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Domingo 19 de enero de 2020

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Revista Dominical

En Bolivia la política y el feminicidio son cosas de hombres

19 ene 2020

Fuente: Por: Marcia Batista Ramos Escritora.

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Como antecedente, cabe recordar, que el término "femicide" registra referencias de uso en el idioma inglés desde comienzos del siglo XIX; sin embargo, comenzó a difundirse desde que Diana Russell lo utilizara en 1976 ante el Tribunal Internacional de los Crímenes contra la Mujer; la introducción al idioma español se produjo a partir de la segunda mitad de la década de 1990, a raíz de la traducción del concepto aportado por Russell y en el marco de las revelaciones sobre impunidad en los asesinatos de mujeres de Ciudad Juárez en México.

Diana Russell, promotora inicial del concepto feminicidio, lo definió como "el asesinato de mujeres por hombres motivados por el odio, desprecio, placer o sentido de posesión hacia las mujeres; representando el extremo de un "continuum" de terror anti femenino que incluye una amplia variedad de abusos verbales y físicos, tales como violación, tortura, esclavitud sexual (particularmente por prostitución), abuso sexual infantil incestuoso o extra familiar, golpizas físicas y emocionales".

Desde diciembre de 2018 el Diccionario de la lengua española define "feminicidio" como el "asesinato de una mujer a manos de un hombre por machismo o misoginia".

Sin embargo, en un contexto cultural e institucional de discriminación y violencia de género, que suele ser acompañado por un conjunto de acciones de extrema violencia y contenido deshumanizante, como torturas, mutilaciones, quemaduras, ensañamiento y violencia sexual, contra las mujeres y niñas víctimas de este, el termino se queda corto, pues la realidad que lo refleja es abrumadora.

Así, el crimen de odio, el asesinato misógino de mujeres cometidos por hombres, un tipo extremo de violencia sexual o el conjunto de hechos violentos contra las mujeres que, en ocasiones, culmina con el homicidio de algunas niñas y mujeres por el hecho de ser mujer es conocido como: FEMINICIDIO.

Feminicidio es el fenómeno invisibilizado durante milenios, de un hecho de violencia normalizado desde los inicios de la humanidad, que se da en todas las sociedades estructuradas sobre la desigualdad; además, muestra una manifestación extrema de dominio, terror, vulnerabilidad social, de exterminio e incluso de impunidad.

Es urgente desarticular los argumentos de que esta forma de violencia sea un asunto personal o privado, asimismo, es menester afrontar su carácter profundamente político, resultado de las relaciones estructurales de poder, dominación y privilegio entre mujeres y hombres en la sociedad.

En medio a la desgracia que envuelve la muerte violenta de una mujer, hay que tener en cuenta que los cuerpos de las mujeres asesinadas son un reflejo y una manifestación concreta de una sociedad basada en las desiguales de género.

Varios países lo han incluido como delito en sus legislaciones penales, con variaciones en el tipo penal. Pero, ningún país del mundo, institucionalizó la pena de muerte para los feminicidas. ¿Irónico? - Las legislaciones son hechas por hombres?

Entretanto, es sabido que, en la actualidad en el mundo, a cada 10 minutos es asesinada una mujer por motivos de género. Entonces, ante la falta de voluntad política para enfrentar y castigar la violencia contra las mujeres, podemos concluir que existe complicidad de los Estados.

¿Entonces de que delito se habla? ¿De un delito casado con la impunidad?

En Bolivia, en el momento que escribo, lo hago impulsada por una nota que dice: "9 feminicidios en los primeros 7 días del año", "el Instituto de Investigaciones Forenses (IDIF) atendió 685 hechos de violencia física y 163 caso de delitos sexuales, sumando un total de 848 casos". (eldia.com.bo/ jueves 9 de enero de 2020). No termino de escribir y los titulares dicen: "Más Dos Feminicidios" ?

-Me quiebro ante tan dantesca injusticia. Es abrumador saber de la insanía machista. No quiero pensar que las mujeres somos ciudadanas de segunda clase u objetos. Seres inferiores ante las leyes y los apetitos, más bajos masculinos. Me niego a asimilar la vulnerabilidad de la integridad física, de la vida y ante las leyes, a que las mujeres estamos expuestas desde el nacimiento.

En 2019 se dieron 117 feminicidios, en Bolivia. Estos datos reflejan a una sociedad profundamente autoritaria, violenta y excluyente en las relaciones sociales.

Pregunto a las autoridades del poder judicial: ¿si los 117 asesinos de mujeres están cumpliendo sus respectivas condenas? Y en caso la respuesta sea negativa, tengo otra pregunta: ¿Cómo se sienten, señores magistrados, como cómplices de tantos asesinatos de mujeres indefensas a manos de hombres?

Normalmente, las autoridades son omisas, indiferentes, sigue habiendo patrones de conductas machistas en quienes administran la justicia; y si no existe mínimamente JUSTICIA, podemos vislumbrar cuán lejos estamos de la erradicación del problema.

Obvio está que el feminicidio es la consecuencia de la estructura de poder de un sistema patriarcal advenido por una manifiesta inactividad de los Estados para la persecución de los responsables y evitación de tales crímenes.

Ya que entre machitos se protegen, jamás cuestionando la sociedad patriarcal y el rol que cumple la política en la violencia de género. Aquí en ese punto, es necesario, llamar la atención, sobre el machismo incrustado en muchas mujeres, especialmente parlamentarias, que, en las últimas gestiones, tuvieron un papel repugnantemente SUMISO, ante los hombres de su partido y no aportaron en nada en lo referente a la protección de mujeres e infantes en nuestra sociedad.

Son esas mismas mujeres, parlamentarias, que ahora quieren aprobar una Ley de IMPUNIDAD, para salvar a delincuentes de su partido, en otra repugnante escena de SUMISI?N al mandato del varón delincuente que reconocen como JEFE o DIOS.

Así, en los casos de feminicidio, en Bolivia, desde los poderes del Estado, plasman la impunidad, incluso desde las voces femeninas (parlamentarias) que se callan en detrimento de las mayorías, manteniendo la sociedad en la barbarie; dejando en relieve que los feminicidios ocurren en contextos totalitarios, donde las mentes cerradas los asumen con normalidad.

Los móviles que llevan a los hombres a cometer sus crímenes son dos: el primero por misoginia y el segundo por sexismo; sin embargo, la finalidad es la misma: preservar una hegemonía masculina y demostrar hombría. Demostrar su superioridad enfermiza, demostrar su poder maniático, tratar de mantenerlo por coerción, por miedo.

Definitivamente, se trata de hombres enfermos mentales y socialmente maleducados; fruto de una sociedad marcada por las desigualdades y por la no observancia de las leyes y de las normas; fruto de una sociedad que no brinda seguridad a sus miembros y que no ejerce la legalidad; como resultado del subdesarrollo intelectual de sus gobernantes, que son incapaces en su conjunto de plantear y ejecutar políticas de Estado en favor de la vida y seguridad de las mujeres y niñas.

El machismo exacerbado, que forma parte de muchas mujeres, que son capaces de crear verdaderos monstruos (como de la manada en Santa Cruz), sumado a los psicópatas de nacimiento, que asumen el machismo como militancia, en una sociedad donde la existencia de una estructura machista está arraigada y es vista como políticamente correcta: No Hay Seguridad, Justicia, Derechos, Igualdad y Vida para las MUJERES.

De ello se desprende que, las mujeres no son asesinadas por su condición política, sino por su femineidad.

Los gobiernos de la región se comprometieron con los derechos de las mujeres, impulsando "políticas públicas, acciones legislativas, decisiones judiciales y múltiples medidas positivas para favorecer la superación de las formas de discriminación, desigualdades e iniquidades de género aún presentes en la sociedad latinoamericana", pero El Papel Aguanta Todo; ya que esos mismos gobiernos No Lograron colocar en la práctica ni instrumentalizar toda esa gama de políticas públicas, por ineptitud o maldad.

O sea, el compromiso de los gobiernos de la región, en los últimos 15 años, fue vano, ya que en la práctica no disminuyeron el número de Feminicidios. Los gobiernos de la región, incluido el de BOLIVIA, no cuidaron la VIDA de las MUJERES.

Simplemente la vida de las mujeres y niñas no hace parte de las políticas de Estado, que son sostenidas a largo plazo; lamentablemente, no importan a los diferentes Estados Machistas de la Región; y a Bolivia mucho menos, por eso las cifras horrendas crecieron de forma alarmante en el último gobierno y rebasan al gobierno de transición.

No sólo aumentaron los casos de FEMINICIDIO, como también aumentaron las DESAPARICIONES DE MUJERES y NI?AS en 1.250%, en el anterior gobierno.

ZARLET CLAVIJO, es un nombre emblemático, que dolerá por los siglos de los siglos, como prueba de la ineptidud de las autoridades yo complicidad en general, que teniendo la filmación del momento del secuestro al medio día, en El Prado paceño, nunca lograron dar con los autores.

¿Y las niñas que no fueron desaparecidas en EL PRADO al medio día? Las niñas que fueron desaparecidas en un callejón oscuro en EL ALTO. ¿Dónde están? ¿Quién las busca? ¿Cuándo regresarán?

Las niñas alteñas desaparecidas, son víctimas de la explotación sexual, hasta su muerte, en los centros mineros de la vecina República del Perú, en complicidad con las autoridades del vecino país (Perú está en el puesto 8 de feminicidios en América Latina, según Cepal); las autoridades del vecino país, son ciegos ante la violencia perpetrada hacia las mujeres pobres, en una clara expresión de las profundas desigualdades y la cultura discriminadora y excluyente en la que nos movemos en Sudamérica.

Las niñas alteñas desaparecidas, en otros casos, son enviadas a los prostíbulos del trópico cochabambino, donde son asumidas como propiedad de los hombres que se relacionan con ellas, viviendo bajo el régimen de esclavitud o análogo a la esclavitud, por lo que la posibilidad de que sean desechadas y desaparecidas es muy alta, ya que viven bajo el constante riesgo de feminicidio. Así de repugnante, así de real.

Debemos tener presente que la corrupción, el tráfico de drogas y de personas, sumados al autoritarismo en todas sus manifestaciones y a una flagrante impunidad, aumentaron la violencia y la inseguridad hacia las mujeres y niñas bolivianas.

El evidente debilitamiento de la función social del Estados, en los últimos 14 años, promovió más manifestaciones de violencia y, por ende, el incremento en las tasas de asesinatos de mujeres. Dejando en evidencia el sustrato cultural machista que permea las organizaciones dichas revolucionarias, y la urgencia del cambio cultural que hay que impulsar en el país.

No se trata de una posición radical, ya que los escenarios en los que mueren violentamente las mujeres y los hombres en el mundo son completamente diferentes. Estudios confirman que alrededor de 70% de los homicidios de mujeres son cometidos por razones asociadas a su género y por hombres cercanos; mientras que, menos de un 8% de los homicidios de hombres son cometidos por razones asociadas a la violencia doméstica o sexual y todavía menos son cometidos por mujeres cercanas. Comprobando que la gran mayoría de los homicidios de mujeres en el mundo son FEMINICIDIOS, es decir, que las mujeres son asesinadas porque son MUJERES.

Frente a esta realidad, nace la urgencia de los gobiernos a tomar medidas que apunten a garantizar los derechos humanos de las mujeres. Trabajo arduo e INSUFICIENTE en BOLIVIA hasta el momento, donde las autoridades, brillaron por el no importismo ante un problema endémico de salud pública que requiere con urgencia un cambio social, cultural, legislativo, político.

Es necesario y urgente un cambio cultural en nuestro país, una educación que permita la construcción de una sociedad que valore la igualdad, la equidad y el respeto por la diversidad.

La presidente Jeanine Áñez Chávez, lanzó un decreto declarando el Año de la Lucha Contra la Violencia a la Mujer. Esperemos que esa importante iniciativa de la señora presidente, sea el comienzo de una nueva era de educación y cambio de mentalidad para la sociedad en su conjunto, sea el comienzo de una era de seguridad y vida para todas las mujeres en Bolivia. Y que a través de acciones contundentes frente a esa barbarie se produzcan los cambios esperados en nuestra sociedad.

Hoy encargamos nuestra seguridad y vida a la señora presidente Constitucional de Bolivia, Jeanine Áñez Chávez, ya que en Bolivia la política y el feminicidio son cosas de hombres.

Fuente: Por: Marcia Batista Ramos Escritora.
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