La política cambia a los partidos

En el hecho sustancial de los procesos políticos que se desarrollan en varios países de nuestra región latinoamericana, los observadores convienen en señalar que "los partidos cambian las líneas de política y las adaptan a su medio ambiente", por explicar un fenómeno que según los analistas en el nuestro se da a la inversa, es decir, que la política como se presenta y se la practica, cambia a los partidos.

Hay algunos ejemplos en el caso boliviano que nos muestran transformaciones increíbles en la vigencia y el funcionamiento de varios partidos políticos, no todos por supuesto, especialmente si se trata de los denominados tradicionales pero de "inconsecuencia tangible" en partidos de reciente data o aquellos que aparecen como "agrupaciones ciudadanas" de fácil ubicación partidaria y variable contexto ideológico, transitando en el campo prebendalista de la oferta y la demanda para establecer su ubicación coyuntural, especialmente en periodos electorales.

En la medida que pasa el tiempo y se vencen plazos en el esquema electoral en vigencia y que tendrá culminación el mes de mayo, la situación de algunos partidos genera serias dudas en la colectividad, lo penoso es que las fuerzas que se consideraban políticamente fuertes, ahora están a merced del interés y las posibilidades de algún candidato, mientras han irrumpido las agrupaciones ciudadanas, cuya legitimidad política, es simplemente transitoria y de validez con los resultados electorales, por lo mismo el sentido político ideológico que caracterizaba a los políticos de otros tiempos y promovía las fuerzas partidarias hoy son el producto de circunstancias extremas y en algunos casos reñidas con la democracia y el respeto a los derechos ciudadanos.

La situación del �rgano Electoral que estuvo demorando su definición sobre candidatos observados, tiene una misión inobjetablemente "legalista", debe aferrarse a lo que disponen las leyes y no debe ni puede transigir ante la presión de algunas corrientes políticas, un error en el ente supremo electoral, pudo desatar una convulsión de alarmantes consecuencias sociales.

Lo ideal sería que en el poco tiempo efectivo que resta para la actividad de los partidos, estos entes reconocidos y regulados legalmente, busquen las mejores condiciones para cambiar erróneas condiciones que ponen en duda la seriedad de los partidos y sus candidatos. Es necesario que la ciudadanía tenga la libre opción de elegir la mejor alternativa política y no precisamente la más ruidosa actividad partidaria. Tiempo difícil para una comunidad aturdida por pocas ofertas y muchas denuncias que alteraron el orden constituido.