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Viernes 21 de febrero de 2020

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Perspectiva Minera

"Un tranvía llamado deseo"

21 feb 2020

Fuente: Dionisio J. Garzón M. *

Acudo al título de la genial película de Tennessee Williams (1955) como pretexto para ilustrar la paradoja de un país como Bolivia, que nació al calor de la actividad extractiva más antigua de la humanidad y que pese a su ilustre origen y al incalculable valor que generó a través de su historia (y aún su prehistoria), sin prisa pero sin pausa, estamos asistiendo a un final poco digno en la lucha centenaria que pretendía insertarla a las ligas mayores de la actividad minera global. "Hemos perdido el tren de la historia" dirían algunos, sobre este escabroso tema.

Hace quince años que comento en esta columna y en varios otros medios sobre el tema, se conocen mis puntos de vista y sería oficioso repetirlos, quiero concretarme al momento actual y para eso acudo a información última obtenida a través de contactos directos con los operadores en el Club de Minería, último reducto de los mineros de siempre, o en contactos directos y personales. Bolivia tiene un puñado de operaciones mineras importantes que pueden contarse con los dedos de la mano, entre las cuales destacan cuatro, San Cristóbal (Pb-Zn - Ag), San Bartolomé (Ag), San Vicente (Zn-Ag-Pb) y Don Mario (Au). Representan todavía para la economía boliviana el remanente de un portafolio que se desarrolló en los años 90; y junto a otras minas privadas de escala menor, producen el 79% del volumen y el 55% del valor de la explotación minera nacional, el 87% del volumen de las exportaciones mineras, el 84% de su valor y un aporte substancial a los 178,8 millones de dólares de regalías que captó el Estado en 2018 (Anuario Estadístico Minero Metalúrgico 2018 del Ministerio de Minería); datos similares se obtuvieron en 2019. Estas minas han anunciado que están en etapas de cierre, de pre cierre o en planes de hacerlo. Se acaba la minería privada importante en el país y todos contentos; no hay ni hubo en la década precedente ningún anuncio serio de nuevas minas, pero nos deleitamos mirándonos el ombligo anunciando con fanfarrias nuestro potencial minero que no podemos desarrollar (Mallku Khota, Amayapampa, Mutún y aún el litio y potasio del Salar de Uyuni, proyectos de química básica que gatean mientras proyectos de Argentina, Australia, Chile, China y Norte América, corren). Un atisbo de esperanza al final de este obscuro túnel podría significar el proyecto de óxidos de Minera San Cristóbal cuyo representante en un informal intercambio en el Club de Minería, estimaba que podía prolongarse la vigencia de la minera por diez años si el adecuado apoyo que debiera darse a este tipo de emprendimientos, se hace realidad por parte del Estado y de la sociedad para garantizar la millonaria inversión que representa un proyecto de esa escala.

Triste realidad para un país que tuvo la concentración geoquímica de plata más grande del planeta que soportó por siglos la minería de plata del coloso Potosí, que desarrolló la mina subterránea de estaño más grande del mundo en la mina Siglo XX, que tiene el Salar más grande y con mayores recursos de litio, potasio y otras sales; y en el oriente del país una de las acumulaciones de hierro más grandes, entre otros records. Como en la película, nos desgastamos en deseos; creemos ser el ombligo del mundo, planificamos muy poco, dejamos en manos de políticos las tareas de especialistas, nuestro largo plazo es de meses y el péndulo político alterna intereses de liberales y populistas mientras la herencia de los primeros mineros de la República, se hace pedazos en el interminable juego de intereses sectarios. De seguir esta tendencia la posibilidad de que nuestro tranvía minero esté camino a su última estación, adquiere ribetes de tragedia.

Ingeniero geólogo,

ex Ministro de Minería y Metalurgia

Fuente: Dionisio J. Garzón M. *
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