Desde la octava marcha el Tipnis continúa en agenda. No quieren que se acabe. A la locura de trastocar el “post” en “previo”, el “después” en “antes”, ahora sigue el turno de los fiscales y jueces. La “judicialización” del tema entra en vigor. No importa que no haya materia justiciable, la cosa es “meterle nomás”, conforme a los usos y costumbres del Estado Plurinacional.
Siguiéndole los pasos al “hermano Evo”, el canciller Choquehuanca también llevó su propia leña al fuego en Yucumo. No es de suponer que lo hubiese hecho por sugestión de los escuderos del Palacio Quemado; sería indecoroso permitir que lo utilicen, por lo menos a sabiendas. La decisión debió ser - suponemos - por un imperativo de responsabilidad compartida en el Gobierno.
Como se recordará, unas horas antes de que la tormenta del palo se descargue sobre los indígenas, a don David se le ocurrió trasladarse al lugar del zafarrancho. La diplomacia formal nada tenía que ver con el problema del Tipnis, pero a lo mejor se pensó en que un diálogo más inteligente, más diplomático, podía ser la clave de la solución. Con esa esperanza se habría propiciado la participación del Canciller en el peliagudo asunto.
Sin embargo, por lo que se sabe de él, no parece lógico atribuirle habilidad especial para desfacer entuertos. La suposición más plausible es que en su condición de indígena entablaría un diálogo de entendimiento con sus congéneres. Así las dudas, hasta que los propios hechos revelaron el motivo real de su paso por Chaparina. Don David fue allí con la misión específica de trasmitir dos cosas; una, innegablemente cierta; la otra, evidentemente falsa. Ninguna a propósito para gestionar la paz.
La primera: “la carretera por el Tipnis es asunto cerrado. Así lo ha decidido Evo. Ya no hay nada que hacer”. El mensaje no podía ser más claro ni más terminante. No se dijo, pero se podía deducir que la marcha no tenía objeto; aunque prosiguiera, sería inútil que llegue hasta La Paz. La otra, la de negar el bloqueo de policías y colonizadores, era simplemente una falacia. ¿Cómo se puede negar lo que estaba casi a la vista? Sin embargo, don David se aventuró en asumir esa postura.
Ante esa actitud, no quedaba otra que inducirle a que engrose la marcha, para evidenciar en terreno la existencia del bloqueo. Unas tres horas caminó al centro de mujeres y en primera fila; se podía advertir en el rostro del Canciller que no iba en verdad por voluntad propia. Debió ser incómodo, sin duda. En su condición de ser uno de los funcionarios de la más alta jerarquía después del Mandatario, tal vez no era conveniente que se expusiera a esos trances.
Pocos indígenas permanecen en el Gobierno; Choquehuanca es uno de ellos. No obstante su discreto desempeño al frente de la diplomacia, no hay antecedentes que descalifiquen su perfil político; tampoco ahora, pese a las conflictivas circunstancias por las que atravesó. Consecuente con ello, en su declaración a la prensa manifestó que “le obligaron a marchar con ellas para romper el cerco policial”; pero no dijo que intentaron secuestrarlo, mucho menos victimarlo. Respetuoso con la verdad, no quiso ser cómplice de la mentira.
Y ahí debía bajarse el telón. Ante confesión de parte y la evidencia de las cámaras no había nada más que hacer. Pero en el enigmático mundo plurinacional la judicatura anda de la mano con la política. Los fiscales y los jueces tienen su propio rol y escenario. Ellos son los actores del epílogo. Investigar lo que no existe es su aparente tarea explícita. Pero la efectiva función es generar miedo y pánico en el adversario. El libreto funciona. La dirigencia cívica – empresarial de Santa Cruz puede dar testimonio de ello.
(*) El autor es pedagogo y escritor.
Para tus amigos:
¡Oferta!
Solicita tu membresía Premium y disfruta estos beneficios adicionales:
- Edición diaria disponible desde las 5:00 am.
- Periódico del día en PDF descargable.
- Fotografías en alta resolución.
- Acceso a ediciones pasadas digitales desde 2010.