Oración pronunciada por la Prof. Teresa Cevallos Tovar en Oruro, el 21 de marzo de 1952, al ser repatriados los restos del héroe civil
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A Eduardo Avaroa se dirige nuestra oración.
Hablo en nombre del magisterio, que me ha encargado hacerlo, y cumplo el solemne honor en este instante único en la historia de Bolivia, instante único como es el primer beso que le da su tierra a Eduardo Avaroa, al volver a su seno, a esta amada tierra suya que le lloró inconsolable, y que hoy, extiende sus brazos para recibirle y estrecharle su corazón.
Eduardo Avaroa, quizá no debiste venir todavía.
No necesitabas que las puertas de tu cárcel fueran abiertas por los protocolos del convencionalismo diplomático. Tenías que abrirlas con tu propia mano, pasar por encima de los ignominiosos carceleros y llegar con la bandera nacional en alto, encabezando tus ejércitos victoriosos y vengadores.
Así, debiste llegar. Ése era tu deseo.
En lugar de vagones de tren, columnas de cañones en triunfo; en vez de estudiadas zalemas y ditirambos de cancillería, el medallón de tu frase inmortal, trueno del Olimpo, desde las Termópilas al Topáter.
Pero, ya que te han traído, Eduardo Avaroa, padre nuestro, hijo nuestro, bienvenido seas. Lo mismo da, porque tu espíritu y tu cuerpo, allá o aquí, han sido y serán siempre el alma de Bolivia, nuestra razón de ser, el leit motiv de la nacionalidad.
¡Eduardo Avaroa! Las campanas repican tu nombre.
¡Eduardo Avaroa! Voces triunfales te cantan.
Ya llegas, bajo arcos y palmas.
Ni un solo hombre boliviano, ni una sola mujer boliviana dejan de salir a tu paso para alfombrarlo de flores y cantar tus himnos.
¡Ya llegas! Y te acompaña un cortejo digno de tu gloria.
Como puerta para tu entrada, a modo de arco de triunfo, un arco iris luce en el cielo la bandera nacional.
Avanza el cortejo que te escolta… ¿Ves?
Bolívar y Sucre lo presiden. A la izquierda, forman los guerrilleros con Juana Azurduy a caballo seguida por las heroínas de la Coronilla; más allá, el General José Ballivián portando banderas de Ingavi. A la derecha, los héroes de Calama, Maximiliano Paredes y la legión de Méndez Arcos. Al centro, el Batallón Colorados de Bolivia, abriéndote paso, y luego, tú, Eduardo Avaroa, erguido sobre un puente, con sus heridas aún sangrantes y tu gesto moral y viril de amor a tu tierra y desprecio al alevoso invasor. Y, allá, en la cumbre del Sajama, tocando “adelante” el corneta Mamani.
Hermoso cortejo de los Manes de la Patria para recibir al hijo predilecto. Recorre el territorio nacional y avanza majestuosamente hacia el Illimani.
Tú, Eduardo Avaroa, que siendo civil luchaste como soldado, fundes civilismo y militarismo en el crisol de la bolivianidad.
A nombre del civilismo salen a tu encuentro, para saludarte, Linares y Franz Tamayo. El militarismo te presenta armas con Busch y Villarroel.
Las entrañas de la tierra boliviana vibran de pujanza con tu presencia. El alma de la Patria alienta la atmósfera toda. Y, tierra y alma de Bolivia, florecen en un Padre Nuestro que los bolivianos rezan todos los días:
Padre nuestro, Avaroa, que estás en tu tierra
Glorificado sea tu nombre
Venga a nos tu civismo
Hágase tu voluntad de defender nuestra patria,
así en la paz como en la guerra.
El mar nuestro nos llama cada día
Perdónanos nuestros errores
Así como nosotros perdonamos a nuestros enemigos
Y no nos dejes caer en la compasión hacia tus asesinos.
Mas, líbranos de olvidar nuestro mar…
Fuente: La Patria
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