Adviento tiempo previo a la Navidad

En la grey católica hay un periodo de preparación al retorno de Jesucristo, es el que se conoce como el tiempo de Adviento, que nos impulsa a esperar con gozo ese hecho simbolizado en el Nacimiento de Jesús, el Hijo de Dios y la celebración de la Navidad.

El tiempo de Adviento se marca en la Iglesia con el encendido de cuatro cirios en igual número de domingos previos a la fiesta de la Natividad y proclamado desde el antiguo al nuevo testamento en busca de reflexionar a la comunidad sobre la importancia de la venida del hijo de Dios, hecho que se concreta en el nacimiento del hijo de María y José, en un sencillo pesebre en Belén, como marca la historia y al que llegan los Reyes Magos, para saludar la llegada del Mesías.

Se trata de un proceso de renovación de la fe cristiana que en la realidad del mundo en que vivimos alterado por la violencia y la impunidad coloca a los cristianos ante la disyuntiva de reconocer los hechos evidentes en un conflictivo tiempo de dudas y pensar sin embargo en la fuerza de la renovación que los sacerdotes se prodigan en explicar a los seguidores, precisamente en el adviento.

Adviento es una palabra en latín que significa venida y que en un mes permite a los fieles prepararse para recibir a Jesús, en la repetición de un hecho que implica creer en el designio del Dios Supremo, cuando en todo el mundo se celebra el nacimiento del Niño Dios, un hecho que se completa con cánticos y bailes, en nuestro medio con villancicos y en todas partes con ofrendas que se disponen para el ser naciente.

La costumbre original ha cambiado y en medio de una gran inquietud, la celebración se distorsiona y hay competencia de regalos, que en el principio del cambio eran sólo para los niños. El mercantilismo influyó de tal modo que desde hace tiempo los regalos son parte de una demostración egocentrista que ha cambiado la naturaleza de la celebración por el retorno de Jesús.

El tiempo de adviento es precisamente ese corto periodo en que se reaviva la fe y se prepara a la colectividad en el sentido más sencillo, real y humano de renovar la fe en la significativa instancia de preparar un nacimiento, rendir culto a esa figura que además simboliza el principio de la familia y el fortalecimiento de una creencia que se alimenta con la presencia del pequeño niño en la humilde grandeza de cada hogar.

Hay detalles que componen ésta preparación que llega a su concreción entre la Noche Buena y la Navidad. Los cuatro cirios de la corona de adviento, y los adornos de color verde y rojos, propios de este tiempo. El verde simboliza la esperanza y la vida, en tanto que el rojo es la fuerza de amor en Dios, completándose la celebración con las velas que al ser encendidas en los templos de todo el mundo y en millones de hogares ratifican nuestra condición de fe cristiana y deberían comprometer nuestra decisión de ser cada día más solidarios, más humanos y más fuertes en la fe que nos acerca a Dios.

Después de la preparación de adviento y al celebrar la Navidad, las intenciones cristianas deben traducirse en hechos reales de reconciliación, en un acercamiento solidario hacia los más necesitados, en un compromiso de servicio y un borrón de soberbia y envidia. La próxima semana celebraremos Navidad, ojalá en un ambiente de paz y amor.