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Domingo 15 de diciembre de 2019

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Revista Dominical

Devolvamos el espacio público al ciudadano

15 dic 2019

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Por: Javier Giovanni Vargas Choque

Arquitecto

El espacio público se puede valorar por la intensidad y la calidad de las relaciones sociales que facilita, por su capacidad de mezclar grupos y comportamientos, de estimular la identificación simbólica, la expresión y la integración cultural, así que podríamos decir que el espacio público urbano sigue siendo el lugar privilegiado de ejercicio de la ciudadanía y de expresión de los derechos civiles.

Lugares triviales y comunes (aceras, áreas verdes, aparcamientos), aparentemente sin significado, lo adquieren a medida que quienes los usan (sean manifestantes, paseantes o vendedores ambulantes) los reorganizan y re-interpretan.

El concepto Cultura Ciudadana alude a la correspondencia que existe entre la trama de relaciones cotidianas que expresan tradiciones, valores, aptitudes, hábitos y comportamientos. La Cultura Ciudadana implica un pacto entre la Alcaldía y la ciudadanía, para que todos los ciudadanos, sin excepción, asumamos la responsabilidad de hacer de Oruro una ciudad donde se acaten las normas básicas de convivencia, y se reconozca y ejercite la formación, promoción y cuidado de todas sus áreas verdes y de equipamiento. En estos espacios se producen las relaciones humanas, además de las otras acciones directamente relacionadas con el peatón, como es el hecho de caminar, de sentarse, etc., proporcionado un contacto directo con el medio ambiente, con la naturaleza o el medio urbano, con las cosas y sobre todo con las personas.

El concepto Cultura Ciudadana alude a la correspondencia que existe entre la trama de relaciones cotidianas que expresan tradiciones, valores, aptitudes, hábitos y comportamientos. La Cultura Ciudadana implica un pacto entre la Alcaldía y la ciudadanía, para que todos los ciudadanos, sin excepción, asumamos la responsabilidad de hacer de Oruro una ciudad donde se acaten las normas básicas de convivencia, y se reconozca y ejercite la formación, promoción y cuidado de todas sus áreas verdes y de equipamiento. En estos espacios se producen las relaciones humanas, además de las otras acciones directamente relacionadas con el peatón, como es el hecho de caminar, de sentarse, etc., proporcionado un contacto directo con el medio ambiente, con la naturaleza o el medio urbano, con las cosas y sobre todo con las personas.

La interacción social de estas zonas peatonales permite incrementar el sentido de comunidad, contribuir a aumentar la participación y el voluntariado, mejorar la salud social, arrojando en definitiva sociedades estables, fuertes y solidarias. La cantidad y calidad del espacio público peatonal puede ser un factor determinante de la calidad urbana de una ciudad, influyendo directamente en sus usuarios.

Es posible afirmar que el mayor deterioro que experimenta hoy la ciudad de Oruro, se encuentra en los mecanismos de autocontrol y autorregulación de los ciudadanos, o sea en el respeto a la norma, incluyendo a los funcionarios públicos. Nuestra obligación es, por tanto, propiciar acuerdos normativos, señalar obligaciones y establecer sanciones orientadas a prevenir, educar y sancionar. Es fundamental que los ciudadanos se apropien del sentido cultural que tiene la norma y desarrollen las competencias necesarias para cumplirla y hacerla cumplir.

Ahora, el espacio público debe ser un "escenario educativo; otra escuela social" que le permite al ciudadano aprender y aprehender la ciudad, "saber cómo usarla" y reconocer la "importancia del territorio" como una geografía para exponer la capacidad del ser humano de relacionar el "pensar y actuar" y a su vez, el espacio por excelencia para la coexistencia de los ciudadanos. Las calles, los escenarios para el juego y el tiempo libre, las áreas verdes, deben constituirse en "lugares de encuentro y la conversación". Pero el espacio público, aunque supone la confluencia de la multitud, no sólo a nivel de número sino de pensamiento, acción y significación, se hace necesario ordenarlo y comprenderlo bajo la lógica de una ideología dominante, porque: cuando se enseña a interpretar la ciudad, se está humanizando el espacio y se están entregando instrumentos para transformar lo que no es bueno de ella. Comprenderla, entenderla, es el primer paso para mejorarla.

Tradicionalmente los espacios peatonales en la ciudad se limitan a las aceras que bordean las calzadas de circulación vehicular y a espacios peatonales como plazas, parques y áreas verdes, aisladas e inconexas en la ciudad. Este hecho debe cambiar, a través de la elaboración de "itinerarios peatonales" que deben contemplarse en un futuro Plan de Ordenamiento Territorial (POT). A través de estos itinerarios peatonales, el espacio público es planteado como una red peatonal que garantiza un buen sistema de conexión entre los principales barrios y áreas urbanas, entre el centro y la periferia, entre las áreas periféricas, rompiendo el aislamiento a que conduce el modelo arborescente de áreas adyacentes a las infraestructuras viales, promoviendo el mallado conjunto.

A diario se pone en evidencia la invasión de espacios que corresponden al peatón por parte de negocios, talleres y comercios. Sin la menor consideración, los propietarios de negocios, talleres mecánicos, carpinteros, comercio de productos de construcción, comerciantes ambulantes y otros, se han dado a la tarea de ocupar las aceras con los productos que ofrecen quitando el natural espacio para el tránsito de peatones. Esta impostura no sólo pone en riesgo la integridad física de la ciudadanía de a pie, sino que constituye una flagrante transgresión de las normas municipales que regulan esta trama. Sin embargo, los transgresores han manifestado que lo hacen con el permiso y venía de autoridades ediles de Espacios Públicos.

Esta situación puesta al descubierto explica el porqué de la invasión de las aceras por los comerciantes legales a lo largo y ancho de la ciudad, y con mayor razón en las zonas de expendio de diversos productos y en las cercanías de los mercados públicos. Es posible deducir que quizás cuentan con la licencia para expandir sus negocios en detrimento de la seguridad y comodidad de los peatones. Sin duda, esta viene a ser una inexplicable contradicción entre lo que se dice y se hace desde el seno del GAMO y CMO, ya que en la Ordenanza Municipal N° 126/05, especifica la reglamentación para el asentamiento de puestos, instalación de casetas y avance de puestos en mercados, ferias y calles adyacentes del comercio formal y eventual. Asimismo, detalla los límites máximos y mínimos permisibles que están definidos por parámetros respectivos, por lo que también especifica que la autorización de avance de puestos estará sujeta al ancho de la acera, dejando el espacio suficiente para la circulación peatonal.

Por muy ancha que sea la acera, ésta debe estar libre para el tránsito peatonal y no para que se la ocupe con los productos de comerciantes. Peor es la situación donde casetas de dulces, venta de materiales de construcción, talleres mecánicos, de carpintería y otros trabajan ocupando largamente la acera.

Por ese camino, el desafío del reordenamiento de los mercados y del propio tráfico vehicular resultan saboteados desde adentro. Y, por supuesto, el acatamiento de las normas municipales queda en entredicho justamente porque unos cuantos obtienen prerrogativas y privilegios a costa de espíritu de colaboración de los que pretenden ser legales y cumplidores de las normas y ordenanzas. La invasión de las aceras viene a ser un asunto de larga data, pero que salta a la palestra cuando se trata de recuperar los espacios públicos, especialmente aquellos que tienen que ver con la seguridad y el tránsito peatonal. Si de verdad se pretende una ciudad renovada, limpia, segura, amigable y habitable, conviene desterrar este tipo de incoherencias ediles internas.

De alguna manera se llega a comprender el desparpajo de los invasores de aceras, de esos pocos espacios destinados al peatón. Se ha mencionado que el ancho de las aceras en algunas zonas resulta un argumento para la ocupación de las mismas por transgresores con licencia municipal.

La lógica indica que quizás las autoridades ediles han construido esas aceras con el propósito de darles ciertas comodidades a los comerciantes, artesanos, mecánicos y otros, a cambio de permisos que resultan un despropósito que causa vergüenza propia y ajena. La primera impresión de este asunto es que todavía el municipio no ha privilegiado al ciudadano de a pie. Una muestra es la escasez de señalética urbana horizontal y vertical, uniformidad de aceras y otras falencias.

Por esas razones que saltan a la vista y por las irregularidades que se han manifestado con la ocupación de las veredas, las autoridades municipales están en la obligación de despejar las dudas y brindar las explicaciones del caso. Finalmente, tendrán que poner las cosas en orden si buscan se respete el principio de autoridad como corresponde. Conviene señalar que las normas ediles se han promulgado para que el Ejecutivo municipal las haga cumplir pese a quien le pese. En todo caso, el gran reto estriba en recuperar los espacios públicos para los peatones, más aún cuando existe gran congestión vehicular en nuestra ciudad, por lo que conviene desplazarse de un lugar a otro caminando.

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