Miercoles 14 de marzo de 2012
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Uno lee la biografía que Moema Viezzer le hace a Domitila Chungara bajo el formato de entrevista en el libro “Si me permiten hablar… DOMITILA. A una mujer de las minas de Bolivia”, con un permanente nudo en la garganta.
Domitila vivió la vergonzosa época en que militares derrocharon el dinero y el sucio poder ilícito Estatal. Para colmo asumieron el cruel estilo nazi de exterminio desapareciendo dirigentes con la facilidad con que se quita el polvo de la mesa. Mineros y campesinos eran las bestias obreras, sin las cuales nunca se habrían podido permitir saciar sus instintos destructivos, hedonistas y libertinos.
Jesucristo padeció el calvario y dejó el legado de un profundo mensaje y ejemplo: el amor por el prójimo a costa aún del propio sufrimiento. Domitila es la muestra de que ese mensaje sigue latente, pues ella, al igual que Jesús y muchos de los primeros cristianos, padeció torturas, abusos y martirios que hubiesen acabado atemorizando o acallando a cualquier valiente mortal. Pero ella siendo un ser superior siguió profiriendo la verdad a voz en cuello y decidió no traicionar ni sus principios ni la lucha de su pueblo. Arriesgo incluso la vida y el futuro de sus niños, pues habría muerto tantas veces… En el hastío de la humillación, la tortura y ante la pérdida del bebé que la acompañaba en el viento quiso por un momento buscar el alivio a su dolor en la muerte, pero su amor de madre hacia otros hijos sanguíneos y miles espirituales logró mantenerla con la vida hasta este día.