Viernes 03 de enero de 2020
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Algunos hechos, algunos discursos, algunos gafes de quienes gobernaron Bolivia eran conocidos por la opinión pública gracias al esfuerzo del puñado de periodistas y de medios con voz propia. A veces, fueron las redes sociales las que compartieron palabras y gestos que diagnosticaban su desgaste.
Desde la represión a las madres con sus bebés en Chaparina alertaron los sÃntomas del cáncer oficial. Poco a poco se sumaron otras fiebres con escándalos inocultables como la repartija de dinero a cuentas particulares de dirigentes campesinos; los bolsillos rebalsando dólares de funcionarios del Banco Unión; las avionetas con droga; las falsificaciones de tÃtulos; las continuas borracheras en oficinas públicas; los excesos del sexo entre diputados y asambleÃstas. Un largo etcétera.
En febrero de 2016 se publicó una primera radiografÃa del pútrido poder que corroÃa al Palacio de Gobierno. Como describe en su libro Reymi Ferreira, una prostituta de lujo, amante de una gama de personajes polÃticos y empresarios chinos, era la primera dama escondida. Su rostro es la imagen del sistema viciado.
Durante dos años, ningún esfuerzo pudo revertir la herida putrefacta y ninguna quimioterapia- menos un film argentino dedicado a los periodistas bolivianos- contuvo los efectos de esa "carita conocida". Detrás de un aparente enamoramiento inocente estaban los deseos indecorosos al estilo de Somoza o de Trujillo, los derroches, los tráficos de influencias, el fracaso de las comisiones parlamentarias fiscalizadoras, la presencia descontrolada de empresas asiáticas, las relaciones incestuosas de fiscales, jueces y carceleros.