cochabamba y Santa Cruz no es nada ajeno para Oruro, porque de la misma forma el consumo de alcohol y drogas va en aumento y esperemos que no se tenga que llegar al extremo que los efectivos militares y policiales deban actuar en tarea conjunta para reprimir estos dos flagelos de la sociedad.
No se puede ignorar que nuestra capital es puente del narcotráfico para la provisión de la droga desde el Valle Alto de Cochabamba, el Perú y Brasil, con destino a Europa por vía Chile, aprovechando los narcotraficantes de amplia frontera boliviano-chilena para llegar el alcaloide y blanquear con productos suntuarios de línea blanca, electrodomésticos y otros.
Este inminente peligro que representa la drogadicción debe ser atacado de raíz y la lucha contra el narcotráfico tiene que ser frontal y efectiva, para evitar que el flagelo de la drogadicción crezca en el país, pero no se debe olvidar que el paso inicial al consumo de drogas es el alcohol, lo que obliga a poner freno al alcoholismo que tiene carta de ciudadanía cuando ese excesivo consumo incluso se ha volcado a las calles.
El “bar abierto” de los jóvenes, deja un espectáculo deprimente y llega al extremo que los jóvenes y señoritas se reúnen para “compartir entre amigos” bebidas de dudosa calidad con alto contenido de alcohol metanol, con severos riegos para el sistema nervioso y hasta en la propia personalidad de quienes luego ingresan en el consumo de drogas, de lo que resulta el incremento de la drogadicción y el consumo de alcohol.
La labor para erradicar el consumo de drogas debe comenzar por lo primero, reducir y eliminar el consumo de alcohol en los adolescentes, quienes podrían convertirse en potenciales consumidores de drogas al futuro, hecho que no toman en cuenta las autoridades que sólo enfocan el tema de la cocaína y eventualmente la marihuana.
Empero el cuidado y adecuada orientación de los niños y jóvenes es responsabilidad compartida de los padres de familia, quienes en su hogar deben inculcar valores y preservar el respeto, para evitar que sus hijos cuando frecuentan locales nocturnos se dediquen al consumo de alcohol y también se reúnan en paseos céntricos de la ciudad para libar bebidas espirituosas que envenenan su organismo y hasta motivan riñas y peleas en pleno centro de la capital.
Por lo tanto, si inculcamos buenos valores y logramos que la niñez y juventud cumplan voluntariamente todas las normas de conducta ética no existiría la necesidad de aplicar la ley, que ahora debe darse con todo su rigor para identificar a los delincuentes que son proveedores de las bebidas alcohólicas y de la droga, que están envenenando a nuestra juventud.
La aplicación de la ley resulta entonces del desmoralizamiento paulatino de la sociedad, donde se pierden los principios y valores que hace más necesaria la utilización de las normas o leyes jurídicas para que se repriman esos comportamientos peligrosos para la sociedad y altamente negativos para la juventud.
El comercio indiscriminado de alcohol y su distribución tienen que ser controlados, porque ahora existen lugares de venta pública donde incluso los niños que transitan a la adolescencia pueden abastecerse para “disfrutar de sus tragos” a vista y paciencia de las propias autoridades que observan con indiferencia este hecho que paulatinamente se convierte en un flagelo para la sociedad.
Ojalá esta lucha antidroga abarque además la lucha contra el alcohol, consumo que es permitido por falta de interés y una decidida acción de las autoridades llamadas por ley y de los padres de familia que tienen la gran responsabilidad de proteger la conducta ética y moral de sus hijos para evitar que crezca la delincuencia y la inseguridad ciudadana.
(*) Periodista
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