Por si ya no se tratara de lograr el statu quo por otros medios
08 dic 2019
Gonzalo Mendieta Romero (*)
Lejos de clamar por una guerra civil, serÃa más realista que, como el presidente Lyndon Johnson, declaráramos de una vez la guerra, pero no a la pobreza como Johnson, sino a nuestros vicios, complejos y peloteras. PodrÃamos admitir luego la derrota, al tiro, solemnemente, y firmar la rendición incondicional. AsÃ, con sentido práctico, lograrÃamos el fin de toda revuelta boliviana: el statu quo, por otros medios.
Claro que miento en parte. Porque, esta vez, las refriegas de noviembre dejaron novedades, que bien podrÃan ser sólo otro disfraz de nuestra atávica realidad. En ese caso, se tratarÃa nomás de ir remplazando los retratos de Evo por los de cada uno de sus sucesores. En cambio, si hubiera material de fondo, estas notas de periódico servirán para algo más que envolver salchichas en el mercado.
Los indicios de milicias armadas, las nuevas muertes de Senkata, los amagos de enfrentamiento civil (los terceros en 16 años: 2003, 2008 y 2019), la escualidez del pacto nacional y el ignoto peso polÃtico de la economÃa negra llevan a preguntarse si, históricamente, no estamos sólo aplazando una conmoción. Un optimista dirÃa que de nosotros depende esquivar los desastres, pero me fastidia esa ácida observación del amigo Raymond Aron: "aquello que pasa por optimismo es frecuentemente el fruto de un error intelectual".
Alberto Fernández tendrá suficientes lÃos en casa. Para esos lÃos, le caerá bien la distracción de un Evo que, encima, haga sentir más justas y bienhechoras a las barras bravas de la progresÃa. De paso, la tesis del golpe en Bolivia ayudará a Buenos Aires a gastar menos platita en gas boliviano, bajo la coartada de los derechos humanos y la bondad.
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