Miercoles 14 de marzo de 2012
ver hoy
Recuerdo, en aquel colegio internado de Cochabamba, Juan XXIII, que los que veníamos de las minas nos alegramos de su presencia. Era una noche donde llegaban personalidades y escuchábamos sus conocimientos y sus experiencias. Esa noche estaba ahí doña Domitila Chungara, desconocida para muchos de nuestros compañeros del oriente boliviano, del chaco y otras latitudes. Era antes del golpe de García Meza, unos meses antes. Nosotros éramos alumnos de secundaria, que seguíamos de cerca los acontecimientos del país, de nuestros padres y del destino mismo de nuestra Patria. Y por supuesto que la presencia de la señora Domitila Chungara era un aliento más para seguir en la vía de nuestros sueños. Salió en su sencillez a sentarse en una silla, enfrente de todos, y empezó a hablar. Dijo incluso textualmente: “si me permiten hablar”…
Cómo no recordar sus palabras claras, sencillas pero profundas. Sus dolorosas experiencias que me traen recuerdos de mi misma madre, quién fue compañera, como muchas creo, en aquellas regiones, combativas, bolivianas pero marginadas desde siempre por los estados y sus cogoteros gobernantes. Después de una hora y media que duró su charla, muchos lagrimeábamos escuchando la valentía, el coraje de esa mujer que sólo nos contaba lo que había vivido. Sus reflexiones y recomendaciones a unos jóvenes que sentíamos impotencia ante tanta maldad de los gobernantes, de los lacayos de siempre. Pues las escucho hoy mismo, sus ánimos y siempre positivo mensaje, sin odios ni rencores, como madre mirando todos los secretos de los hombres y sus hijos. Nos recomendó no odiar a quiénes reprimían y asesinaban, sino convencerles mostrándoles las injusticias. Esa era doña Domitila.