Martes 13 de marzo de 2012
ver hoy
La historia se construye cada día. En su origen y devenir radica su esencia, se define por su visión profunda y se encuentra en sus valores. Esta gama se revisa constantemente y trasciende en la realidad llana, la que supera a las incertidumbres. En el diccionario de la Academia Española, XXII Edición, se dice sobre la historia: “Narración y exposición de los acontecimientos pasados y dignos de memoria, sean públicos o privados”. Un concepto limitado, demasiado simple por su entereza causal que no define enteramente el fenómeno.
La historia es algo más que memoria, se inscribe en hechos fácticos y trasciende en su devenir, se encuentra con su resolución y pervive en sus consecuencias. Para hablar de ella se tiene que revolucionar dos aspectos: hecho real y utopía.
La historia no se constituye exclusivamente en construcciones subjetivas, su carga humana designa mucho más, la utopía cierta y necesaria. Hablar de este tema es interpelar a situaciones que se hunden en un pasado no siempre claro, en realidad escrito por personas deprimidas por el subjetivismo que les impide anclar en lo serio. Y lo importante es que sucedió realmente, independientemente de criterios banales. Hablar de historia es conversar sobre situaciones que se sumergen en el pasado, en lo que hicieron los seres humanos en su largo constituir de 150-200 mil años, corto para la vida en la Tierra, pero fundamental para la especie más inteligente en 4.675 millones de años.