Para todo se necesita un poco de coraje; igual que para ser héroe a secas como para ser su antÃpoda. El héroe es aquel que no huye del peligro, lo enfrenta; puede salir airoso, puede sucumbir. El antihéroe es el lado opaco de la luna; es también notable, pero por sus maldades. Varios de esos personajes hemos tenido. "Belzu ha muerto; ¿Quién vive ahora? "Viva Melgarejo, respondió la muchedumbre, fascinada por la inaudita audacia del caudillo". Eso cuenta la historia.
Hoy en dÃa tenemos tanto de la una como de la otra categorÃa. En verdad, más de la una y no tanto de la otra. Es decir, tenemos más de antihéroes; de los otros, muy poco. El del Topáter se fue sin dejar herederos de su coraje, por eso tardamos tanto en volver al PacÃfico. Los otros, que son los que más abundan, son amorfos de pura tropa, rasos sin capitán. Hoy mismo no se avizora una sola figura relevante que sobresalga. Todos se parecen.
Bueno, pero no nos desviemos.
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Bueno, pero no nos desviemos.
El hecho es que se apagaba la tarde. Para dramatizar un poco más la situación, lloró el hombre ante la perspectiva incierta de su destino. Luego se brincó por la ventana hacia la calle y emprendió la fuga. No todos los socialistas tienen esa actitud. Algunos, como Salvador Allende en Chile, no se escapan ni abandonan su paÃs. "Voy a pagar con mi vida la lealtad del pueblo". Esperó sereno en el palacio de la Moneda el trance final. TenÃa pasta de héroe.
El que tenemos hoy en la mira, no se resigna a perder su falso perfil de magnate. Antes disponÃa de aviones, helicópteros, coches blindados, una legión de aduladores a su alrededor. Además, cargaba una docena de doctorados otorgados por las universidades regalonas; también estaban a sus órdenes los del macro sindicato plurinacional, lo mismo que el dependiente y sumiso TSE. Era, en fin, todo un rey chiquito. "El que manda aquà soy yo". Pero de pronto vino la broma pesada; se convirtió en un don nadie y en tierra extranjera. Por eso le persigue la obsesión de volver.
Pese a que se le advirtió que el prorroguismo en Bolivia es "k´encha", no hizo caso; cerró los ojos a la realidad. Sólo faltaba que dijera igual que Nerón ante la Roma envuelta en llamas: "Miren mi obra". Y él también dejó el paÃs arrasado por la delincuencia; y no obstante, ordenó que cercaran las ciudades para rendir de hambre y de sed a sus habitantes. Los talibanes del Chapare salieron a quemar, a destruir, a matar. ¿Esa es la masacre de que habla el comisionado de la CIDH?
Está ahora en la frontera. Quiere rescatar su feudo polÃtico perdido: "Pronto volveré y ganaremos". Coordinan con él tanto el sindicato legislativo como la republiqueta de las seis federaciones del trópico. Para que la desocupación no se sume a la murria del forastero, lo han nombrado jefe de campaña. Porque, como se sabe, lo peor del reo no es que esté preso sino que lo tengan inactivo. La ociosidad es peligrosa, además de ser mala consejera, hace ver fantasmas, golpistas y otras alucinaciones.
(*) Es escritor