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Domingo 18 de marzo de 2012

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Cultural El Duende

El habla culta, o lo que debiera serlo:

Exilar, exiliar

18 mar 2012

Fuente: La Patria

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Alfredo Bryce empieza a escribir sus Antimemorias en Barcelona, en 1986. Y explica:

Casi la mitad de mi vida había transcurrido en Europa, por entonces, y esto, por supuesto, produce adicción. De ahí que lo que empezó siendo casi un exilio forzado por la oposición de mi padre a que fuera escritor se hubiese ido transformando en agradable condición de exiliado, con ‘esta i, de rigurosa estirpe académica [que] añade al exilio una condición de aristocracia o de rigor’, según ese excelente escritor y amigo cubano que es Severo Sarduy. En fin, algo tan distinto al exilado, al emigrado, al refugiado, al apátrida... (Permiso para vivir).

Exilio era un latinismo (de exilium, íd.) de ámbito exclusivamente erudito hasta que su uso se hizo común modernamente. Exilar se tomó directamente del francés exiler, de igual sentido, a principios del siglo XX o a fines del XIX.

El participio adjetivado exilado (del francés exilé) era ya de uso frecuente en España cuando terminó la guerra civil, que tuvo como consecuencia la expatriación de la llamada España peregrina y su asentamiento principal en tierras de América. Los exilados de la Península trajeron consigo el término, que se difundió en Hispanoamérica.

El galicismo exilado había sido muy combatido como tal, supuestamente por contravenir las reglas de la morfología castellana: si de auxilio sale auxiliar, y no auxilar, de exilio tenía que derivarse exiliar, y no exilar. Pero la coexistencia de palabras de la misma raíz con y sin i en la terminación no repugna al oído español; compárense, por ejemplo, suicidar, suicidio; delirar, delirio, o dominar, dominio, según afirma la lexicóloga hispana María Moliner en su importante Diccionario de uso del español.

La Real Academia Española tardó en dirimir la cuestión, y sólo incluyó exiliar y exiliado en la edición de 1970 del Diccionario oficial. Para entonces, exilar y exilado habían echado raíces, sobre todo en el español de América. Corno se desprende del texto de Bryce y de su cita del cubano Sarduy, las formas académicas exiliar y exiliado no resultan hoy naturales ni espontáneas en nuestra lengua americana.

En cuanto al aspecto semántico, exiliar no es sinónimo estricto de desterrar, proscribir o expulsar. Y tiene un importante rasgo semántico que comparte con expatriar: el exilio y la expatriación pueden ser voluntarios; hay, de hecho, un autoexilio, y quienes se exilian por propia decisión podrían, a voluntad, desexiliarse.

Alfredo Bryce, en la obra antes citada, habla de su exilio voluntario en Europa con muchos retornos imaginarios a la ciudad natal y a las casas en las que transcurrió su infancia limeña:

Pasar siempre por ahí, volver al brutal enfrentamiento con los sueños, con esos monstruillos de la razón nostálgica, la menos crítica de todas. Volver como en el tango y como vuelve cualquiera. Duros placeres del exilio voluntario. (Desexiliarse unas semanas).

Mario Benedetti responde a un periodista que le pregunta ¿por qué se le ocurrió publicar una novela sobre el exilio y el desexilio tantos años después? diciéndole que su novela Andamios no es autobiográfica, y expresándole, sobre su relación con el protagonista:

Los dos somos desexiliados, eso es lo que tenemos en común, nada más. (El Sol, edición del 17/11/96).

Las formas prefijadas desexilio, desexiliarse y deesexiliado son creaciones muy modernas y, al parecer, exclusivamente literarias e hispanoamericanas.

La última edición del DRAE ya incluye exilar y exilado, remitidos, respectivamente, a exiliar y exiliado.

Martha Hildebrandt. De la Academia Peruana de la Lengua.

Fuente: La Patria
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