Sin embargo, son aquellos que en cada esquina y acera de las calles y mercados se apuestan como pueden, mostrándose, asà como son, sin ningún prejuicio, pero al mismo tiempo con grandes expectativas de diálogo. Sin duda, es el tiempo de la presencia del otro marginado por un sistema económico que ni nosotros, muchas veces, logramos entender suficientemente.
Aquellas manos extendidas y vacÃas de niños o ancianas pidiendo algo de moneda, expresan la inmediata comunicación del ser, comunicación entendida como la participación activa y productiva de ese ser; asimismo, aquellos rostros cansados evidencian la primera declaración de la presencia del ser de las personas, porque expresar es comunicar al ser y la comunicación sólo es posible desde ese ser, y asà cuando ellos se exponen ante nosotros cara-a-cara no es sino el querer comunicar o compartir algo; sin embargo, nosotros pasamos de largo sin la intencionalidad de reconocerlos como nuestros prójimos.
Aquellas manos extendidas y vacÃas de niños o ancianas pidiendo algo de moneda, expresan la inmediata comunicación del ser, comunicación entendida como la participación activa y productiva de ese ser; asimismo, aquellos rostros cansados evidencian la primera declaración de la presencia del ser de las personas, porque expresar es comunicar al ser y la comunicación sólo es posible desde ese ser, y asà cuando ellos se exponen ante nosotros cara-a-cara no es sino el querer comunicar o compartir algo; sin embargo, nosotros pasamos de largo sin la intencionalidad de reconocerlos como nuestros prójimos.
Aquellos quejidos humanos que acompañan a esas manos vacÃas no son otras que palabras negadas, marginadas y excluidas por nosotros; no obstante, aquÃ, el lenguaje humano tiene la capacidad de hacer presente la realidad (el ser) en la palabra, de ahà que aquellos rostros sean las expresiones que inmediatamente comunican el ser que nos falta; aunque la complementariedad será insuficiente porque insuficiente es el hombre.
Al vernos asà interpelados cara-a-cara por aquellos rostros y manos vacÃas, sea en las pensiones o en las calles, nos vemos invadidos en lo más Ãntimo de nuestro ser. AsÃ, nuestra egoÃsta mismidad queda cuestionada ante la presencia de ese otro ser al cual no se le ha dejado crecer en el diálogo; por lo tanto, más allá del hecho de llenar esas manos con cosas o centavos implica en el fondo la manifestación óntica de quienes demandan diálogo. Es esta la vocación del hombre, como un ser irremediablemente incompleto, pero en permanente proceso de completarse no con las cosas ni monedas sino en y con los otros hombres.
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