Abominable estadÃstica anual de feminicidios y muertes causadas por hombres
29 dic 2019
Dr. Raúl Pino-Ichazo Terrazas
En innumerables columnas insistà en concienciar a la sociedad sobre este abominable tema que priva a todos de la mujer, el ser más importante de la creación. Los organismos oficiales se atreven a publicar la estadÃstica anual de feminicidios para este año que expira: 132 feminicidios y otros tantos en cifra similar no denunciados por temor a represalias. Lamentable que Cochabamba y Santa Cruz lideren esta degeneración del espÃritu de conservación de la vida y el respeto a defender criterios diferentes al de los hombres.
Este tema se circunscribe a la insistencia por el equilibrio y el respeto a la mujer y se deben conocer nuevamente los motivos que impulsan al hombre a perder su racionalidad y convertirse, destruyendo su vida ad aeternum, en homicida:
Si una persona se preocupa intensamente por este todavÃa insoluble problema social, se debe seguir insistiendo en su gravedad; para lograr ese propósito la prensa asume un rol preponderante pues leer artÃculos esclarecedores sobre el feminicidio que elimina al ser más importante de la creación, orada la consciencia de la sociedades para no elegir la rutina y la indolencia cuando nuestro propios hogares no son afectados por este execrable delito, pero sà el de los otros.
Fundamental es adentrarse a las causa de este destino humano del instinto masculino de dominio y posesión de otros ser humano.
La primera causa nos retrotrae a historia y la literatura que son ricas en ejemplos sobre los celos que son expresión inequÃvoca de la inseguridad de la posesión: Otelo con la obsesión del Moro que tiende a inducir a aborrecer el amor; su falta de sentido crÃtico le induce a prestar atención a las sutiles y premeditadas insinuaciones de Yago y su imaginación le crea una jaula en que va quedar prisionero como un implacable felino en su fiereza. Gabrielle D Annuncio en el "Inocente" describe magistralmente la pasión de Tulio Hermill que estremece al lector por el crimen que comete por su incontenible amor.
La segunda es la diferenciación de celos, pues el celoso de imaginación latamente peligroso, duda sin pruebas temiendo el engaño que zahiere su amor propio y dignidad; el celoso de los sentidos que supone o sabe, duda de la exclusiva posesión en el futuro y sufre de no poder olvidar lo que ha perdido y, más intensos son los celos del corazón que perdonan y siguen amando, extrayendo la conclusión de orden psicosomático que a cada temperamento le corresponde un tipo distinto de celos y su consecuente reacción.
Los celos difieren en cada individuo pues nunca se equiparan el temperamento y la experiencia. El que ama como Werther, la excepcional creación de Goethe no puede tener celos análogos a los que aman como Don Juan; el inteligente, el tonto, el soberbio y vanidoso, el digno, el joven, el viejo celan de distinta manera, asà cada celoso tiene los celos según su forma de amar.
Son diferentes en profundidad los celos del amante y del cónyuge pues son muy distintos los egoÃsmos exaltados en celos por la seguridad de posesión y propiedad en el cónyuge y en los del amante obra el amor propio.
La infidelidad revela al amante la desilusión de otro amor y le humilla admitir la desilusión amorosa del ser que aun sigue siendo el objeto de su propia ilusión; por el contrario, para el cónyuge la infidelidad representa un hurto en perjuicio de la posesión exclusiva y perenne pactada contractualmente en el matrimonio.
Es en el amor propiamente dicho en que la afección entre personas de distinto sexo donde los celos expresan pasión desequilibrada y casi siempre dramática, conmovedora e infelizmente trágica.
La imaginación estructura los celos más trágicos; el celoso imaginativo construye absurdas quimeras que lo obsesionan, no teme lo que sabe sino lo que ignora; los celos de imaginación cuando nacen sobre temperamentos perversos se convierten en un insaciable afán de hacer sufrir, en un verdadero sadismo sentimental.
Cuando sólo se ama a sà mismo no puede seguir llamando amor a su vanidad, a su odio; el mal ajeno nunca fue remedio al dolor propio pues se extraña la dignidad en los celos que no perdonan ni olvidan. Por ello la moral cristiana no es obsecuente cuando pregona que debe preferirse al celoso que sufre y perdona al celoso que odia y mata.
Lo razonable a este inextricable tema que se analiza en esta columna, deberÃa conducir a que todo hombre sea digno y renuncie al amor de la persona cuya ilusión sentimental no ha podido preservar, por su obcecado y no superado machismo y su afán de posesión, de lo contrario, está latente la potencialidad a la comisión de violencia verbal, agresiones fÃsicas hasta efluir en el feminicidio.
Abogado corporativo, postgrados en Conciliación y Arbitraje,
Alta gerencia para abogados(UCB-Harvard), FilosofÃa
y Ciencia PolÃtica (maest), Derecho Aeronáutico, Interculturalidad y Educación Superior, doctor honoris causa en HUMANIDADES (IWA-Cambridge University,USA), escritor.
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